02; asleep.

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Se colgó la mochila de un hombro y arregló la sudadera que le quedaba dos tallas más grande, colocándose el gorro de la misma para esconder su rostro y su bonita melena corta. Cada que salía del trabajo relativamente temprano (a media noche) optaba por volver caminando a casa, siempre conservando un perfil bajo que se mezclara bien con lo que solía encontrarse en las calles de Gangdong, pues, tal como había comprobado durante los meses que llevaba trabajando en Dump, aquella era la única forma de llegar sana y salva a casa.

—Nos vemos mañana—le despidió Namjoon, chocando el puño contra el de la chica cuando ella pasó a su lado.

Aquél se había vuelto su saludo y despedida creado por la misma G. Ella asintió y caminó hacia la entrada de pequeño despacho que conectaba con el almacén, sacudiendo la mano con una breve sonrisa nada más llegar a la puerta que llevaba a la barra. Normalmente salía por el portón trasero del depósito que conducía directo a la calle, pero desde hace un par de semanas estaba bloqueado por cajas y cajas de alcohol que a todo mundo le daba pereza ordenar, dejando como opción más factible (y única, a decir verdad) salir por la entrada principal del bar.

—Hasta mañana, Nam.

—¡Con cuidado!

El ambiente en el bar estaba bastante más acalorado que varias horas atrás. La música estaba a tope y la grave voz de JayAllDay hacía retumbar hasta los cristales de las botellas de licor. Había mucha gente de pie moviéndose (o intentando hacerlo) al ritmo del hip hop y las luces rojas. G se mordió el labio para ahogar una risa ante un grupo de chicos que parecían haber engullido un barril de lombrices de tierra por la forma tan extraña y aleatoria en la que se movían.

Aferró la mochila a su hombro, despidiéndose del muchacho con quien relevaba turno dos veces a la semana (y esos días eran una bendición porque trabajaba sólo seis horas) con un asentimiento de cabeza. Tenía entendido que era amigo de Jungkook, pero nunca había tenido contacto con él más allá del típico "hola" y "adiós" por simple cortesía. Literalmente sólo se veían cuando él llegaba a suplirle y ella salía disparada a casa.

Se relamió los labios cuando dirigió los ojos al final de la barra; el chico de la gorra seguía ahí y estaba recargado justo en la esquina que se abría para salir al salón, las mesas y demás superficie del bar.

—Hey —dijo para llamar su atención al ver que estaba prácticamente tumbado sobre la barra—. ¿Me permites?

Pero él no dijo nada, ni siquiera se movió.

—Oye —lo movió suavemente del hombro—. Oye.

—Lleva así un rato —habló el relevo mientras servía un trago, apretando sus carnosos labios en una sonrisa—. Igual ya pagó su cuenta.

—Necesito salir, uh...

—Jimin —le volvió a sonreír. Realmente no le extrañaba que no recordara su nombre—. Le he dicho mil veces a Namjoon que ordenemos las cajas del fondo por estas cosas. A mí me pasa todo el tiempo.

Jimin entregó el trago recién preparado y se acercó al muchacho que mantenía la cara clavada entre sus brazos sobre la superficie de la barra.

—Amigo. Oye, amigo.

Lo movió un poco más brusco que G, pero seguía sin reaccionar. Ella se quedó mirando la escena y sin decir nada se puso al lado de Jimin para moverlo del otro hombro.

—¿Estará vivo?

—Nunca he escuchado a alguien morir por intoxicación de soju en un bar, Jimin.

—Es que parece una piedra. Ni siquiera se siente que respire.

G sonrió disimuladamente ante el comentario y negó con la cabeza, divertida. Él se alejó a atender a un cliente ebrio que llegó a pedir una ronda más de cerveza y encogió los hombros para ella, dedicándole una mirada casi compasiva por la jodida situación. G suspiró, se quitó la mochila del hombro, la dejó sobre la barra y se agachó a la altura de la misma recargando los codos mientras miraba la parte superior de la gorra oscura del muchacho.

—Oye. Sé que me escuchas, nadie puede dormir con tanto ruido —pausó y esperó reacción—. Necesito salir. Sólo muévete un segundo y luego puedes seguir con lo tuyo.

Nada.

—Le pediré a Jimin que te regale otro trago de soju.

Cero reacción.

Chasqueó la lengua y torció los labios. Empezaba a considerar darlo por muerto. Sin pensarlo mucho hizo un puchero y llevó la mano hasta su gorra, moviéndola ligeramente desde la visera. Una, dos, tres veces. Se detuvo y cuando vio que no conseguía reacción la tomó con más decisión y empezó a levantarla poco a poco. Apenas comenzó a ver atisbos de cabello rubio y suave cuando sintió una mano que le aprisionó la muñeca, seguido de unos ojos gatunos y oscuros clavados en los de ella.

—¿Qué estás haciendo?

—Oh, hey. No quería interrumpir pero ¿me das permiso un momento? Necesito salir y estás justo en donde abre la barra.

G formuló una pequeña sonrisa en sus labios cuando lo vio hacer una mueca, como si le hubiese hablado en un idioma extraterrestre que no podía entender. Desde leguas se notaba que estaba lo que le seguía de borracho.

—Tengo que irme —se explicó de nuevo, irguiéndose un poco—. ¿Podrías devolverme mi mano y recorrerte de silla?

Los ojos de él pasaron hacia su propia mano sosteniendo la muñeca de la chica. Con la palma libre palpó su gorra y se la reacomodó a modo que volviera a taparle parte de la cara. G lo observó y lento pero con seguridad sacó la mano de entre sus largos dedos, volviendo a tomar la mochila para colgársela al hombro. Min se movió al taburete siguiente, dejándose caer con brusquedad mientras ella abría la dichosa barra hacia su libertad.

Para sorpresa del rubio, ella no se siguió de largo hasta la salida sino que se sentó en el taburete de al lado, justo aquel que había estado ocupado por él anteriormente. 

—Oye, ¿estás bien?

—¿Qué?

—Podemos llamar a un taxi que te lleve a tu casa si quieres.

No pudo evitar mirarla con el ceño fruncido para esconder su sorpresa. G alzó las cejas despacio y encogió los hombros mientras se acomodaba el cabello tras la oreja en un gesto natural, despreocupado.

—¿Qué quieres de mí? —gruñó en desconfianza, intentando ignorar el creciente mareo que estaba por tumbarlo en su lugar. Vio cómo el gesto de la chica se empapó en extrañeza pero casi de inmediato cambió a uno que, dentro de su embriaguez, no logró descifrar.

—¿Yo? Nada —las cejas de G se juntaron como si se sintiera ofendida—. Sólo pienso que debe ser más cómodo dormir en una cama que en la barra de un bar con la música y el ruido de la gente reventando los tímpanos. ¿Te parece raro?

No podría decir que se hizo el silencio por el barullo de alrededor, pero la conversación quedó muerta luego de eso. Él chequeó que su vaso estuviera vacío e incluso se lo llevó a los labios queriendo beber hasta la última gota de soju. Se levantó y sin decir absolutamente nada se encaminó a la salida a paso lento, casi torpe. G puso los ojos en blanco por un momento y terminó girándose con mucho disimulo sólo para verlo salir del bar.

Descubrimiento número dos: era un orgulloso de mierda... y de cerca era todavía más lindo.

bruise » bts; mygDonde viven las historias. Descúbrelo ahora