THORIQ HELMSDEEP

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Thoriq miraba el plano del campo de batalla con rostro preocupado. Había habido muchos reportes de movimiento al sur del río, incluso con los barcos estacionado en la cuenca, las fuerzas orcas habían comenzado a movilizarse bajo el manto de la oscuridad. Era un movimiento atrevido, pero si bien no habían sucedido hechos que pudieran preocupar el desarrollo del asedio, Thoriq no podía dejar de preocuparse. Por órdenes del rey rhondo Terrik VIII, el control del asedio había sido cedido al enano, quien coordinaba y dirigía la avanzada.

Según el plan que Soren había propuesto, el asedio se desarrollaría en tres frentes simultáneos. Kirtan y el Ar-Gun se ocuparían de los frentes oeste y este respectivamente. Thoriq se ocupaba de coordinarlos a todos, pues era el que recibía las novedades desde la capital. Por último, Loares Líguris estaba encargado de controlar los barcos, aunque la parte más ardua de su trabajo ya estaba hecha, había decidido quedarse, seguramente esperando los laureles de la victoria.

Las aspiraciones de aquel noble humano no eran extrañas para Thoriq, aunque tal vez lo fueran para Soren. El enano estaba acostumbrado a vivir en una sociedad en la cual la fama y el poder iban tomados de la mano. En especial durante situaciones excepcionales como la guerra, donde el ser visto como un buen militar era más importante que ser visto como un buen gobernante. Se sabía que Loares no era un líder de hombres, pero era sí una de las personas más adineradas y era el dueño de una de las empresas más importantes de comercio marítimo, tenía lazos con gran parte de las islas del norte y del oeste. Fue uno de los grandes perdedores del incendio de la ciudad puerto de Zarix a manos de Ulog, una de las razones por las cuales buscaba también venganza. Había perdido una gran parte de su flota, al igual que cargamento y equipo, lo cual debilitaba su posición frente a los demás nobles.

Por suerte para él, muchos de ciudadanos nobles de Taria habían perdido posesiones en las demás ciudades y aldeas atacadas, al igual que los que se encontraban prácticamente incomunicados con el este del reino, más allá de la Ciudad del Lago. Por eso, a pesar de su nueva flaqueza económica, había donado los barcos de acuerdo a lo que su hijo había prometido en la asamblea, con lo cual se había ganado el agradecimiento del rey y el respeto (sumado a la envidia) del resto de los nobles.

Para sorpresa de los todos, Loares se mostraba sumiso y servicial, algo raro en los de su clase. Soren y Kirtan creían que se debía a que conocía su propia ignorancia respecto a la guerra, pero Thoriq tenía presentimientos no tan nobles. El sospechaba que Líguris intentaba mostrar una faceta de soldado que acata las órdenes, para conseguir así caer en gracia a todos, una actitud no muy rara en los nobles de cualquier especie.

Mientras todo esto rondaba en su cabeza, el enano intentaba concentrarse en el mapa del campo de batalla. La situación en sí parecía simple: una fortificación rodeada por todos los puntos cardinales, sin ningún tipo de acceso a reabastecimiento. Pero también había cosas que la gente no sabía: los orcos, poderosos aún en escaso número, tenían la ventaja de la altura; las murallas habían sido reconstruidas y reforzadas, al igual que las puertas. Si bien los orcos no eran conocidos por su mesura, habían demostrado ser mecedores de mayor respeto en cuanto a la organización. El reinado de Ulog Gro-Bash, incluso luego de la derrota, parecía todavía firme. En otro momento, la primera derrota hubiera supuesto su muerte. Si había algún general como él dentro del fuerte, la batalla sería dura.

Thoriq comenzaba a sentir el cansancio de la guerra en su ya no tan juvenil cuerpo. Se alejó de la mesa para acercarse a una mesa que estaba sobre un costado. Tomo una copa y la llenó hasta el borde de un vino dulce que habían enviado desde la capital. La tomó de un solo trago y volvió a servirse otra copa llena antes de volverse hasta la mesa.

– No esperaba verte con rostro tan preocupado – dijo Soren ingresando a la estancia y dándole un susto al enano.

– Yo tampoco – respondió mirando al joven elfo – Esperaba encontrar alguna flaqueza o modo de entrar. Han pasado tres meses y no hemos podido romper sus defensas. Tal vez lo mejor sea realizar un asalto en los cuatro frentes.

Ariantes: Un rey para dos reinosWhere stories live. Discover now