...hoy me arriesgo a todo sin mirar atrás (Parte 2)

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Toda la habitación está silenciosa. Puedo oír mi corazón latir. Siento lágrimas quemando en mis ojos. Lo he dicho. Ahora no lo puedo retirar.

Laura es la primera en reaccionar. "Pues... está bien. Conozco a una chica que tiene una novia y ellas son muy contentas juntas. Es algo completamente normal–"

No puede terminar su frase porque mi padre la interrumpe. "¿¡Normal!? ¿¡Crees que es normal!? ¡Es normal enamorarse de una chica si eres un chico y amar a un chico si eres una chica!" Su grito me pilló en frío. No esperaba que él se enfadara tanto.

"¡Mi hijo no es gay!" grita y golpea la mesa. El cubierto tintinea a causa de la fuerza de su mano y no lo puedo contener más. Lágrimas brotan de mis ojos en un río implacable.

"¿Estás seguro?" mi madre me pregunta en voz baja y preocupada. Qué pregunta ingenua. Claro que estoy seguro de que amo a Simón más que a mi vida. Si no estuviera seguro, no lo confesaría a mi familia.

"Sí," le respondo entre sollozos.

"¡No puede ser verdad!" Mi padre se pone de pie lleno de rabia y empuja su silla haciendo que se caiga al suelo con un ruido ensordecedor.

"¡Papá!" grita mi hermana furiosamente y está de pie en un salto.

"Ya no tengo un hijo," dice mi papá en voz grave y quiere irse. Normalmente pelearía contra mi padre si me grita porque tengo diecisiete años, casi soy adulto, pero ahora no puedo. Algo ha roto dentro de mí al escuchar sus últimas palabras.

Puedo distinguir la ira en la mirada de Laura cuando le bloquea el camino a mi padre y se posiciona en el umbral. "Si dices esto, tampoco tienes una hija," silba rabiosamente.

"¡Laura!" grita mi madre indignadamente.

Ya no puedo contenerme. Veo como mi madre llora en silencio, como Laura le grita a mi padre, empujándolo hacia la mesa y como él le grita a ella con la cabeza roja. La cocina está llena de rabia, ira, gritos y tristeza sólo porque yo amo a Simón. Con lágrimas en mis ojos me voy de la habitación, corro las escaleras hacia arriba y entro a mi cuarto, dando un portazo. Quiero dejar esa maldita cocina en la que mi familia se está destruyendo sí misma.

Cierro la puerta con la llave y me siento en mi cama, cubriendo mi rostro en mis brazos. Lloro sin parar y escondo mi cara en mi almohada. Hace una hora fui la persona más feliz del mundo y de un momento al otro todo ha cambiado. Siento el tacto de mi colcha en mi cuerpo y no puedo evitar pensar que Simón la ha tocado también, pensar en lo que casi pasó acá hace una semana cuando lamentablemente Monchi tenía que irse temprano.

"¡Argh!" echo un grito sordo de desesperación en la tela suave. Simplemente no sé qué hacer. Estoy llorando un océano, pero el dolor de que he roto mi familia no quiere salir de mí. No importa cuántas lágrimas brotan de mis ojos, no traen este sentimiento de culpa y asco sobre mí mismo consigo. No sé cuánto tiempo haya pasado, pero cuando levanto mi cabeza de mi almohada mojada, todavía puedo oír el ruido que viene desde la cocina y puedo escuchar gritos mezclados de mi padre, de mi mamá y de Laura.

Sólo hay una cosa que puedo hacer para consolarme. Mejor dicho, sólo hay una persona que me puede tranquilizar: Simón.

Cojo mi celular y lo llamo, respirando rápidamente, pero Simón no contesta. Lo llamo otra y otra vez, pero no descuelga. Cuando lo llamo la quinta vez, alguien golpea en la puerta. Me sobresalto asustado y oigo la voz de Laura.

"Papo, ¿cómo estás?"

Ya que no le respondo, pregunta, "¿Me puedes abrir la puerta, porfa?"

Me pongo de pie y lo hago. Cuando alzo mi vista y la miro en la cara, noto que ella ha llorado. Antes de que yo pueda hacer algo, me jala en un abrazo fuerte.

Si Tú Te VasWhere stories live. Discover now