Rosas para Jon.

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A Damian nunca le había dolido tanto ver sangre derramada.

Jonathan temblaba en el suelo, el moreno se arrastró hacía él, lo tomó entre sus brazos, el oji celeste temia lo que ahora pasaría.

Va a morir.

Lágrimas abandonaron sus ojos, sus manos presionaron el agujero que había atravesado uno de sus pulmones, se está ahogando en sus propias sangre y a Damian se le hace doloroso de ver, Jon abre un poco la boca, hilos rojos caen por su rostro, ya no es capaz de hablar, ni siquiera puede sollozar, sus ojos empiezan a cerrarse, el azabache lucha por mantenerlos abiertos, pero Damian abraza su cuerpo, dándole un poco de calor, no quiere morir, no quiere dejar a su madre, a su padre, a Damian, a sus amigos de la escuela...

-Gracias Jon-Oye, su mente cae más en la calma, deja de pensar, Damian cada vez lo abraza con más fuerza, el menor deja de luchar, cierra sus ojos, su respiración se detiene.

Muere.

Damian no afloja su agarre, no quiere ver, no quiere oír, Jonathan sigue vivo, si, Jonathan no se sacrifico, Jonathan sigue aquí y mañana irán a la escuela, él le pedirá ayuda con sus tareas, entonces se molestará, pero ayudará de igual forma, luego comerán, Jon le comprará un pequeño postre para agradecerle por su ayuda, irán a casa, y en casa Jon jugará a las cartas con sus padres.

Si, porque Jonathan no puede morir, porque él dice que la gente buena no debe morir.

El moreno traga, no es capaz de mirar al chico en sus brazos, mira al frente, no se mueve, siente que no respira, es la primera vez en la que realmente desea que Jonathan no esté equivocado, pero lo está, él es bueno, no, él era bueno.

Su cuerpo fue atravesado por un rayo, y no era para él, era para Damian, Jonathan pensó que, al ser Damian un humano común, no lo soportaría, pero la herida fue tan brutal que él tampoco pudo, Jonathan se fue y en su último momento se vio asustado, no arrepentido, eso a Damian le dolió aún más.

Su respiración se volvió irregular, junto la mejilla con la de su mejor amigo, su único amigo, buscó calor, pero sólo encontró la humedad de las lágrimas y la sangre ya fría por el viento, se permitió llorar, luego gritar, sintió que se ahogaba, su mente se nublo.

No sabía ni cuándo ni cómo había llegado a casa, Alfred lo ayudaba a vestirse de negro, miró sus ojos en el espejo, cansados, apagados, absurdamente rojos.

Alfred suspiró, en realidad, él también le había tomado un cariño muy grande al niño, le encantaba cuando venía de visita y le preguntaba cómo hacer postres, decía que un día haría algo delicioso, tanto, que le daría un poco, así que debía estar a la altura.

Y ahora se pregunta ¿Y si Jonathan hubiese hecho mejores postres que él?

Y se quedaría con la pregunta para siempre.

-Debemos ir joven, hace frío, por favor no olvide ocupar su abrigo-Indicó Alfred antes de irse, Damian se miró en el espejo, demonios, DEMONIOS.

Derrotado abandonó la habitación, se subió al auto en silencio, su padre lo miraba desde el espejo retrovisor, ninguno dijo nada, Alfred también prefirió estar en silencio, los adultos pensaban en cómo actuar, Damian no pensaba, sólo contaba cada una de sus respiraciones.

Cuando llegaron a la casa de los Kent dieron uns larga respiración, tomaron la valentía para dejar el auto y hundirse en la triste pérdida y en sus dolorosas consecuencias.

Entraron con cuidado, Bruce buscó a Clark con la mirada, sabe lo que es perder a alguien tan importante, pero no sabe cómo reaccionar no siendo él el protagonista.

Lois está sentada en una silla, mirando sus pies con un vaso de té frío en sus manos, pérdida, ha llorado tanto que ya no tiene deseos de hacerlo más, no, en realidad, quiere hacerlo, pero su cuerpo no da para más.

¿Cómo superará esto?

Cada vez que entre a la habitación de Jonathan verá sus juguetes, el pequeño dobles incorrecto con el que terminaba de hacer su cama, sus fotos, su ropa, esa ropa que ahora a ella le parece tan pequeña, Jonathan debía crecer, hubieron regalos de navidad que aún no lograba usar, y hay estarían, para siempre esperando en una cajonera con destino incierto.

Desea volver a tener a su pequeño bebé, abrazarlo, llenar de besos su pequeña y risueña cara, decirle que lo ama tanto que no puede soportarlo, pedirle que, por el maldito amor de Jesucristo, jamás se vaya.

Martha abraza a la mujer tratando de confortarla, pero en realidad ella está igual, diablos, él debería estarla enterrando a ella, no ella a él, la vida no va así, ese no es el orden natural de las cosas.

Ella ya había preparado una cama para Jonathan, ellos iban a pasar el verano juntos, al menos una semana, entonces ella le enseñaría a plantar rosas, porque al pequeño le gustaban las rosas, y eso es lo mismo que ella le había traído en un pequeño ramo.

Tantos sueños, tantos momentos perdidos.

Damian se acercó lentamente al cajón negro, miró la cara de su huésped, tan serena, tan calmada, es como verlo dormir, y eso le da esperanzas de que va a despertar, sólo eso, dolorosas esperanzas.

Llora sobre el cajón, con el cristal separando sus rostros, siempre pensó que si esto pasaba no sería tan horrendamente doloroso, que quizás sería como todas las pérdidas que él mismo ha causado, pero no, Dios, es que la simple idea de no verlo nunca más hace que quiera aferrarse al cajón y no dejarlo ir, pero es absurdo, Damian se siente completamente patético, no puede evitarlo.

Clark lo mira desde lejos con horrible sentimiento de culpa, ¿En qué momento había accedido a esto? Su pequeño está muerto y es todo su culpa, porque él lo dejó ser un superhéroe, él lo dejó entrar en el peligroso mundo real.

Ya lo habían hablado, él no necesitaba una S en el pecho para ser un superhéroe, ese niño era su mayor héroe, desde el momento de su nacimiento lo fue.

El aura es tan pesada, tan dolorosa, axfisiante.

El entierro fue la peor parte, nadie quería entregar al niño a la tierra, Lois envidiaba a los padres de los amigos de Jon, ellos si tenían a sus niños con ellos, ella sólo tenía mucho sufrimiento, ahora más que nunca.

Sentía que su hijo seguía estando ahí, lo sintió hasta que el cajón bajó y Clark la rodeó en sus brazos mientras gritaba.

"Mi amor, bebé, por Dios, no te vayas".

Los presentes tragaron con dificultad, Damian no estaba ahí, Damian simplemente estaba ausente, pensando, destruyéndose como todos los demás.

Jonathan Samuel Kent Lane ya no está aquí.

Y Damian se arrepiente de no haberle dado rosas mientras aún respiraba.

One shots Jondami/DamijonTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon