Capítulo 3: Hace dos años

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–¿Y? ¿Dónde iremos a almorzar hoy? -caminaban en grupo con todos sus amigos, hacía un clima bastante caluroso pero agradable. Era usual escuchar las quejas de Alex sobre lo horrible que sabía la comida de ese lugar.

–Pues al mismo de siempre, qué no ves que  somos pobres? -habló Lazz, una chica bajita, morena y muy perezosa, siempre tenía desordenada su negra cabellera porque le daba pereza arreglarla.

–Joder, no sé cuánto más pueda durar así, esa comida está a reventar de grasa asquerosa… y ni siquiera sabe bien.

–Deja de exagerar, compórtate como hombre de una vez y come sin quejarte. -le molestaba Samay.

–… Pero si no soy hombre. -siempre que hablaban sobre eso era débil.

–Pero ya quisieras no? -Kuma era un chico alto y rellenito, con él nunca faltaban las bromas de mal gusto o los chistes malos.

–Cállate…

Entre su grupo de amigos también se encontraba Meth, ella decía ser un hombre gay atrapado en el cuerpo de una mujer al igual que Lazz, ambas eran muy divertidas.

Al terminar de almorzar en medio de pláticas y risas amenas debían regresar al instituto pues debían asistir mañana y tarde.

En bachillerato las cosas se tornaron muy difíciles para Alex, y no solo para ella sino para los miles de estudiantes que como ella asistían todos los días. Sin embargo ella mantenía muchos más problemas por su “mal comportamiento” según los ortodoxos maestros, mientras ella solo quería libertad en el enorme imperio que la institución había formado a través de los años.

Una tarde fresca en la que regresaba a casa caminando a paso lento, después de haber dejado a Samay en su casa, pensaba en uno de sus increíbles sueños, esos que delataban su inmensa imaginación, meditaba sobre el por qué eran tan realistas, por qué siempre olía, sentía, veía y probaba como en la vida real y por qué siempre eran tan largos? Mientras todos esos pensamientos inundaban su cabeza no se percató de mirar a los lados cruzando la carretera, desafortunadamente el camión de carga que ya no podía detenerse, Alex volteó y abrió los ojos en grande, su corazón bombeaba con mucha fuerza y sin siquiera respirar el enorme camión a punto de aplastarle desapareció de su vista.

Ya en su casa, Samay salió de su habitación para ir por un poco de agua, caminaba descalza sobre la alfombra y se asustó al cruzar de la sala para llegar a la cocina.

–¿Alex?… qué haces aquí? -su confusión se disipaba cuando se dio cuenta que estaba en la cocina. –Quizá tenía mucha hambre y no aguantó hasta llegar a su casa* -pensó.

–Uh… Yo…- al igual que su amiga, ella estaba muy confundida y tratando de tropezar con la verdad. –Bien, piensa… Estaba en la carretera y luego el camión desapareció?... Eso no tiene sentido, yo… Yo desaparecí o más bien me tele-transporté?* -mientras su mente seguía procesando una mano sacudiéndose frente a su cara le despertó del trance.

–Oye lobito… tienes hambre? -preguntó Samay, usualmente tenían ambas un apodo por su apariencia y personalidad. La personalidad salvaje y a veces fría de Alex le quedaba perfecta con su apodo.

–Ah! Sí, yo tenía mucha hambre y recordé que tenías un poco de filete de la vez anterior y decidí hacerle una visita a tu cocina. -rio nerviosamente, no se le daba muy bien fingir las cosas.

–Sonrió en señal de aprobación a su hipótesis* –De acuerdo, sírvete lo que quieras, estás en casa.- seguía sonriendo en toda su gloria, le agradaba la inesperada compañía y también le agradaba verla comer ya que al terminar ponía esa sonrisa de idiota que nunca le aburría. Por otro lado, Alex comenzaba a relajarse al pensar en ese grande, jugoso y delicioso filete que le aguardaba en el frigorífico, definitivamente la señora que cuidaba la casa era la mejor cocinando, también planeaba disfrutar pasar el rato con su hermanita.

Un sueño, una aventura Where stories live. Discover now