Capítulo 2: Dragones de oro.

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- ¿Cómo puedo yo asegurarme de eso, Lord Connington?

Preguntó Cersei luego de unos minutos en silencio, expectante y con mirada sumamente atenta.

- No soy un hombre de palabras, mi Reina. Soy un hombre de hechos. Así que no le prometeré nada en vano. - Dije con tono solemne. - Sin embargo, si me da la oportunidad estoy seguro de que no la defraudaré, Majestad.

La sala del trono quedó en completo silencio, como una tumba. El rostro de la reina estaba imperturbable, aun así podía percibir la desconfianza, cierto temor y una pizca de esperanza manando de ella. Aún no estaba seguro de cómo podía hacerlo, como podía yo percibir los sentimientos de las personas... Tal vez era un don... Tal vez mi padre me lo había heredado.

- ¿Sabe algo, Lyonel? El último hombre que se dispuso a traer el cadáver de la joven Stark murió a manos de ésta. Era Petyr Baelish.

Su tono era autoritario, con la ferviente creencia de inspirar temor al joven Connington frente a ella. Sin embargo el semblante del hombre nunca cambió, aunque por dentro, muy lejos de sentir temor, el joven sentía rabia, podía percibir como le hervía la sangre dentro de sus venas... Odiaba a Sansa Stark, pero aun así se mantuvo calmado, asegurándose de no perder la batalla mental. Con audacia Lyonel dio un paso al frente y le ofreció a la reina una sonrisa desinteresada.

- Sé sobre ello, sé que Lord Baelish era un hombre calculador. Inclusive uno de los más inteligentes de Poniente... Pero se dejó cegar por una cara bonita.- Lyonel dio otro paso al frente y habló con firmeza y seriedad.- Yo no me dejo cegar por nada.

La leona formó una sonrisa divertida con los labios, inclinándose levemente hacia delante en el trono impulsada por su curiosidad hacia el hombre.

- Muy bien, Lord Connington. Le cedo la oportunidad de honrar a su Reina y al reino entero... - Soltó amable, cambiando luego su tonalidad a una frívola y cortante. - Pero si falla debe saber que los Lannister pagamos nuestras deudas.


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Habían pasado dos días luego de la dichosa conversación con la reina, y sin perder el tiempo me disponía a partir esta misma tarde. Todo marchaba a la perfección por el momento; la leona se había ofrecido a darme unos cuantos soldados, pero sabía a la perfección que si eso sucedía no podría llevar a cabo mi plan, por lo tanto le convencí de que sería mal visto la llegada de una tropa Lannister a Winterfell, y que sería mejor llegar por mi cuenta con mis escasos soldados para no representar una amenaza. La reina estuvo más que de acuerdo por eso.

- Mi Lord, todo esta listo para partir.

Dijo Cord, sacándome de mis pensamientos.

- Diles que iré enseguida.

El guardia asintió con la cabeza y se fue a dar el aviso a sus compañeros, mientras que yo por mi parte me dirigí al lugar donde nos hospedábamos y recargué mi peso sobre el mostrador que había allí, mirando alrededor.

- ¡Sarah! - 

Llamé, esperando a que la joven castaña apareciera. La chica salió apresurada de una habitación contigua a un pequeño librero, cerca del mostrador; tenía el rostro sonrojado, su frente sudorosa, la chica estaba despeinada y la ropa desacomodada, con una mirada de sorpresa y cierta timidez en el rostro.

- Vaya, alguien ha estado ocupada.

Dije con una sonrisa perversa y tono divertido, la joven se sonrojó aún más... Por un momento pensé que iba a explotar. Ella pasó sus manos por su vestimenta alisándola y luego por su cabello, en un intento de acomodarlo.

- Mi Lord... Entenderá usted que con lo que yo gano aquí no puedo sobrevivir, tengo que hacer... otras cosas para poder alimentarme.

Expresó con vergüenza, bajando la mirada. El joven Connington percibió la honestidad de sus palabras, y sintió algo de lástima por la chica. Sacó una pequeña bolsa de cuero de su pantalón y la dejó sobre el mostrador, ganando así la mirada de confusión de la joven.

- Aquí dentro hay cinco dragones de oro. Echa al imbécil que está en esa habitación y luego toma la bolsa.

Dije con firmeza, sonriendo levemente a la chica. Los ojos de Sarah brillaban y sonrió alegre, sin saber que decir corrió a la habitación y pude oír lo que decía "¡Sal de aquí!" Exclamó la mujer y al instante se escuchó un golpe, seguido de un grito masculino "¡¿Quién te crees para sacarme de aquí, perra?!" Ante aquello una clase de ira me recorrió, cómo se atrevía a hablarle así a tan dulce criatura. Caminé apresurado a la habitación y entré, mirando la escena; el hombre era grotesco, alto y feo, por el pelo en su rostro le calculaba unos 50 años. Una pesadilla para cualquier mujer. Aunque estuviera desnudo me acerqué sin cortar el contacto visual a los ojos, dejando una distancia considerable.

- Sal de aquí ahora mismo o... podría cortarte un dedo... tal vez toda la mano por pegarle a una señorita.

Dije firme, sacando la daga que llevaba, pasándola suavemente por mi mano, la cual inmediatamente sangró por el filo que esta tenía, demostrándole al hombre lo peligrosa que era. Di un paso al frente y el hombre dio un paso atrás, por lo que sonreí triunfante. El horrible hombre se vistió con la velocidad de un rayo y salió del lugar, dejándome solo con la chica, notando la marca roja que había quedado en su rostro ante el manotazo de aquel hombre.

- Gracias por ayudarme.- Dijo ella, levantándose mientras ponía su mirada en la daga, curiosa por ello. - Es una daga peculiar... Nunca había visto una igual.

Bajé mi mirada a la daga, manchada por un fino hilo de mi propia sangre y la lancé hacia arriba, comprobando su perfecto balance mientras sonreía. Mirando luego a la chica.

- Es de acero valirio. Solo hay dos en todo Poniente.



Ya deben de sospechar sobre las intenciones de Lyonel... ¿O no? e.e

Dancing in the Dark. (Game of Thrones FanFiction)Where stories live. Discover now