Bajo un cielo TAN azul

98 7 1
                                    

El aroma de las flores se me viene a la cabeza cuando recuerdo mis primeros días como jardinero. En el norte de Argentina el clima es casi tropical. Los jardines rebosaban de flores y de árboles frutales. Eran enormes, algunos ocupaban más de una manzana entera. Eran verdaderos parques. A veces las casas no eran tan grandes, ni eran de gente muy adinerada, pero en el norte la tierra era fértil y era un placer sentarse en un gran jardín a disfrutar de unas vacaciones. En cuanto a mí, era muy feliz haciendo mi trabajo. Como dijo Roque, la jardinería era buena para la mente. Me levantaba todos los días a las cinco y media de la mañana. Arrancaba mi camioneta tras beber un té regional y comer algunas frutas tropicales. Conducía no más de una hora y me ponía a trabajar. Empujar la máquina de cortar el césped en pendiente resulta muy pesado, y había pendientes por todos lados. La grama bahiana (que era el césped que todo el mundo tenía) era más gruesa que el pasto común y frenaba bastante mi avance por el jardín. Tras pasar la máquina de cortar césped tenía que agarrar la desmalezadora para cortar rincones y lugares donde no podía pasar con la máquina. Después con una pala removía la tierra de los canteros para marcar el límite del pasto. Después con una pala más pequeña arrancaba los yuyos y hiervas de canteros, macetas y demás. A veces tenía que rociar con el herbicida algún espacio en el que no debería crecer la hierva. En otros casos tenía también que limpiar las picinas. Era feliz. Después de realizar estas tareas de mantenimiento general regaba un poco las plantas y eso era todo. 

Las gotas de sudor se me acumulaban en la frente por el calor y el esfuerzo físico. Bebía agua fresca de la manguera. El olor a hierva cortada y a tierra mojada me invadía y me confortaba. Durante la semana llevaba mi rutina con disciplina militar. En cuatro días tenía el trabajo terminado, pero siempre agarraba algún trabajo extra que me pasara Roque, a quien me encontraba en el camino o trabajando en algún jardín aledaño casi siempre. Y eso hacía los viernes: Trabajaba algo más y me hacía algún dinero extra. A veces hacía otra clase de changas como pintar paredes, reparar cercos y ese tipo de cosas. No solo no me molestaba sino que me daba algo que hacer. Mi vida, en el fondo, estaba algo vacía. Había adquirido en el pueblo un tocadiscos-radio. Pero las estaciones de música que sintonizaba solamente pasaban chamamé o música folclórica. También algo de música popular, cumbia y ese tipo de géneros. Los programas de Rock estaban de madrugada y solamente podía escucharlos cuando no tenía que levantarme a trabajar al otro día. Adquirí algunos discos que tenía que guardar en un closet fresco para que no se dañaran por el calor. Casi no conseguí vinilos que me gustaran así que prácticamente todos mis discos eran de música clásica. Era todo un deleite sentarme en la galería de la casa a la noche ante el campo abierto en la noche tropical a escuchar a Chopin y a Beethoven. Además de eso, no tenía televisión, de vez en cuando leía algún periódico o conseguía algún libro en el pueblo. Los sabados a la noche si que hacía cosas. Casi siempre íbamos con Roque al centro del pueblo a tomar unas cervezas bien heladas en algún bar, a veces comíamos en su restaurant y hablábamos del trabajo. 

-¿Viste la casa que tiene los enanos esos en forma de "v"? 

-Si.

-El otro día, vos no sabes. Me apareció, hermano, una víbora y la cagué cortando de un palazo. Y para hacerle una joda a la bruja se la puse en la cama. Pobre casi se caga encima. Y después casi me caga a piñas.- Decía Roque riendo sus fechorías.

A veces, ahora que me doy cuenta, contaba muy buenas anécdotas y hacía buenas bromas. Algo que aprendió, como no, en el trabajo. Roque no sabía de música, ni de libros, ni de Rock, ni de nada, de nada. Solo sabía trabajar. Y hacer alguna broma para pasar el tiempo. Y contar anécdotas divertidas o interesantes. Cuando trabajabamos en jardines vecinos me llegaba su voz desde lo lejos contándome algo, yo escuchaba atento. Era como escuchar una cascada. Su voz era apacible. Y siempre ayudaba a que el trabajo se volviera ameno.

Juan cargó su fusil (Resident Evil fan fic)Where stories live. Discover now