Capítulo 29: Capitana.

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Él hablo y yo le oí en silencio.

Comenzó con su niñez. De su padre, estricto y distante, aunque siempre preocupado por su familia. Un médico graduado con honores y siempre interesado por el éxito antes que otra cosa. Vi un lejano respeto en su rostro, algo que estaba segura de que ni siquiera él se atrevería a reconocer, pero que en el fondo ahí estaba.

Su voz cambio a un tono más nostálgico cuando mencionó a su madre.

Era joven cuando se casó con su padre. Hermosa y vivaz, desbordante de vida y alegría. Tan agraciada que la gente volteaba a verla en la calle. No había nadie que se resistiera a sus dulces sonrisas ni a sus palabras cálidas. Todo lo contrario a su padre quien solo podía soltar palabras secas y cortantes, ahuyentar a la gente en vez de acercarla.

Y pese a sus diferencias, se amaban.

-Recuerdo que en la esquina de nuestra casa había una florería de un hombre anciano que todos los días le regalaba el ramo de flores más hermosas a mi madre. Ella las colocaba en un jarrón de cristal en el centro de la sala para que la casa siempre oliera a primavera.

Me confió otros recuerdos. Uno donde recordaba el perfume de su madre mientras lo sostenía entre sus brazos. La forma en que ella le cantaba antes de dormir y como sus abrazos le hacían sentir mejor.

El aún era pequeño cuando nació su hermana Julia.

Y con el comienzo de la nueva vida de Julia, inicio el fin de la de su madre.

Al parecer ella había tenido demasiadas complicaciones en el embarazo de Axel y se le había recomendado que no se arriesgara con otro hijo, pero ella anhelaba un hermano o hermana para Axel, argumentando que él necesitaría una familia cuándo ella y su esposo no estuvieran.

Su madre había sido hija única igual que su padre, pero ella siempre había deseado la compañía de un hermano y no quería que eso le ocurriera a Axel. El padre de Axel no estaba de acuerdo, él también había sido un niño solitario, pero había sido feliz.

La tozudez de Axel venia de familia y la madre de él había ganado la discusión. Poniendo en riesgo su propia salud, ella dio a luz a Julia.

Y ahí todo cambio.

Su madre comenzó a debilitarse lentamente frente a sus ojos, marchitándose como una flor. Ya no podía estar tanto tiempo de pie ni correr por la casa jugando con Axel.

Las ventanas dejaron de estar siempre abiertas y el jarrón de cristal permaneció vacío.

Su padre se volvió más distante. Llegaba tarde a casa del trabajo, y cuando estaba con ellos solo se quedaba sentado en una silla junto a la cama de su madre, sin atreverse a dormir ni apartar los ojos de ella.

Todos estaban preparados cuando finalmente sucedió, a excepción de la pequeña Julia que era demasiado pequeña para entender las lágrimas de su familia.

La distancia finalmente se volvió insalvable entre su padre y él, así que Axel se aferró a la única familia que le quedaba y esa era Julia.

Ambos crecieron en un mundo diferente al de su padre. Lo veían todas las mañanas y al anochecer, pero bien podían no haberlo visto nunca. El apenas les dirigía el saludo, y cuando decía alguna que otra cosa era para lanzar alguna crítica. Sobre sus modales, sobre sus clases o sobre su vestimenta.
Un día, jugando entre las cosas viejas de la casa, Axel encontró un balón de fútbol con el nombre de su madre escrito con lápiz a un costado.

Cuando le pregunto a su padre él había apartado su atención de unos informes del hospital y se había rascado la barbilla pensativamente.

-Creo que tu madre perteneció a un equipo de futbol cuando era una niña. Supongo que lo tenía como recuerdo.

El torneo (Inazuma Eleven-Axel Blaze)Where stories live. Discover now