1. Nínive

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Nota: A lo largo de la lectura encontrarás pistas de audio como acompañamiento, procura reproducirlas mientras lees para completar la experiencia ^^

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El paso por la embajada había sido más fácil de lo que pensaba. Todos son bienvenidos, a pesar de la guerra. Es increíble pensar cómo pueden existir tantos mundos dentro de una misma nación. Uno en donde las personas mueren, otro que finge que no ocurre nada y, finalmente, el que estaba por visitar...

El centro de Irak era el destino. Pero las adorables mujeres con el burka y los amables oficiales de policía habían quedado atrás. Ahora estaban a su suerte, ante un conflicto bélico con siglos de antigüedad.

La zona de conflicto estaba justo al frente. Era de noche, el sonido de los fusiles de asalto acompañaba los brillantes destellos de la munición disparada de lado a lado en el campo de batalla. Se ocultaba detrás de un muro derruido, con su madre al lado, ambos vestían una túnica árabe para pasar tan desapercibidos como fuese posible.

—La entrada está por allá, hijo —habló su madre en voz baja, a su oído—. No tengas miedo, lo harás bien. Esta experiencia te servirá.

—¿De verdad hacen esto cada año, madre? —cuestionó Kein, un joven de 24 años.

Su madre le dirigió una sonrisa tranquilizadora.

—Este año es especial, el Supremo ha organizado la celebración. Ahora ven, yo te guío.

—¿Crees que padre habría estado de acuerdo con...

—No lo menciones, Kein —atajó ella, furiosa—. Él no es como nosotros. No entiende la necesidad de esto.

La mujer lo sostuvo de la mano y echó a correr a gran velocidad. Kein también lo hacía, usando las sombras para disfrazar su presencia. Estaba nervioso, era la primera vez que conocería este mundo. No le gustaba la idea, pero su madre insistía en que era lo correcto. Estaba seguro de que su padre no lo habría consentido, por lo que salió a escondidas. Sus padres se habían separado hace tiempo, a decir verdad, era un milagro que ella no hubiese matado al hombre con tal de que él y su hermano tuviesen una vida tranquila, por lo menos hasta la madurez.

Atravesaron a gran velocidad el campo de batalla, cubriéndose de los proyectiles entre las ruinas de la ciudad. Descendieron al subterráneo a través de las cloacas y siguieron corriendo, hasta llegar a una sección que lucía distinta al resto.

De aspecto antiguo, pero en excelentes condiciones, el muro dejaba de ser de ladrillo para convertirse en roca. Su madre se acercó para colocar la mano sobre la rugosa textura y un brillo dorado se desprendió al contacto. La luz envolvió por completo a la mujer, levantando su cabello y haciendo ondear su vestimenta, hubo un crac y el muro se abrió.

—Es por aquí, Kein —dijo ella—, una de las entradas a los Jardines de Nínive.

El muchacho tragó saliva. Siguió a su madre adentrándose en un oscuro túnel, iluminado por antorchas, que descendía más y más. Tenía miedo, pero no podía evitar sentirse curioso. Estaba justo debajo del centro de Irak, a punto de ver una de las maravillas del mundo antiguo, aquella que en el mundo humano llamaban Los Jardines de Babilonia.

 Estaba justo debajo del centro de Irak, a punto de ver una de las maravillas del mundo antiguo, aquella que en el mundo humano llamaban Los Jardines de Babilonia

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