Encontronazo con el oso...

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AL DÍA SIGUIENTE...

Me desperté a la vez que Victoria.

Fuimos a despertar a Jack, esta vez usamos el método que siempre funciona, le tiramos la botella de agua entera encima de la cara...

- ¡Que! ¡Que! ¿Frío? ¿Frío?-Dijo Jack, semi-inconsciente

-Ja, ja, ja - nos reímos Victoria y yo a la vez, Victoria aún tumbada en el suelo y yo ya de pie.

QUINCE MINUTOS DESPUÉS...

- Intenta andar - le dijo Jack.

- ¿Pero tú eres "mutonto" o qué te pasa? - le respondió - ¡que no puedo!...

- ¿Y si vamos a buscar dos o tres varas como las del pescado y Victoria las usa como muletas? Además podríamos utilizarlas de armas y atacar o defendernos, porque con esos osos por ahí...- dijo Jack.

- ¡Buena idea! - exclamamos Victoria y yo

QUINCE MINUTOS DESPUÉS...

Fui yo a buscar las malditas varas porque el jeta de Jack dijo que pensar le daba mucha hambre y se quedó en la cueva "cuidando" de Victoria... y comiendo esa comida que tanto necesitaba.

Me puse a buscar y encontré siete varas como las del pescado, al darme cuenta de que esas varas provenían de las ramas de los árboles fue mucho más fácil conseguirla, pero cuando fui a arrancar la última para hacer un número par, vi un pequeño pajarito, en el que se reflejaba mi cara, como en todo lo que había en este mundo.

Me disponía a dejarle en otro árbol, pero algo me dijo que era mejor que me lo llevara y pensé que podríamos cuidarle entre todos para entretenernos cuando no tuviéramos más cosas que hacer y se nos hubieran acabado las anécdotas.

Volvía a la cueva pero, cuando estaba a pocos pasos y se podía ver la entrada, vi un oso parecido al que nos habíamos encontrado antes, pero un poco más pequeño.

Traté de rodearle sin que se diera cuenta de mi presencia, pero entonces el pajarito pió tres veces y el oso se dio la vuelta, alerta y, me vio. Eché a correr, pero el oso era muy rápido, y/o yo era muy lento, y me iba ganando terreno.

De repente, me oculté detrás de un árbol y cuando el oso se disponía a pasar corriendo le atesté con la vara, haciéndole estallar en un millón de pedacitos. Con el corazón a mil por hora, me giré y corrí a la cueva.

Hubo algo que me había llamado la atención y lo fui pensando por el camino, los espejos eran muy delicados, y el suelo de este mundo estaba hecho de espejos, pero al pasar corriendo o andando no pasaba nada. ¿Por qué no se rompían?

Cuando me di cuenta ya estaba en casa. Aparté las piedras de la abertura y entré.

- Has tardado mucho, ¿qué te ha pasado? - me preguntó Jack

- ¿Y qué llevas ahí?- dijo Victoria. Ella sí que se había percatado de la presencia del pajarito.

- Os lo contaré todo - les contesté - Cuando fui a buscar las varas encontré cuatro tiradas por ahí - dije mostrándoles las varas - y luego me di cuenta de que las varas eran ramas de los árboles.

Cogí tres y cuando iba a coger la última vi esto - expliqué, y luego abrí el brazo dejando vía libre al pajarito que, tímidamente, fue mostrándose - así que decidí traérmelo a casa.

Cerca de la cueva, vi un oso, ciertamente más pequeño que el que ya conocemos y cuando iba a pasar de largo, el pajarito pio y le alertó.

- Me persiguió pero conseguí darle con la vara y se hizo pedazos - terminé.

- ¿Cómo le llamarás Jhony? - preguntó Victoria, que ya se había encariñado con el pajarito de espejos.

- Podríamos llamarle Delatador, porque casi me comen por su culpa- dije.

Jack y Victoria me miraron satisfactoriamente.

- Entonces ¿Qué varas podrían ser tus muletas? - dudó Jack, devolviéndonos a todos al motivo de mi salida de la cueva.

- Eso, veamos cuáles sirven mejor, que el suelo no es precisamente cómodo - dijo Victoria, sarcásticamente.

- Pues yo ya he hecho suficiente - contesté sin dudarlo ni un instante.

Jack le dio las dos varas más largas a Victoria, y yo vendé los extremos con kleenex.

- ¿Por qué haces eso? - me preguntó Victoria extrañada.

- ¿Alguna vez te has roto una pierna? - respondí, y Victoria me miró, negando con la cabeza.

- Entonces no tienes ni idea de lo incómodas que suelen ser las muletas, y de hecho, creo que estas van a ser todavía peor - la dije poniendo cara de cordero degollado - sólo lo hago por tu bien.

- Oye, chicos - dijo Jack - tengo una pregunta que lleva desde un rato rondándome por la cabeza. Si los espejos son tan delicados, y el suelo de este mundo está hecho de espejos...

- ¿Porque no se rompen? -adiviné

- Exactamente - me contestó, y continuó diciendo - y de hecho, casi nada de aquí se rompe. Mira, tira esa vara al suelo, todo lo fuerte que puedas.

La tiré al suelo y... nada. No pasó absolutamente nada. La vara seguía sin ningún desperfecto tumbada en el suelo.

- ¿Qué? ¿Qué ha pasado? - preguntó Victoria - ¿No se ha roto?

- Exacto -dijo Jack - si os dais cuenta, durante nuestra estancia, nunca hemos roto nada. Bueno...- dudó - hay una cosa que sí hemos roto.

- ¿El qué?

- ¡Los osos de espejos! – exclamé - ¡con empujarle un poco y darle ya está roto!

- Ah - bostezó Victoria - podríamos dormimos un rato...- sugirió, y bostezó otra vez.

- Vale, durmamos, es muy tarde - dije acurrucándomeen el suelo - no vamos a resolver el misterio en este momento    

El mundo de los espejosWhere stories live. Discover now