Capítulo 1

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El olor a café comenzaba a inundar la cocina para cuando volví, una toalla envolvía mi cabeza y estaba a medio vestir, descalza, usando unos jeans con otra toalla actuando de camisa.

Apagué la estufa rápidamente y me encargué de guardar mi almuerzo antes de sentarme a devorar mi desayuno a la par que ojeaba el libro de texto con el que me había dormido anoche pegado de la cara.

Para esa clase de días, en los que estaba a unos posibles dos retrasos de ser suspendida, agradecía la rapidez que me había conferido trabajar en un restaurante. En general, tenía bastante por agradecerle a Jin.

Papá no estaba en el departamento, y la cena ya descompuesta que encontré sobre la mesita de la cocina me confirmaba que tampoco había pasado la noche. Para variar.

Al finalizar de comer mis alimentos, me dirigí a paso apretado hasta mi alcoba para terminar de prepararme.

Cogí una camiseta celeste al azar de mi armario, desenredé mi cabello con quizás un poco más de fuerza de la necesaria y finalmente tomé mi mochila antes de salir pitando del apartamento, todavía con aquel fabuloso libro de historia en mi mano siendo leído pese a que la posibilidad de darme contra un poste ya de por si es bastante alta sin necesidad de tener algo obstaculizando mi vista.

Los músculos de mi cara solo esperaban no tener que pasar por lo mismo tan pronto.

Ya estaba en la calle para cuando conecté mis audífonos al móvil y sencillamente me dejé perder en la música. El clima estaba particularmente poco asqueroso este día y la mañana marchaba con buen tiempo. Procuraba mantener un ritmo acelerado y ya pronto hube recorrido unas cuatro calles antes de percatarme. En fin, lo único que podría mejorarlo sería que cancelaran las clases. Aunque claro, era consciente que tanta bondad ni el mismísimo Cielo podía permitirs...

La sensación de algo húmedo cayendo sobre mí llegó al mismo tiempo que mis oídos registraron el sonido del motor pasando a mi lado.

Para cuando me percaté, algún imbécil con deportivo negro se había dado a la tarea de brindarme mi segundo baño de la mañana.

Maravilloso.

Sencillamente aquello era maravilloso.

—¡Aprende a conducir, animal! -Agité mis brazos frenéticamente, mi bolso cayendo a la altura de mi codo. Afortunadamente, el agua no lo había alcanzado.

Veia complicada la posibilidad de que en verdad pudiese escucharme; claro que, un segundo más tarde cuando hizo rugir con aún más violencia el motor de esa bestia, e hizo sonar su claxon, la certeza de que me había escuchado y se burlaba de mí me enrojeció de la indignación.

Tener a todos los transeúntes cotillas de la calle mirándome tampoco colaboraba mucho para evitar mi desmedido sonrojo.

Como mínimo, esperaba que el agua de ese charco no estuviese tan sucia y agradecía que por lo menos tuve los suficientes reflejos como para proteger mi libro.

Elevé la vista y perseguí el auto a través de la distancia tratando de memorizarlo a detalle, si llegaba a verlo cerca del restaurante me encargaría de regresarle el favor de la mejor manera posible con un par de aplanadores de carne.

Para cuando pisé la preparatoria ya había dejado de escurrir agua a mí paso y toda mi esperanza infundada sobre la cancelación de las actividades se esfumó, como era de suponer. Me hubiera encantado tener un poco más de tiempo para estudiar antes del examen de historia, pero nada se podía hacer al respecto.

Marché a través de los descoloridos pasillos propios de una escuela pública, abriéndome paso entre la infernal multitud, también propia de una escuela pública, mediante no muy cordiales empujones. Claro que, en el Instituto San Sebastián la supervivencia se limitaba a empujar o ser empujado, como aprendí al entrar el primer día hace dos años.

Reaper -La Muerte del ringWhere stories live. Discover now