III

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El resto de la semana Kirishima está inseguro, contarle a Bakugo había ayudado pero sabe que la historia no acabó, es más, ni siquiera ha empezado. De vez en cuando aquellas preguntas sobre sus orígenes y el de sus padres le molestan desde lo profundo de su mente y sin querer toma a Katsuki como psicólogo, o quizá mejor como oído porque el rubio nunca responde ninguna duda. Por su parte Bakugo está irritado y preocupado, bastante preocupado. La sombra de la festividad del día del padre había desaparecido pero eso no calmó al pelirrojo. Por eso, el viernes deciden saltarse el entrenamiento de la tarde, vuelven a casa de Kirishima y él busca el álbum para enseñarle a Bakugo. Le muestra las fotos como si se tratasen del tesoro más precioso y delicado.

—Parece que mi padre no era aficionado a cambiarme los pañales—ríe Eijiro—, prefería dormir conmigo o darme de comer.

Bakugo lo mira tan inexpresivo como siempre, Kirishima le sonríe pero sus ojos se ven tristes, nostálgicos, anhelando algo que nadie podía darle; eso le molesta, no quiere esos ojos tristes, quiere a su pelirrojo rebosante de energía con sus orbes carmín tan brillantes como siempre y por lo visto para traerlo necesitará ayuda.

El resto de la tarde se la pasan en el sofá mirando fotografías, estando solos Bakugo puede reír como nunca de las vergonzosas pero tiernas fotos de Kirishima quien ante el bochorno se pone tan rojo como su cabello llevándose los álbumes a tiempo para la llegada de su madre.

—Oh, Bakugo-kun esta aquí —se sorprende la mujer sonriendo—, ¿cómo estás cariño?

—Bien, ¿usted?

Después de un par de meses dejó de ponerse nervioso o preocuparse por darle una buena impresión a la mujer, la madre de Kirishima era agradable y ruidosa como su hijo, se acostumbró rápidamente a su noviazgo y no se metía en la relación como si lo hacía su fangirl madre.

—Exhausta... ¡oh no! He olvidado la cena—suelta angustiada la pelinegra.

Kirishima aparece en el comedor, simulando volver del baño, Bakugo tiene una estupenda idea.

—Si quiere puedo preparar algo de comer—ofrece.

La mujer sonríe ampliamente mientras al pelirrojo casi se le cae la boca de la sorpresa, Katsuki jamás se ofrece a cocinar para nadie, de hecho las veces que Kirishima había ido a su casa el rubio había cocinado obligado a golpes por su madre.

—Sería maravilloso—aplaude la mujer.

— ¿Le parece curry de cerdo?

Los ojos de la madre de Kirishima se iluminan mientras los del pelirrojo se abren más. Definitivamente algo anda mal aquí, piensa, Bakugo no sólo se ofreció a cocinar sino que sugirió su plato favorito.

—Seguramente no haya muchos ingredientes aquí, Eijiro toma dinero de mi bolso y ve a la tienda—dice atropelladamente la mujer antes de perderse por el pasillo saltando y cantando "¡Curry! ¡Curry! ¡Curry!" como una niña emocionada.

Bakugo se mete al instante a la cocina siendo seguido por Kirishima, quien carga la cartera de la mujer.

— ¿Qué estás tramando?

—Creo que es bastante obvio pelos de mierda, cocinar—responde comprobando qué hay en la heladera.

—Exacto, cocinarás para nosotros voluntariamente—enfatiza Eijiro.

OrígenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora