tierra: toma de contacto

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Incluso en los sitios más inhóspitos crecen plantas.

 Incluso las flores más bellas nacen de algo tan simple, áspero, insulso como la tierra. 

Para serlo todo, primero se tiene que ser nada.

No podía más con los nervios que tenía.

 Hoy empezaba una nueva vida, abría otra etapa de tantas esperando que esta no fuese como las demás.

Y no es que me fuese mal, al contrario, a simple vista tenía la vida perfecta pero había algo que fallaba. En medio de esa perfección, esa sonrisa que le echaba todos los días, había algo que ocultaba y eso es lo que había venido a averiguar. 

La verdad es que no venía en busca de nada pero lo esperaba todo.

Esta vez, había elegido Granada. La ciudad de la libertad, lo alternativo, la ciudad de la que todos los jóvenes se enamoran, aunque yo ya no fuese tan adolescente.

Iba en el taxi de camino a mi nuevo piso que se encontraba en Plaza Einstein, por lo visto me habían dicho que era el lugar de los estudiantes, y cuando busqué alojamiento después de muchas discusiones con mis padres decidí quedarme en un piso con tres personas más. 

Sí, tres personas más. De ahí venía lo poco que les gustaba a mis padres la idea. Eso y que una de las chicas del piso tenía un perro, como informaba el anuncio.

Yo tenía un gato y mis padres habían aprendido a aceptarlo, pero les parecía excesivo que en un piso de tres personas además conviviesen dos animales.

 Sinceramente para mí eso había sido un punto extra para que me decidiera ya que yo traía a mi leal amigo: mi gato Mimo y este era uno de los pocos pisos que admitía animales.

-  Ya puedes tener cuidado con los coches por esta calle ¡si mira hasta la guagua cómo va de deprisa!

-MAMÁ- le susurré avergonzaba. Odiaba cómo me trataba a veces, no entendía que ya había crecido.

Llegamos en frente del piso y el taxi se paró. Mi padre bajó del coche cogiendo a Mimo y tomándose su tiempo como si el taxista no tuviera prisa y no estuviéramos en medio de la carretera.

 A veces me avergonzaban este tipo de situaciones y seguidamente después me odiaba por avergonzarme de cosas tan simples y banales.

Entre mi madre y yo bajamos las tres maletas que pude traerme de Tenerife sin gastarme demasiado en tasas de viaje. 

Recordé que aún no tenía las llaves del piso y que tenía que avisar por Whatssap a uno de mis compañeros de piso. Decidí hablar a Agoney ya que a simple vista era el que mejor me había caído, además de que fue quien se molestó en enviarme fotos de todas las habitaciones para que eligiera la que más me gustase. Le envié un mensaje y después de un par de minutos bajó a recibirme.

-Heyyy ¿cómo andan?- nos recibió en cuanto abrió la puerta.

- No puede ser ¿también eres canario? No me lo habías dicho Ana – respondió mi madre en tono de reproche en cuánto Agoney le asintió sonriendo.

- No lo sabía - respondí yo sorprendida. 

En realidad me acababa de dar cuenta que no sabía nada de mis compañeros. Otra prueba más de lo despistada y desorganizada que era en mi vida.

Mientras subíamos en ascensor al piso mi madre acribillaba a Agoney a preguntas. 

Este me miraba de vez en cuando y yo le pedía disculpas con la mirada aunque parecía divertirse mucho con la situación o al menos eso aparentaba. 

Bueno, mirándolo por el lado positivo mi madre no se quedaría intranquila cuando me dejase sola, cosa que no veía el momento a que llegara por cierto.

- Hogar dulce hogar- dijo mientras abría la puerta y dejaba que pasáramos los tres.

Me había olvidado de la presencia de mi padre hasta ese momento o más bien nos habíamos fusionado como un ente que lo observa y vive todo desde fuera. 

Mi padre y yo éramos como dos gotas de agua por eso no necesitaba que me contara lo que sentía en ese momento porque ya lo sabía: estaba perdido.

Agoney se despidió de nosotros porque al parecer tenía que estudiar para un examen de recuperación de... ni siquiera sabía lo que estudiaba. Tendría que preguntárselo después, apunté mentalmente.

Lo que pasó después de que Agoney se marchara sinceramente lo tenía muy borroso porque mi madre se puso a disponer todas las cosas por el que iba a ser mi cuarto y a dar indicaciones sobre lo que tenía qué hacer mientras yo asentía sin escuchar. 

En una de sus retailas y mientras iba a por un cepillo para limpiar la habitación, me llamó la atención una de las habitaciones del pasillo. 

Se me había olvidado que además de Agoney tenía dos compañeros de piso más pero al parecer no habían llegado aún.

Entré a investigar ya que me llamó mucho la atención  la decoración: la chica tenía un montón de posters; Pulp fiction, Kill Bill, Moulin Rouge, una entrada de High School Musical, ACDC ¿Lady Gaga? 

Cada género era más opuesto al anterior.

En la cabecera de la cama tenía un atrapasueños. Nunca había creído en esas cosas, de hecho no tenía muy claro su funcionamiento. 

El único contacto que había tenido con un atrapasueños había sido cuando me disfracé con mis amigas en una fiesta del pueblo y Alejandro borrachísimo cogió uno de un puesto ambulante y se puso a hacer una especie de ritual inventado. 

Sonreí como consecuencia del recuerdo y de repente me invadió la nostalgia al pensar que ahora pasaría un largo tiempo hasta que los volviera a ver.

Estaba distraída tocando las plumas del atrapasueño cuando noté que estaba pisando en algo blando. 

Miré abajo y lo vi: era una camita para perro. Esta debería ser la habitación de la chica que tiene un perro. "Muy bien, Ana, cómo hilas" me felicité sarcásticamente.

 Me acordé de Mimo, con las prisas se me había olvidado preparar su rincón. 

Levanté la vista dispuesta a volver a mi habitación cuando la presencia de alguien me sobresaltó.

-¿ Has terminado de invadir mi privacidad? – preguntó una chica rubia con cara de pocos amigos.

"Mierda" pensé.

Los cuatro elementos | WarmiWhere stories live. Discover now