The day before Christmas

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Un fino manto blanco cubría las transcurridas calles de Nueva York, los copos de nieve flotaban en el aire, se escuchaban chillidos de alegría provenientes de los niños que jugaban en Central Park, los centros comerciales estaban a reventar a pesar del colapso económico, olía a jengibre, a pino y a chocolate caliente por todos lados y el espíritu navideño colmaba cada rincón con su agradable calor.

Los villancicos sonaban en la radio, el fuego crepitaba en la chimenea, la cafetera desprendía pequeñas bocanadas de humo por el café recién hecho, algunos pingüinos, osos polares y renos adornaban la estancia, el menorah con la velas apagadas estaba a un lado de la ventana, el piso de la sala estaba lleno de archivos y una adormilada castaña se encontraba acurrucada en el sofá con un dossier ligeramente arrugado en la mano. A pesar de las fiestas decembrinas la Auror Porpentina Goldstein tenía una montaña de papeleo que revisar. Soltó un resoplido. Después del incidente en Paris, Madame Picquery había estado explotando a sus empleados para recapturar a Grindelwald, a pesar de que no se encontraba en el continente. Incluso Queenie tenía más trabajo del normal, por lo tanto no se encontraba en el departamento, y cuando no tenía trabajo se la vivía en donde Jacob; esos dos se habían vuelto completamente inseparables, incluso las palabras "compromiso" y "boda" revoloteaban en las cabezas de todos a pesar de la ley.

Tina volvió a resoplar y se levantó del sofá no sin cierto esfuerzo, la cabeza le dolía y el estómago se le volvió un nudo, llevaba dieciocho horas ingiriendo nada más que café. Desistiendo a su testarudo deseo de esperar a que su hermana llegara a hacer la cena, se digirió a la pequeña estufa y comenzó a cocinar. Preparar alimentos no era la tarea predilecta de Tina, pero tenía hambre y no podía esperar más, y a pesar de lo que los demás podían pensar, se defendía en ese ámbito, nunca llegaría a comparase con las exquisitas comidas que hacía su hermana, pero no estaba nada mal. Colocó los platos sobre la mesa con su varita, pero cuando se disponía a sentarse unos golpecitos en la puerta la interrumpieron. Se dirigió a la puerta con una pequeña mueca de fastidio.

–Queenie, ¿qué tan difícil puede ser sacar la varita y abrir la...? – Tina detuvo su cantaleta abruptamente. Su hermana no se encontraba parada al otro lado de la puerta.

–Hola, Srta. Goldstein – la tímida sonrisa de Newt la golpeó con la guardia baja.

–¡Newt! – la voz de Tina sonó más aguda de lo esperado – pasa, la Sra. Esposito...

Newt ingreso al departamento lo más rápido posible, golpeando el paragüero con su maleta, Tina se inclinó para evitar que se cayera y Newt tuvo el mismo reflejo, por lo que sus frentes inevitablemente chocaron.

–Disculpa, Tina – Newt extendió ambas manos hacia ella, golpeando su cadera con la maleta – ¡Lo siento, en serio lo lamento! ¡Merlin! Ti-Tina, lo siento.

–Shh, no pasa nada, Newt – Tina cerró rápidamente la puerta, hasta que se encontró momentáneamente atrapada entre los brazos extendidos de Newt. Al darse cuenta de la situación se hizo hacia atrás, sonrojada. – ¿Qué estás haciendo aquí?

–Ammm... – Newt agachó la vista y colocó su maleta en el piso – supuse que Queenie te diría, estoy aquí para pasar las fiestas con ustedes.

El nombre de su hermana no pasó desapercibido para Tina, y de pronto el extraño comportamiento de Queenie comenzó a cobrar sentido: las risitas de la nada, los cuchicheos con Jacob, las miradas furtivas, las sonrisas burlonas que le lanzaba cada vez que la escuchaba pensar en Newt.

–No mencionó que vendrías... – se le cortó un poco la respiración al ver que Newt la miraba debajo de su flequillo – estoy feliz de que estés aquí.

Let it snow Where stories live. Discover now