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El diez de octubre había tenido un accidente viajando a la ciudad en dónde viví los primeros años de mi infancia. La adolescencia la transcurrí en una ciudad llamada Castores, en la localidad de Laguna. Nunca supe el verdadero origen de este nombre, quizá algún simbolismo por los castores en los primeros tiempos, que puede habrán migrado y extinguido hace siglos, y los árboles de roble extrañamente ubicados alrededor del hermoso y extenso lago que siempre fue la atracción turística de la ciudad, con sus montañas de fondo que se posicionaban una tras otras y su color iba tornándose más claro hasta que no se distinguían por el color del cielo. Volviendo al tema, en ese accidente, en dónde un inconsciente colectivo quiso arribar a un camión, terminó por enfrentarse al automóvil de mi papá que intento esquivarlo tirándose para el carril de la izquierda y cayendo por un barrando, en dónde nos detuvo un árbol. No hubo muertes a nuestra fortuna, solo lesiones secundarias y obviamente, el golpe que tuve en el cráneo tuvo como consecuencia mi pérdida de memoria. Una perdida de memoria bastante grave, como decía el doctor, pero que con el tiempo iba a empezar a recordar. Supongo que también comencé a olvidar, porque no recuerdo los primero días en donde mi madre - según ella me cuenta - se escondía en los rincones del Hospiral a llorar, porque yo creía al principio que ella era una mujer amable y le preguntaba si algún familiar suyo estaba en terapia, o luego también pensaba que era secretaria del doctor o alguna enfermera. A los dos meses empece a reconocer rostros, y luego de una muy larga terapia un día por la mañana dije ''Quiero ver a mi madre.'' Mirando una fotografía en la computadora. Y mi madre llego y me abrazo, como también otros familiares, de los cuales solo reconocía dos de cada seis. ''Con el tiempo recordarás.'' Me decían todos. Pero a pesar de reconocer a las personas más importantes, también la carrera que estaba cursando y hasta los últimos apuntes que había hecho ese fin de semana, y recordar carreteras o sentirme familiarizada con ciertos ambientes, me faltaba recordar algo muy importante.
Continuaba en terapia debía cumplir seis meses y recién iba por el tercero. Por supuesto que reconocí a mis dos mejores amigas, aquellas que sabían todo sobre mí y una noche fui a su casa. Su primo entró y me saludo sonriente, comenzó a conversar conmigo cómo si me conociera de hace años (sí, me conocía de hace años) y yo me torne reservada y no le constaba, y me preguntó qué me ocurría, y Sabrina contestó por mi con otra pregunta
-¿No te acordás lo que te conté José?
-Pensé que iba a reconocerme.- Dijo él, como si poco a poco se le formara un nudo en la garganta.
- Es un proceso, ya lo hablamos.
- Entonces, ¿Tampoco se acuerda de él?
- No. Tampoco se acuerda de él.
Entonces, José, se bajo el vaso de vino que había en la mesa y se fue sin siquiera despedirse.
Sabrina volvió sonriente: - ¿Vas a beber algo? ¿Tenes hambre? Preguntó.
- ¿José era amigo mío?
- Sí, José es mi primo. Siempre estuvo con nosotras. En cada fiesta, en los momentos malos y buenos, aconsejándonos, escuchándonos.
- ¿Alguna vez nos besamos?
- Creo que una vez, pero para vos no significaba nada. Me acuerdo que te involucrabas con muchos chicos, tenías citas pero te aburrías rápido.
-¿Enserio? Pero, entonces, ¿Nunca me enamoré?
- Sí, te enamoraste... pero no creo que sea un buen tema para hablar ahora.
- Me gustaría que me contarás, supuestamente somos amigas ¿O no?
- Lo que ocurre es que tu mamá me aconsejo que no había que sobrecargar tu memoria o intentar que reaccione mediante cosas que quizás hayas olvidado para siempre.
- Si me enamoré, y quise a alguien, no creo que lo haya olvidado para siempre. ¿Te gustaría olvidar para siempre a alguien que quisiste?
- En tu caso, creo que sí.
¿Por qué? ¿Me enamoré de un idiota?
- No, no es eso. Es sólo que... sos alguien muy valiosa y sabes que te aprecio, te quiero un montón. Hiciste cosas que, al menos por mi parte, nunca van a quedar en el olvido.
- Interrumpí - Perdón, no fue mi culpa tener un accidente.
- Sin ofender, a lo que quiero llegar es que te mereces tener buenos recuerdos y querer a alguien que realmente te quiera. Y hay un chico del cual me gustaría hablarte.
- ¿Quién es? - Pregunté un poco entusiasmada.
- Se llama Valentino. Te explico, él siempre gustó de vos. Te conoce de hace muchos años. Esta enamorado de vos, mira, te muestro una fotografía suya.
- No esta tan mal. No lo recuerdo, pero me gustaría verlo.
- ¿Quéres que lo llame? - Me pregunto, casi marcando su número.
- ¿Va a venir hasta aquí, a este horario? Es media noche.
- Si viene, es porque no te miento. De verdad, le gustas.

En quince minutos apareció en la puerta de la casa de Sabrina. Me saludo con un abrazó, y Sabrina se borro de la habitación dejándonos a solas. Valentino no podía quitarme la vista de encima, y yo no podía dejar de mirar el suelo... sus zapatillas... hasta qué hizo la pregunta que hacen todos, o al menos todas las personas desconocidas que me veían.
- ¿Me podes recordar? - Como si en esa pregunta se amontonaran años tras años de recuerdos emocionantes y llenos de tristeza, como si con esa pregunta se le hiciera un nudo en la garganta.
- No, no puedo recordarte. - Le dije, mirando sus ojos color miel, y preguntándome si alguna vez habrán significado algo para mí.
- De acuerdo, ¿Querés preguntarme algo?
- ¿Tenes tiempo para que hablemos? - Dije, como si el hecho que hubiera recorrido la mitad de la ciudad en bicicleta significara lo contrario.
- Para vos tengo toda la vida. - Respondió. - Perdón, toda la noche. Quizá sueno absurdo, porque me miras como un desconocido, y sí, ahora lo soy. Soy un desconocido, pero... quizá es como una nueva oportunidad ¿sabes? de intentarlo otra vez.
- ¿Es verdad que gustabas de mí?
-Sí, muchísimo. - Dijo sonriendo y con los ojos tan brillantes que podía predecir en cuantos segundos de ellos iban a salir lagrimas.
- ¿Hiciste algo para conquistarme? - Pregunté, porque a pesar de que parte de mi memoria se había ido, mi gusto por las historias continuaba intacto.
- Hice muchas cosas por conquistarte, aún las hago... como ahora. - Sonrió. - Recuerdo tantas tardes, tantas noches... iba a tu casa a tocarte canciones con la guitarra, tenía dieseis años y vos recién ibas a cumplir los quince. Te cantaba Sin Bandera, te recitaba poemas que había escrito y me memorizaba quince minutos antes de verte, tardaba media hora frente al espejo practicando lo que iba a decir. Simplemente... estaba al principio loco por vos, luego me fui tranquilizando, y vos también.
- ¿Yo estaba loca por vos?
- No, vos me rechazabas constantemente. Me ignorabas, hasta me corrías de tu casa, no aceptabas nada de mi parte y eso me hacía persistir más, y cuando dejaba de intentarlo me buscabas. Pero, después de tantos años, siempre permanecía y volvía a tu vida. Viajaba constantemente, cinco meses en una provincia, otros seis meses más en otra distinta. Pasaba soledades, y angustias... pero siempre te tenía en mi mente, la vuelta a casa, a mi verdadero hogar era en esta ciudad donde te iba a encontrar a vos.
- ¿No te molesta que no recuerde nada?
- Como te digo, es una nueva oportunidad quizá para volver a intentarlo. Volver a intentar conquistarte.
- ¿Y si continuo sin sentir nada, sin recordarte?
- Vale la pena arriesgarse, más si es por vos.
Y nos quedamos mudos, mirándonos. Como si él lo supiera hasta lo que no recordaba de mi misma. Como si él quisiera abrazarme tan fuerte... hasta que su celular sonó y tuvo que irse. ''Voy a llamarte'' Dijo y se despidió.

Cuando Sabrina regreso me contó la historia detrás de los primeros meses en los cuales había estado en terapia.
- Valentino estuvo desde el primera día que tuviste ese accidente. Se dormía constantemente en la sala de espera, soporto la angustia de lo que era verte con tubos atravesados por todos lados, estuvo a lado de tu mamá y también de tu familia. ¿Recordas todas las flores que te enviaban?
- Sí, recuerdo el aroma que tenían. Me encantaba despertarme con esas flores.
- Las rosas color blanco te las enviaba Valentino. Decía que tenía un significado de almas gemelas.
- Sí, eran las más hermosas y parecían también las más costosas. Con respecto a eso, ¿De quién eran las margaritas?
- ¿Te enviaban margaritas? - Se rió. - El pueblo esta lleno de esas flores, cerca del lago siempre crecen.
- ¿Qué tiene de malo? Son mis flores favoritas.
- ¿Sí? Quizá te las envió alguien que te conocía.
- Lo extraño es que siempre me llegaban los jueves, cuando despertaba a las ocho de la noche ahí estaban.
- No tengo idea quien te las dejó ahí. LO que sé es que Valentino te enviaba esas rosas blancas tres veces por semana, y siempre se quedaba ahí con vos. Mientras dormías, muchas veces hasta te dibujaba.
- Sé que estas a favor de Valentino, pero me parece que siempre me idealizó. Tengo esas sensación.
- ¿Por qué no lo intentas con él?
- Es muy pronto, Sabri. Todavía tengo muchas cosas que no encajan.
- Él te quiere, deberías intentarlo. Me gustaría realmente contarte todas las cosas que hizo mientras vos estabas en otra dimensión, y también antes de que ocurriera el accidente. Sé que siempre pensaba que no eran el uno para el otro, pero tal vez ahora... puedas darte la oportunidad, con él, de ser realmente feliz. Por que él te ve; te nota, siempre te noto. Ahora lo único que faltaría es que vos empezaras a notarlo a él.
- Me tengo que ir. Tengo que saber quién me enviaba esas margaritas...
- Tal vez te las dejaba tu mamá.
- No, mi mamá siempre me dejaba Santa Rita roja y rosada.
- Bien, entonces nos vemos mañana. Pensa en lo que te dije.
- ¿Tenes el número de Carla?
- Sí, ahora te lo envió.

Valentino era un chico de clase media, habíamos asistido a las mismas escuelas y secundarias en diferentes años, y él indudablemente estaba enamorado de mí. Cada frase que pronunciaba delataba la melancolía que le había impregnado mi recuerdo a su piel. Estaba amarrado a mí y yo comenzaba a observar notar y recordar cada vez más mis inmensas alas que siempre reclamaban libertad.
Carla había sido durante toda la secundaria mi compañera de banco y conocía más que nadie lo que había ocurrido en el último año y medio que había transcurrido en la secundaria y también los primeros meses en los cuales había estado en la universidad. ''Nos manteníamos en contacto por medio del celular. Nos llamábamos una a dos veces por semana y hasta planeabas venir a vivir a Punta del Este.'' Unos meses después de lo que ocurrió el accidente, Carla había regresado a la ciudad por unos inconvenientes legales sobre la tenencia de sus hermanos menores, y al bajar del avión, a penas piso tierra, fue hacia el Hospital a visitar a la página en blanco de su mejor amiga que en ese momento era como si la misma intensidad del motor que la trajo hasta allí había borrado por completo todos los años de conversaciones intimas y carcajadas fuertes. Pero, según ella, a penas la vi ingresando por la puerta la reconocí con una enorme sonrisa y dije ''¡Carla! ¡Es Carla, Mamá! Regreso por mí.'' Y las dos nos abrazamos en una euforia que mi madre envidiaba. Pero luego el doctor reconoció que era por la terapia.

- ¿Cómo está tu mamá? - Preguntó Carla mientras me servía un café caliente.
- Esta bien. Cuando venía estaba preparando pastafrola, dijo que me gustaba mucho. ¿Tenes agua fría?
- Sí, mira aquí esta. Siempre le pones agua a todo, por poco no a tomas terere cuando cebamos matesitos.
- ¿Eran lindas las tardes cuando cebabamos mates?
- Hermosas. - Dijo sonriente. La envidé. Carla siempre producía una especie de envidia en las personas, era como si ella pudiera ver lo que otros no, y ahora ella podía ver - o recordar - lo que yo no podía.
- ¿Alguna vez te han dicho que causas envidia?
- Muchas veces. - Volvió a sonreír. - No me molesta. Es un problema suyo. Me disculpaba constantemente contigo porque cada vez que te decía algo era tan sincera que te sentías mal y luego no me hablabas por el resto del día.
- ¿Qué cosas me decías?
- Como por ejemplo que debías dejar de excederte tanto en algunas cosas, pero ... me dijo tu madre que no debo hablar del pasado contigo ni hacerte recordar...
- Sí, sí, porque fuerzas mi memoria. Pero no me importa. Dime todo. Cuéntame, ¿En que estaba excedida?
- En lo normal, conocías muchos chicos. Tenías citas...
- ¿Eso esta mal?
- No, sino que... por ejemplo, un día comenzaste a conversar con un chico por la red y pasaron seis días y lo conociste en persona. Te subiste a su automóvil sin siquiera saber su segundo nombre o si era real su apellido, fuiste a beber cervezas con él a un bar y lo besaste sin siquiera haber pasado una hora de ''conocerse'' y después volviste a subir a su auto para dejarte llevar.
- Ah, entonces era un poco promiscua.
- No eras promiscua. Es decir, para mi no era un comportamiento normal en una chica porque mi punto de vista siempre partió desde el ámbito familiar, ya sabes, mis abuelos y mis hermanos menores. Nunca tuve tiempo para salir con chicos y ahora, después de unos meses, sé que es una realidad el hecho de que existen personas como tú que no sentían nada por nadie y se dejaban llevar por eso de querer sentir algo aunque sea por unos segundos.
- ¿Y qué paso con ese chico?
- Lo último que me dijiste él fue algo así como ''Entre a mi casa, cerré la puerta de mi habitación y me deje caer sobre la cama. Volví a sentirme vacía y sin interés por nadie. '' Creo que no tenías ni siquiera una pizca de interés si quiera por ti misma, pero me alegro que hayas comenzado la Universidad.
- Bien, dos preguntas, ¿Porqué no tenía interés por mí? y segundo, ¿Porque te alegro que ingresara a la universidad?
-La primera pregunta, no tenías interés por ti porque estabas deprimida. Desde los catorce o quizá antes que tenías ese estado anímico depresivo. Y la segunda, cuando comenzaste la Universidad estabas tan ocupada que te preocupabas más por ti y tus estudios y dejaste de lado por completo todos los excesos.
- ¿Utilice drogas alguna vez?
- Sí. Mira, creo que por hoy es demasiado. Es mucha información.
- ¿Te parece demasiada información que mi pasado sea el de una joven promiscua y depresiva?
- No se trata de eso, es solo que tenías una razón para estar deprimida.
- ¿Cuál era?
- No te la voy a decir, puedo responderte otra pregunta.
- ¿Me enamoré de alguno de esos chicos, o no?
- Sí estuviste enamorada.
- ¿De quién?
- No te voy a decir su nombre.
- ¿Por qué? NO voy a recordar a una persona por su nombre.
- Porque... simplemente, mereces recordar cosas mejores. Ya no insistas en tu pasado ¿Bien? Cuando supe lo del accidente en parte el hecho de que perdieras parte de su memoria me parecía bien porque hasta el momento habías vivido tantas cosas que... no merecen ser escarbadas, reconstruidas y recordadas.
- ¿Quieres que entierre el recuerdo de la única persona de la cual me enamoré hasta la fecha?
- Puede enamorarte de alguien más. Lo sabes.
- ¿De Valentino? ¿Quieres que me enamoré de él, como también lo quiere Sabrina? Dime, porque si eso piensas, no voy a salir con él.
- ¿Conociste a Valentino? ¿Qué? ¿Qué quiere Sabrina?
- Lo conocí la otra noche. Sabrina me dijo que él siempre estaba enamorado de mí y que yo debería darle una oportunidad.
- Ni siquiera lo pienses. Valentino estuvo muy obsesionado contigo y hasta te acechaba, se enfermaba de celos, te decía que recorría kilómetros solo por verte. Te avergonzaba su manera de expresarte lo que sentía por ti. Nunca sentiste nada por él, y para serte sincera, hasta creo que jamás vas a sentir nada por él.
- Pero él me quiere. Me quiere, ¿entiendes? Me quiso todos estos años.
- Te quiso, y te quiere pero tú nunca fuiste capaz de verlo, y aún viéndolo en los últimos años o intentando ponerte los anteojos para ver todo lo que hacía por ti, le decías que se diera por vencido y que dejara de buscarte porque... porque tú estabas enamorada de alguien más. Tú querías a alguien más.
- ¿A quién demonios quería, Carla? Por favor dime. ¿Es el chico que me enviaba margaritas, verdad? ¿Es él?
- Sí... pero no puedo decirte más. Es por tu bien.
- No, no lo haces por mí. Lo haces más que nada por él, porque de seguro lo conoces y sabes que la esta pasando mal, y sabes que si lo vuelvo a ver y no lo recuerdo él la pasará peor.
- Lo hago por ti, ¡Entiende, maldición! - Dijo mientras se acercaba a mí y tomaba mi rostro con sus cálidas manos. - No mereces recordarlo, no a él.
- ¿Por qué, Carla? ¿Por qué no? - Dije con lagrimas que no dejaban de brotar de mis ojos. - Necesito recordarlo... siento, siento un vacío que no me deja respirar.
Me abrazó, y sentí como si esto hubiera sucedido antes. Como si la historia volviera a repetirse, como si hace algunos meses estas lagrimas hubieran sido por la misma persona

Barro tal vez.Where stories live. Discover now