4. La Fosa

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La caída fue larga, su aterrizaje estrepitoso

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La caída fue larga, su aterrizaje estrepitoso. Levantó polvo y escuchó los huesos de alguien fracturarse. No eran los suyos. Se puso de pie como un resorte. Debajo de él estaba el cuerpo de un hombre sin vida, su estómago estaba abierto y sus entrañas se habían esparcido en el área circundante.

Kein se llevó las manos a la boca aguantando una arcada, sin embargo... en cuanto captó el cálido aroma ferroso de la sangre, sintió un cosquilleo en su garganta. Comenzó a salivar. Dio varios pasos hacia atrás, aterrado por la visión y por esa monstruosa sensación. ¿Qué estaba sucediendo?

Miró a su alrededor, escuchaba los gritos muy cerca, estaba en el fondo de la fosa. Hacia arriba, se alcanzaba a ver la salida, a bastante altura como para alcanzarla de un salto; a sus lados, la vorágine se llevaba a cabo. Estaba oscuro, había caos. Era un espacio amplio y circular en el que los humanos corrían desorientados, replegándose hacia las paredes, escapando de sus depredadores. Un centenar es lo que podía calcular. Hombres, mujeres y ancianos luchaban de forma inútil para evitar ser capturados. Una decena de vampiros jóvenes se lanzaban hacia ellos, directo al cuello, a la yugular. Mordían arrancando carne y tendones para beber sangre, litros y litros de sangre.

Kein observaba la escena aterrorizado, sin saber qué hacer. Esto era horrible, una masacre. Él lo sabía bien, para un vampiro la sangre es sólo como el endulzante. La proto-energía*, la energía vital, el alma —como los humanos llamaban a eso—, era su verdadero alimento. Los estaban devorando, absorbiéndoles la vida para extender la suya. Y él... él... ¿tenía que hacer lo mismo? No se sentía capaz. Y por supuesto que no lo haría. Tenía que encontrar la manera de salir de aquí.

Watch out, you idiot!

Sintió un empujón y alcanzó a ver un destello dorado perdiéndose en la oscuridad. Los otros 'recién resucitados'como él— se alimentaban con alevosía del ganado humano. Dorado, ese era el color que desprendía el aura de los kinianos* y, por ende, de un vampiro. Así se identificaban.

Mausada! Mausada!

Los gritos árabes de una joven llegaron a sus oídos. No entendía lo que decía, pero su voz desgarraba el alma. Al plantar su mirada en ella se dio cuenta del porqué. La mujer, que se recluía en un muro lejano, protegía su vientre redondo con sus manos. Dos de los tres hombres que la protegían sucumbían ante el poder vampírico, algo bastante normal considerando que, cada uno de estos seres, podía llegar a tener la fuerza de cincuenta hombres.

El instinto de Kein ardió en su interior, apretó ambos puños con fuerza y se lanzó a toda velocidad hacia la mujer. Era un vampiro, después de todo, tenía que... No, ya habría tiempo para lamentarse después.

Con una fuerte embestida arremetió contra su congénere, arrojándolo con gran potencia, haciéndole impactar contra el muro de roca ante la atónita mirada de los presentes. Sin pensarlo dos veces, levantó a la mujer de la cintura y dio un gran salto hacia arriba. Tocó muro con un pie y se impulsó para saltar otra vez en dirección opuesta. Repitió el proceso y alcanzó a salir de la fosa con tres saltos.

La mujer que llevaba en brazos se encaramó de su cuello al sentir la velocidad. Llevarla no era nada para él, era como levantar una pluma. No era la primera vez que usaba los poderes vampíricos, estaba familiarizado, pero beber sangre... sólo la de animales. Para Kein no había diferencia entre las razas de forma humana, la vida de esta mujer valía tanto como la suya.

Esquivó tantos vampiros como pudo, ignorando los gritos de júbilo que se convertían en insultos al ver que se dirigía a la salida. Seguro que su madre se habría unido a ellos. No podía permitir que lo tocasen, sabía que, si lo hacían, lo capturarían al ser mucho más fuertes que él. Tenía que huir, salir de ahí.

Alcanzó la puerta del gran salón y corrió de prisa —con más de cien vampiros pisándole los talones— por los largos pasillos hasta llegar al cuarto de bienvenida. Sin embargo, apenas llegó, las antorchas titilaron y la temperatura descendió abruptamente.

Kein paró en seco antes de llegar a la entrada, bruma púrpura se acumulaba adelante. Un escalofrío le recorrió la espalda, un sentimiento de impotencia y terror lo invadió. Una presencia que lo hacía sentirse infinitamente pequeño, tomaba forma frente a él.

 Una presencia que lo hacía sentirse infinitamente pequeño, tomaba forma frente a él

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Conteo de palabras: 752

*Kiniano: Es una forma de vida energética cuya verdadera apariencia es un ente etéreo (invisible a la vista humana). Suelen vivir en biocontenedores, que son cascarones orgánicos con forma humana y que sirven para relacionarse con otras formas de vida. Viven ocultos en nuestra sociedad, algunos de ellos han desarrollado una enfermedad llamada vampirismo.

Vampirismo: En cierto punto de la historia, se desarrolló una enfermedad que afectó a los kinianos. Su biocontenedor puede gozar de inmortalidad siempre y cuando absorban la energía vital de otra forma de vida. La adicción a la sangre y la fotofobia son algunos efectos secundarios. Se dice que Kalro, El Supremo, fue el primer vampiro.


El SupremoWhere stories live. Discover now