Capítulo 3

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El estruendo de cristal impactando contra algo y quebrándose fue lo que me despertó.

Un poco aturdida, sobé mi rostro, percatándome con el reloj de mi móvil que eran poco pasadas las tres de la madrugada, es decir, su hora habitual de terminar la jornada laboral. 

Fabuloso. Astronomicamente fabuloso. Papá había llegado a buen tiempo.

Maldito sea el whisky.

Me había dado la vuelta en la cama y abrigado hasta la nariz de nuevo cuando la emoción causada por mi abrupto despertar hubo pasado, nada dispuesta a desperdiciar mi sagrado y valioso sueño por papá. Quien borracho y todo, conocía bien dónde guardaba su cena y todavía lo consideraba perfectamente capaz de recordar la localización de aquel apestoso lugar que hacía llamar su cuarto.

No obstante, tuve que levantarme para cuando escuché la segunda cosa estrellándose contra el piso, negada a permitirle al ebrio acabar con la vajilla de casa como que tuvieramos dinero de sobra para reemplazarla. Cómo le encantaba joder a ese hombre.

Calcé mis zapatillas de andar en casa, me aproximé a la puerta arrastrando torpemente mis pies y con la luz de la linterna de mi celular guiando el camino. Podía saborear las quejas que estaba a punto de espetarle tal cual como un caramelo ácido.

Delante del portal, alargué la mano todavía con el sueño marcando mi lentitud, y fue entonces, justo cuando me disponía a tomar el picaporte para salir al pasillo, que escuché mejor sus voces.

Me detuve en ese instante, literalmente congelada en el mismo sitio y con el corazón escalando su ruta a través de mi garganta.

Ahí de pie, posiblemente con lagañas y uno que otro rastro de saliva en la mejilla, me percaté que no me encontraba sola -un muy astuto descubrimiento de mi parte, cabe resaltar-, pero no se trataba de papá tampoco.

Lancé un juramento, sin saber qué hacer durante a penas un segundo antes de lanzarme de nuevo hacia la puerta y pasarle el pestillo de la manera más silenciosa que el material me permitió.

Observé a mi alrededor, pensando, o más bien, revanando mis neuronas con tantos cuestionamientos inútiles en tan poco tiempo que me sorprendió haber sido capaz de pasar el primer grado de primaria.

Respiré hondo, percibiendo el rumor de sus pasos cada vez tan cerca como el vómito de mi boca.

Tenía que hacer algo. Carajo. Tenía que hacerlo. No podía sencillamente quedarme ahí como las imbéciles protas de esas novelas de romance que suelo leer, ser rescatada es un lujo con el que no puedo contar.

Troté hasta mi peinadora y cargué con la silla hasta localizarla debajo del picaporte de la puerta como una protección adicional. Y entonces, observé mis manos temblorosas mientras sopesaba las consecuencias de llamar a la policía, que de hecho, si esos tipos eran realmente quienes creía que eran, serían muchas. Demasiadas.

Cerré los ojos, casi fantaseando con estar en otro sitio lejos, muy lejos de este apartamento, no me importó detallar un destino más allá de solo lo muy distante que sería. Eso claro, hasta que comenzó el forcejeo en la puerta y tuve que hacer un doble esfuerzo para no hacer ruido cuando me atraganté con mi saliva.

Permanecí estática por un par de segundos, una serpiente helada ascendiendo por mi columna como un mordaz recordatorio.

—Esta está cerrada, T –Murmuró alguien, solo podía deducir que era hombre puestos a lo grueso de su tono.

—Ha de ser la hija. –Respondió quien supuse era el mencionado T, su voz tan o más siniestra de lo que uno esperaría, incluso más que la del primer hombre.

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⏰ Last updated: Aug 14, 2023 ⏰

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Reaper -La Muerte del ringWhere stories live. Discover now