DIEZ [parte UNO]

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La risa de Tronn estalló, muy por encima de las voces de los demás compañeros de trabajo. Mikael le seguía por poco, mientras carcajeaba, con los ojos llorosos y las mejillas —generalmente pálidas— de un color rosáceo intenso, como cuando le había golpeado horas previas a la llegada del resto de su equipo y del mío. Llevaban un buen tiempo riéndose él y las muchachas, e incluso Rafael, aunque unos minutos después, parecía divertirse.

—¡Y entonces, me asomé a la puerta del sótano ese y dije...! —Therra contaba la gran historia de cómo nos había rescatado por tercera vez. Y lucía en su punto de vista, más divertido por cada repetición—. ¡Fue brutal!

Mi mejor amigo, Tronn Derenn, asintió a mi favor al notar mi gesto disgustado. Apenas había probado la comida traída de su parte y me negaba en rotundo a unirme a esa «placentera» conversación.

—Claro, claro —reprimió unas cuentas risitas e inhaló profundo. Al soltar el aire, volvió a sonreír; apoyó unos dedos en mi hombro izquierdo y la otra mano en el de Mikael—. Aun así, creo que también habría reaccionado de la misma forma si no supiera lo que pasaba.

—¡Oh, por favor! —se jactó el albino al deshacerse de la gruesa capa oscura—. No era tan complicado de saber. Yo nunca... pertenecería a algo así; por algo me han aceptado en la casa de Zinnon para estar con ustedes. Nadie podría burlar su seguridad.

Resoplé fastidiado y con cierta indignación. ¡¿Cuándo se suponía que mentía o no?!

—Entonces explícalo —su rostro se tornó demasiado pálido de repente; el tono rosa de antes había desaparecido por completo y ahora se asemejaba a la nieve—. Explica ese detalle que... ¿Nadie sabe, acaso? —exigí.

Sin embargo, aprovechó el que nadie notó su cambio abrupto y en vez de eso, rio más alto que antes, como si hubiera decidido unirme a esa graciosa conversación de antes.

—Yo... —rio de nuevo— no sé de qué hablas. —No obstante, sus ojos sobre los míos, los labios y ese ceño fruncido podrían haber asesinado cuanto tuvieran en frente. Su voz era pausada, suave; arrastrada y cautelosa.

Ese lienzo de gris sobre blanco nunca se me hizo tan tétrico como entonces: parecía un gato, pero uno sacado de alguna leyenda de la Vieja Época, en la que los cinco continentes albergaban vida. Y aunque había detestado esa traición, fuera por broma o real, no estaba capacitado para asegurarlo todavía. Tal vez sí fingió serlo. De ser así, ¿cómo?

Me planteé que si quería descubrirlo, tendría que preguntárselo, por lo que mis dudas —muchas, de hecho—, las expuse ante todos:

—¿Qué fue lo que hiciste para burlarlos?

Su gesto volvió a tensarse, aunque de forma más precavida. Tamborileó unos cuantos dedos sobre la rodilla bajo el pantalón negro; cuando su grupo llegó junto a Rafael y las muchachas, se quitó la capa rebelde lo más rápido que pudo.

—Viví casi toda mi infancia y adolescencia en Lorên —comenzó a narrar. Todos callamos al inicio de la historia, con la luz del fuego lejano como única iluminación del Centro de Contención, donde los cristales rotos y la cerámica a punto de resquebrajarse mostraban el fantasma de lo que anteriormente fue uno de los más importantes puntos de comunicación del Estado de Lorên con Mörr.

»Y por eso, tengo varios amigos de toda la vida en este pequeño Estado olvidado. Cuando Rafael envió la señal a mi grupo de que no había ningún signo de ustedes, Tronn se preocupó y decidió que debíamos marchar a su puesto para ayudarles. No sabíamos si era un ataque o redada... o algo similar, por lo que me acerqué primero. Si alguien me veía, simplemente me cubría con una capa oscura que no dejara ver la placa de Mörr y listo.

La cárcel de los rebeldes #PGP2023Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum