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Al verla despierta, iluminada por el fuego y temblando con su chaqueta, se acercó a ella más rápido.

-Ya despertaste, eso es bueno, ¿Te duele la espalda?

Con una pequeña agitación ella negó con la cabeza rápidamente, mientras se aferraba y se hacía bolita con la chaqueta.

-El Capitán de... Los Diez Mandamientos... -tembló y se movió hacia atrás-. ¿Us...?

-Sé que tienes preguntas, pero dame unos segundos... -interrumpió.

Elibeth se quedó quieta viéndolo ensartar unos pescados en unas varas, luego, reclinó cada una a orilla del fuego y tras un suspiro, se sentó.

-Bien, habla.

-¿Us... Usted... Me quitó la ropa? -lentamente, sus mejillas se tornaron rojas.

Meliodas sonrió un poco y se apoyó en la palma de su mano.

-¿Algún problema si lo hice?

-¡Pervertido! -gritó y su cara estalló en un fuerte color rojo.

Meliodas rio, divertido por su reacción. Amaba verla así.

-¡Si me puso una mano encima, juro que lo patearé! -se paró y lo vio con furia.

-Aprovecharme del cuerpo de una mujer inconsciente no es lo mío -se paró frente a ella, lo único que los separaba era el fuego-. Y, te recuerdo que sólo cuido de ti -dio un pequeño golpe en su frente, haciendo que ella se quejara un poco.

-No necesito su ayuda... -murmuró.

-No es como si yo viniese corriendo a ti. Te vi tirada en la orilla del lago y te ayudé, ¿Eso está mal?

-¡Lo está! -apretó sus puños-. ¡Usted no debería de hacerlo, es más, tal vez ahorita ya debería estar matándome o cualquier cosa cruel!

Meliodas se cruzó de brazos.

-¿Estás de acuerdo en que te mate?

-¡No es que lo esté! -cerró los ojos, dando un pequeño golpe con la planta de su pie al suelo-. ¡Esa es su naturaleza! ¡Es eso para lo que usted existe!

Meliodas la examinó con la mirada.

-Existo para muchas cosas, pero, proteger a esa criatura en tu vientre, es por lo que respiro y vivo para cumplir una promesa.

Elibeth tembló un poco. ¿Por qué tenía que ser así? El no encajaba para nada con sus recuerdos. No encajaba con lo que las Diosas le habían instruido.

-En fin -Meliodas volvió a sentarse-. ¿Un pescado? -agarró la vara con el pescado ensartado, al mismo tiempo que estaba al fuego y se lo extendió.

Elibeth vio con recelo el pescado y sus ojos volvieron con Meliodas, para luego ver el pescado otra vez.

Algo temblorosa, tomó la vara y examinó el pescado, de golpe, se hincó.

-Me han dicho que soy horriblemente malo cocinando, si no te gusta déjalo.

Tras tragar pesado, ella le dio un mordisco al pescado, a los segundos, sólo pudo pronunciar-: Ah... -se sorprendió por el sabor y pareció meditar sus palabras-. Está...

Meliodas la vio con expectativa.

-Está... Mal, pero... De alguna manera, pasable.

-¿Cómo? -el rubio alzó una ceja-. ¿Podrías ser más específica?

-Veamos... -Elibeth dio otro pequeño mordisco-. No es lo mejor que haya probado: La carne está algo cruda, la piel y las escamas están horriblemente duras y quemadas y, de una u otra forma, no parece ser pescado.

Si el destino así lo desea. [2daT.] Nanatsu no Taizai. [TERMINADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora