I

2.6K 344 51
                                    

Kirishima no conoce a su padre.

Él sabe que existe, o existió, porque su madre guarda viejos álbumes de fotos que cree él no conoce. Pero cuando ella no está, Eijiro se mete a su habitación a mirarlos.

La primera vez que lo hizo descubrió uno de la juventud de su madre, fotos de la secundaría rodeada de amigas y compañeros, no había alguna con marcas de corazones o con algún chico en específico, confirmando así que no se conocieron allí. Continuó pasando las fotos, tomándose más tiempo en cada una, buscando no saltarse nada, entonces descubrió aquella en la que su mamá se gradúa de la universidad y ahí lo tiene. Ese joven que abraza a su madre sin dudas tenía que ser su papá. No hay otra explicación porque en la siguiente foto ella lo mira sonriéndole y él sostiene un cartel que dice "Mi chica es la número 1".

Esa vez no pudo mirar más pues su madre regresó antes con la cena y tuvo que esconder todo rápido.

Hoy se aseguró de cerrar la puerta de entrada con llave, pues su progenitora siempre se confunde y se toma el tiempo de probar las llaves una a una, eso le daría al menos una señal de su presencia y cinco minutos extra.

Quita la ropa interior de su madre—ya no le da vergüenza como antes—y toma los álbumes del final del cajón. Son solo dos, el primero ya lo conoce pero igualmente viaja a la última foto, el egreso de mamá. Estudia con cuidado a ambos, su madre no cambió mucho, aquí tiene el cabello negro más largo, menos ojeras también, incluso en aquellos días ya tenía esas marquitas en los ojos de tanto sonreír, sus dientes son afilados, igual que los de Kirishima solo que en menor medida; sin dudas él es un calco de ella.

Ansioso, se mueve a su padre estudiando primero su rostro: una sonrisa adornada por gruesos labios, nariz puntiaguda—en eso se parecen—y ojos extrañamente oscuros. El cabello rojo oscuro lo llevaba en un tupé de crema batida que le recuerda a ese viejo cantante inglés que le gusta a Bakugo. Su padre tiene buen físico, notoriamente más grande que el del chico, y la piel avellanada igual que Kirishima. Se pregunta cuánto habrá cambiado pues no tiene como compararlo. Se lo imagina igual de fuerte, quizá con algunas arrugas en la cara, ¿usaría barba? ¿bigote? ¿quién de los dos sería más alto? ¿y más fuerte? ¿y más masculino?

Las preguntas sin respuesta hacen eco en su cabeza, achicando su sonrisa. Pero no se desanima, toma el segundo álbum, es color celeste, está más desgastado, lo sabe porque la tela de las orillas se ha roto, la portada es una cigüeña cargando una bolsa de tela. Tiene un buen presentimiento.

Al abrirlo descubre su nombre en una linda caligrafía, no es exactamente delicada como en la mayoría de los libros de bebé, más bien es tosca aunque queda bien igualmente. Hay pequeñas marcas en el centro, alguien arrancó la segunda hoja. La tercera página es un bebé rechoncho con un pijama rojo, en el pie de foto se lee "Eijiro 2 semanas"; hay algunas fotos más de ese estilo, las ignora porque esas las conoce del mural que su abuela armó en la sala. Entonces la historia cambia, llega a una foto en la que el bebé esta sobre el pecho de un hombre, "Eijiro y papá" reza la página. Sus ojos se abren más, ahí está él, con el cabello rojo ahora mucho mas largo durmiendo con la mano en la cebecita de su viejo yo. Inmediatamente, el adolescente busca más fotos así.

"Primer cambió de pañales de papá", "Biberón rojo", "Eijiro, papá y un baño", "El programa favorito de papá", "Primer cumpleaños", "2 añitos", "YA SON TRES!", "4 velas".

Se detiene un momento, buscando procesar todo lo que ha visto, cada foto era más hermosa que la anterior y en cada una su padre estaba ahí. Desesperado, continúa la búsqueda pero después de ese cumpleaños no hay más fotos con el hombre; el resto son las mismas que su abuela conserva de él en solitario, con su madre o con la anciana, pero no más con papá.

De repente siente ganas de llorar, pero no se lo permite porque ha sentido las llaves tintinear afuera y sabe que debe dejar todo como está. Se apresura en guardar todo y meterse al baño, abre la ducha para disimular, esta callado mirándose en el espejo, sus ojos están rojos por aguantar el llanto, sus puños son masas temblorosas que buscan aguantar por si su madre le llama, ruega que no lo haga.

— ¡Eijiro, estoy en casa!—grita la mujer entrando en el hogar. No recibe respuesta, se aventura por el pasillo y a mitad de éste siente el ruido de la ducha—. Cariño, volví. No tardes mucho, compré la cena camino a casa.

La mujer no recibe respuesta pero sabe que la escuchó, se dirige a su habitación para cambiarse. Al sentarse en la cama se quita las medias y abre el cajón para guardarlas, no le toma importancia al principio, pero mientras se coloca la camiseta se da cuenta que vio algo extraño; se vuelve al cajón pensando que quizá faltaba una prenda pero no, todo esta ahí.

Lo raro es que ella siempre ordena su ropa por color.

OrígenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora