Cap 16

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Nunca en mi vida me he sentido tan necesitado. Es peor ahora, la he besado. He sentido su cuerpo contra el mío, su calor, su sabor. Su aroma me abruma, no me deja pensar. La deseo de una manera sobrehumana. Charlamos de regreso a mi casa, pero la conversación no es fluida, como siempre. Ambos estamos tensos por lo que pasó en el bar y por lo que está por venir. Mi mano está sobre su rodilla, y a veces sube a su muslo.
El autocontrol me ayuda a estacionar correctamente. De camino al ascensor, noto que ella sigue temblando. Y ya no creo que sea a causa del frío. Esto es incómodo, en serio. Trato de aligerar el ambiente brindándole una cálida sonrisa, pero no causa efecto.
Ella desvía la mirada al suelo.
Abordamos el bendito cubículo de acero y yo lamento vivir en el octavo piso. Oriana carraspea.
-Entonces, ¿siempre eres así de mandón cuando te gusta alguien?-suelto una risa-.
-Sí-ella suspira-.
-Julian...No, por favor, no te arrepientas de haberme besado. No me pidas que te lleve a tu casa.
-¿Sí?-inquiero, con voz estrangulada, ella sacude la cabeza-.
-Olvídalo.
El ascensor se abre al fin, y salgo. Tomo su mano y caminamos por el vestíbulo hasta mi puerta, la abro torpemente. ¿Qué mierda pasa contigo, Julian?Enciendo la luz y arrojo las llaves a la mesa de la entrada. Fijo la mirada en el reloj, son las diez de la noche. Genial. En realidad, sería genial poder llevarla a mi cuarto de juegos ahora. La expresión tan cerca y tan lejos, se aplica perfectamente. Habla Julian, o probablemente la violarás.
-¿Qué estabas a punto de dec...?-comienzo a hablar, cuando Oriana me empuja contra la puerta y comienza a besarme-.
Es tan tóxica su mezcla de inocente curiosidad y tímido atrevimiento. Encogiéndome mentalmente de hombros y disfrutando su iniciativa, tomo el control abriéndome paso hacia el interior de su boca. Desato el cinturón de su abrigo y lo desabotono, y sobre la tela de satén acaricio los contornos de su cuerpo. Ella se pega más a mí y siento como mi cuerpo entero reacciona, otra vez. Sus pequeñas manos se escabullen al interior de mi abrigo y me lo quita por los hombros.
La levanto por los muslos, y camino hacia el sofá de piel, la tiendo sobre él y me ubico sobre ella. La ayudo a quitarse la gabardina, beso su cuello y acaricio sus muslos. Subo ese maravilloso vestido azul hasta la cintura y me encuentro con unas maravillosas ligas. ¡Ligas! Ligas y lo que parece ser un bustier. Necesito ver esto. -Incorpórate-ordeno mientras me aparto de ella-.
Oriana duda, pero lo hace. Se sienta y yo la subo sobre mi regazo, llevo mis manos a su espalda y bajo el cierre del vestido. Ella se tensa.
-Levántate y quítate el vestido-traga saliva compulsivamente, luego toma una espiración-.
-¿Qué hay de ti? Tienes demasiada ropa-dice nerviosa. Yo niego con la cabeza. No es así como funciona-.
-Quiero verte, quítatelo-insisto-.
-Yo también quiero verte-se queja ella, enarcando su ceja sarcástica, la ceja izquierda-.
-Hazlo. Quítate el vestido-.
Oriana exhala y cierra los ojos.
-Soy una de Las Gracias de Rubens, y probablemente tú estés esculpido por algún griego, así que, está bien. Así te dará tiempo de pedirme que me vista.
No lo creo, más bien te pediría que te desvistieras. Además, ¿qué hay de malo con ser una de las mujeres de Rubens? Ladeo la cabeza, y le envío una mirada de advertencia, por más de que quiera reírme ahora mismo.
-Silencio. Hablas demasiado. Ella abre los ojos exasperada.
-Lo siento, rey del temple, pero estoy nerviosa-niego con la cabeza, otra vez, definitivamente solo a ella se le ocurren cosas así en momentos como éste-.
Se levanta y desliza el vestido lentamente. La palabra que usaría para definir sus formas en definitiva sería curvilínea. Las botas de tacón hacen que sus piernas luzcan más estilizadas y largas. El bustier conjunta con sus bragas negras de encaje francés. Santa Mierda...Jodido. Par. De. Tetas.
Con la vista podría correrme.
Se extiende una pecaminosa sonrisa por mi rostro. Oriana traga saliva. Estiro una mano, engancho un dedo en el escote del bustier y la traigo de vuelta sobre mi regazo a horcajadas. Ella se sujeta a mis hombros, y me mira llena de expectación.
Beso su cuello y ella jadea. Enreda los dedos en mi cabello y yo me encargo de abrir el bustier para exponer ante mí sus pechos. Se aleja, con una expresión de sorpresa inmensa plasmada en el rostro.
Son simplemente, preciosos.
-¿Qué... qué haces?-inquiere mientras tengo sus pechos en mis manos, caben perfectamente. Tan perfectamente que parecen hechos para mí. Los pezones parecen bombones. Entre los dedos apreso ambas cimas y las retuerzo-. Oriana grita.
-Te dije que te traería a casa y te besaría. Y eso es precisamente lo que haré-le contesto con una sonrisa y bajo la boca-.

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