3.

2 0 0
                                    

Toqué las palmas afuera de su casa. Eran las seis de la tarde, al principio pensaba que no había nadie. ''Ya va.'' Gritaron desde adentró. Me senté en una banca de madera que había afuera, en mi bolso traía un montón de papeles y un par de las cartas que más me había llamado la atención, hasta me sorprendía de mi misma por la manera en la cual describía, en la cual lo describía. Escuche que abrieron la puerta y me levante para verlo, para ver al chico que me había revuelto el mundo hacía unos meses atrás.
Era un chico de mi edad, dieciocho. Parecía volver de trabajar, tenía la ropa un poco embarrada y con polvo. Note su piel canela impecable, también su cabello negro opaco y de tanto verlo me olvidé perdí de vista el hecho de que sus ojos brillantes y negros estaban clavados en mí y extrañamente cada vez se hacían más cristalizados, como si fueran a explotar en un llanto difícil de contener.
- ¿Aquí vive, Eros? - Pregunté con una sonrisa.
El chico miro primero hacía la puerta para volver a entrar, como si aún pudiera retroceder el tiempo.
- Sí, soy yo. - Dijo mirando hacia abajo.
- ¿Sos el chico de las margaritas? - Pregunté.
Se acerco sin decir una palabra para abrirme la puerta.
- Podes pasar. Los perros no te van hacer nada.
Los tres labradores me saludaron moviendo la cola, no me sorprendió, lo mismo había ocurrido con nuestro perro del cual escape cuando volví a casa.
- ¿Me recordas?
- ¿No debería hacer esa pregunta yo? - Me preguntó, asegurando que ni siquiera perdiendo la memoria perdía mi sentido del humor. - No sé que haces aquí.- Dijo con un tono como diciendo que debería irme.
- Necesitaba hablar con vos.
- ¿Para qué?
- Es solo que... Dios, esta habitación, me resulta mucho más familiar que todas las habitaciones de mi casa juntas.
- Siempre veníamos aquí a pasar el rato... - Sonrió. - ¿Tenes sed?
-Un poco.
- Ya vuelvo. - Dijo mientras fue a traer agua.
Empece a caminar por la habitación observando las paredes más de cerca, mirando sus colores, como si estuviera mirando una pintura en algún museo o exposición, como si intentara descifrar todo lo que ocultaban; todo lo que no me habían dicho los fragmentos que leía. Como si mirándolas de cerca pudiera... simplemente... recordar.
Recordar aquella parte en dónde había escrito que él me tomaba por la cintura y sentía esa pasión arrolladora...

(Lo extraño. Maldita sea, ni siquiera ha enviado un mensaje. Lo extraño mucho y me recorre un escolosfríos por todo el cuerpo. Son las dos y media de la mañana... y yo, yo lo extraño.)

- ¿Tienen algo nuevo las paredes? - Dijo mientras me daba un vaso de agua y se sentaba. Yo continuaba parada, mirando por la ventana hacia afuera.
- ¿Llegaste a quererme, Eros? - Le pregunte.
- No sé si sea útil responder esas cuestiones. Mira, con tus amigas quedamos que no iban a volver a hablar de mí, después de todo lo nuestro fue una solo aventura bastante larga para serte sincero, bastante apasionante y que nos consumía. Por eso nos dejamos.
- Por eso no volviste ni siquiera a enviarme un mensaje.
- Entonces, ¿Me recordas?
- Te hice una pregunta. ¿Llegaste a quererme? ¿Signifique algo para vos?
- Constantemente te decepcionaba, te hacía daño. No era bueno para vos, a pesar de todo... sí te quise, mucho... vos me querías de verdad, yo sólo te quería. La diferencia era que lo mío era temporal...
- Y lo mío, en cambio, iba a perdurar.
- De verdad, te pediría perdón...
- Todos los días. - Terminé de decir su frase.
- Fuiste lo más increíble que me ocurrió, pero no podía verte.
- Sé lo que eso significa. Aun que te pusieran lentes. Ni siquiera ahora ibas a poder verme, de todas formas no vine por eso.
- ¿A qué viniste?
- Vine a dejarte esto. - Dije sacando una carpeta con poesías, cartas y dibujos dedicados a él. - Te pertenecen, son tuyos. Yo no soy la chica que conociste, la chica que realmente conociste esta entre estas líneas y era alguien que realmente te quería, de verdad cómo lo escribió muchas veces. Ahora soy una página en blanco que la vida y sus casualidades, o mejor dichos accidentes, se encargo de borrar.
- ¿Por qué lo haces?
- Por que a pesar de que nunca me quisiste como quise, a pesar de que nunca vas a llegar a quererme tampoco... solo quiero que me recuerdes para siempre como la chica que te regalo cien cartas, veinte poemas y treinta dibujos boceados. Como la escritora loca y obsesiva, como la chica que de quería, como la que te regala su propia máquina de tiempo en papel y tinta, como la chica con la cual tuviste una simple aventura y vive entre estas páginas; se murió, se fugó, esta enterrada pero que su esencia esta aquí y ahora te pertenece para siempre, con amor. Adiós Eros, ahora sí. Adiós. - Me despedí dejando los papeles sobre la mesa.
- Espera. - Dijo él mientras tomaba mi brazo. Me miró con sus ojos negros tan profundos que podrían enamorar hasta la persona más vacía. - ¿Podemos leerlos juntos?
- ¿Con qué objetivo? Sé cada fragmento de memoria.
- Yo sólo... es que, nosotros antes... - Balbuceo.
- ¿Nosotros qué?
- Solías leerme, me leías poemas de Neruda, páginas y páginas de los libros que más te gustaban. Marquéz, Córtazar. Simplemente... no te vayas.
- ¿Sabes que es lo peor de esto? - Dije con la mandíbula tiesa. La mirada quieta y sosteniendo la voz que comenzaba a quebrarse.- Que nos conocimos y te quise, pude hasta llegar a amarte y nunca lo pudiste ver. Aún hasta después del accidente, preferiste quedarte en el olvido. Borrarte de mi vida cómo si decidieras lo que quiero o no recordar. Ni siquiera lo volviste a intentar, te acobardaste de que no te volviera a recordar, ¿Y sí lo hacía? ¿Y si te recordaba? Estoy aquí, parada delante tuyo... y simplemente aún con mi mapa en blanco continúo buscándote... es tan agotador, nunca me preguntaste lo que quería...
- ¿Qué es lo que quieres? - Pregunto culpable en voz baja.
- Te quiero a vos. únicamente a vos... Y no voy a espe... - Sin dejar que terminará, me abrazó. Aún con los ojos llorosos, el simplemente era lo que necesitaba. Fue esa clase de abrazó que te hacen olvidar por completo del mundo. Me abrazó y eso, exactamente eso, era lo único que me había hecho falta.
- Vamos adentro, ¿si?
- Esta bien. - Respondí, limpiándome el rostro.
- Hay demasiadas cosas que debería explicarte. Primero, siempre fui a visitarte al Hospital, estaba cada día observándote desde lejos, dejándote esas margaritas que cortaba del lago cuando regresaba de trabajar.
- Gracias por las margaritas, son mis flores preferidas.
- Lo sé, me lo comentaste muchas veces, pero se veían tan opacas con esas rosas que te dejaba aquel chico, ese chico alto, atractivo, buena gente.Y con el paso de las semanas simplemente me di cuenta, aquel chico era el que te merecías. Me dijeron que comenzaste a salir con él.
- Sí, Valentino se llama.
- Recuerdo que una vez me comentaste sobre él.
- ¿Qué te dije?
- Hubo una semana que estabas muy enferma, resfriada o algo así. Y como siempre fui un desatento, me habías comentado que Valentino te acompaño hasta el Hospital y se ofreció a llevarte de nuevo las veces que te volvieras a sentir mal. Que él era muy atento, y que había estado enamorado de vos por mucho tiempo. Me dijiste que no sentías nada por él, pero que era la clase de chico que siempre habías idealizado.
- Sí, Valentino es amable; inteligente; tiene buena expresión y de un amplio vocabulario, es el tipo de chico que te encontras en la Universidad, que podes invitar al cine, a hablar toda la tarde de libros o canciones por la madrugada.
- Sí, lo opuesto a mí.
- Exacto.
- Nunca supe porque te llegue a gustar. Recuerdo que me gustabas tanto pero me enamoré de otras chicas, y cuando te enamoraste de mí...
- Eras indiferente a lo que sentías.
- Estaba ocupado en cosas más importantes, más serias.
- Quizá sólo quería apoyarte, hacerte sentir mejor. No lo sé.
- Deberías volver con Valentino.
- Debería no verte nunca más.
- Deberías cerrar la puerta cuando salgas.
- Deberías callarte...
- Deberías callarme.
Nos miramos. Y fue como una atracción instantánea. Sus ojos, la habitación, su piel llamándome.
Nos besamos. Fue mutuo. Nos besamos como si fuera la última vez, como si nunca lo hubiéramos hecho.
- Esto esta mal. - Dijo él.
- Sí, bastante mal. - Le sonreí.
- Estoy de novio. - Respondió.
Mi rostro se transformo, se caía en pedazos.
¿Qué demonios hago aquí? Me preguntaba mil veces por segundo la conciencia.
- Me voy. - Fue lo último que dije. No volví a mirar atrás.

Así era él, supongo. Después de tantas letras no me había quedado claro cuán rápido podía llevarte al cielo y en un instante darte una patada para verte caer al infierno con una gran sonrisa en su rostro. Así era Eros, un maldito manipulador.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Dec 18, 2017 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Barro tal vez.Where stories live. Discover now