1. Taking Chances

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              Cuando tocó el timbre que indicaba el final de la clase, el pasillo se convirtió en una jungla. Alumnos iban y venían, de un lado del edificio a otro. Los que no tenían más clases por la tarde se dirigían a la puerta de entrada, desde donde bien podían volver a casa andando con otros compañeros, en moto, en bicicleta o, desgraciadamente, recogidos por sus padres. Los que continuarían la jornada lectiva tras el almuerzo se dirigían al comedor. Entre ellos se encontraba Agoney, un chico que había llegado nuevo en el segundo trimestre.

El joven canario, que traía su propia comida de casa, se abría paso entre la muchedumbre. La habitación olía de forma interesante: era como una mezcla entre sudor, perfume y las patatas podridas con las que habían hecho el puré de ese día. Aquella sala del instituto madrileño recordaba bastante a las que aparecían en las películas estadounidenses. Las mesas estaban formadas por grupitos. Las chicas populares, los alumnos de minorías étnicas, los que de mayores querían ser ingenieros biomédicos... Agoney intentó sentarse en la única mesa con un asiento libre, una ocupada por un grupo de chicos con uniformes deportivos. Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, una chica morena se le adelantó. Esta puso las piernas en la silla mientras se acurrucaba en el regazo del chico de al lado, un rubio con un dorsal en el que aparecía el número 8.

Ante las risas disimuladas de los futbolistas, Agoney se fijó en la única mesa que parecía accesible. Estaba al fondo de la habitación y sólo la ocupaba una chica rubia. Cuánto más se acercaba, más claro se veía que estaba haciendo carteles. "Nerea" ponía en todos ellos.

—¿Puedo sentarme aquí?

—Claro —dijo, para después añadir, alarmada—. Cuidado con los carteles. Me cuesta veinte minutos hacer cada uno.

—Veo que estás en el club de debate.

—En el de debate, el del Renacimiento, el de estudiantes musulmanes, el de futuros ingenieros biomédicos... Es importante para mí estar en contacto con todas las culturas. Soy actriz y cantante.

—Lo sé. Vi tus vídeos en YouTube. Tienes mucho talento.

Nerea se quedó mirando sus carteles durante un rato. Normalmente, en los comentarios de su canal, sólo recibía insultos y burlas de sus compañeras de clase. Sin embargo, ese chico nuevo había sabido valorar su talento. Tras meditarlo le ofreció la mano, a modo de presentación.

—Soy Nerea Rodríguez.

—Agoney Hernández—sonrió, y estrechó la mano de la rubia—. Quizás debería unirme al club de debate también. Mi madre quiere que me apunte a cosas. Además, también he estado barajando seguir una carrera de interpretación.

—¡Yo no estoy barajando nada! En cuanto nos graduemos, me mudaré a Madrid y no miraré atrás. Además, no puedes unirte al club de debate. Está lleno —el moreno apartó la mirada y Nerea no pudo evitar sentir culpa. Al fin y al cabo, simplemente era un chico intentando buscar a alguien que le aceptase. Como ella. Entonces, se acordó de algo—. ¿Puedes seguir una melodía?

—Sí.

—¿Estás seguro? —con esto Agoney se sintió ofendido.

—Toco la trompeta desde los seis años, doy clases de canto...

—No sé si habrás oído las buenas noticias, ya que eres nuevo —Nerea le cortó en medio de la frase antes de que pudiese replicar— pero Javier Ambrossi está intentando abrir un club Glee.

—¿Un club Glee?

—Sí, un club de coro. Como el de la serie de Glee. Ya sabes, cantamos canciones de muchos estilos y probablemente compitamos con otros institutos, ya que ahora se está poniendo de moda en España —se puso tan nerviosa de la emoción que empezó a hablar a una velocidad casi inentendible—. El señor Ambrossi es un profesor de 33 años que parece Pete Wentz con el pelo rizado. Da clases de historia y nadie entiende muy bien cómo sacó la plaza porque realmente no tiene ni idea. ¡Confunde a Carlomagno con Carlos III! Pero según dicen, cuando era joven dio clases de interpretación. Sabe cantar e incluso compuso algún que otro musical que no llego a salir fuera de una sala de usos múltiples. Asumo que tu tipo de voz es contratenor o tenor, pero ya lo miraremos mañana en el auditorio después del almuerzo.

Agoney ni siquiera intentó disimular su sonrisa. Por fin parecía tener una amiga.

Y te estoy diciendo que no me voyWhere stories live. Discover now