2. Popular

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Al día siguiente, los nuevos amigos se quedaron a comer en el instituto para después ensayar un rato en el auditorio. Cantaron a dúo Popular de Wicked. Agoney no era el mayor fan de los musicales, pero sí conocía esa canción. Además, le divertía y le parecía tierno a la vez cómo se notaba la ilusión de Nerea al interpretarla. Les duró poco la alegría pues el estruendo que provocó la puerta al abrirse sobresaltó a la rubia.

Al otro lado de la sala se encontraba una chica delgada que parecía del mismo curso que Agoney. Tenía un precioso y largo pelo castaño, con un flequillo recto que le tapaba las cejas. A medida que se acercaba al escenario, presidiendo a un grupo formado por más chicas de su edad, el canario pudo observar su rostro perfectamente simétrico. Tenía unos ojos verdes muy bonitos.

—Es Aitana —susurró Nerea.

Ya le había hablado de ella la tarde anterior. Aitana Ocaña era la presidenta del club de teatro, lo cual la convertía en la mano derecha de Noemí Galera, la coordinadora de la actividad extraescolar y directora de las obras del instituto. No era de extrañar que, además, fuese su preferida de la compañía y siempre tuviese el papel protagonista. Por si fuera poco, era la novia de Raoul Vázquez, el capitán del equipo de fútbol, y siempre sacaba muy buenas notas. Ambos eran considerados la realeza del IES Rubira y todos sus compañeros querían o ser ellos o liarse con ellos.

—Son las seis de la tarde. Noemí llegará en cualquier momento y tenemos que calentar la voz. Desfilando —dijo mientras chasqueaba los dedos y le señalaba a Nerea la entrada de la sala.

Para sorpresa de Agoney, su amiga obedeció sin rechistar y atravesó el patio de butacas. Creía que era una chica más segura, más tozuda, pero se dio cuenta de que no era así. Él mismo solía contestar a los insultos de forma ingenua pero esta vez no lo hizo por dos razones: la primera, no conocía lo suficiente a Aitana como para encontrarle un punto débil; la segunda, algo le decía que en esa ocasión no debía provocarla. Así que salió del auditorio para interrogar a Nerea en los pasillos.

—¿Y eso qué fue? —le preguntó, mientras caminaban por el corredor hacia la entrada.

—No ha sido nada. Ya estoy acostumbrada.

—¿Acostumbrada? ¿Hace cuánto que se mete contigo?

—No se mete conmigo, Agoney. Simplemente... —hizo una mueca, mientras ordenaba las ideas en su mente—. Aitana y yo éramos amigas desde la guardería. Fuimos a nuestras primeras clases de teatro juntas y los viernes por la noche solíamos dormir juntas. Cada semana una se iba a casa de la otra. Y siempre, siempre hacíamos karaokes —suspiró, y se quedó mirando hacia la cristalera, pensativa. Fue el chico el que rompió el silencio.

—¿Y qué pasó?

—No lo sé. Todo cambió al llegar al instituto. En menos de dos semanas se alejó de mí. Cada vez que quería hablar con ella, me ignoraba. Parecía que me tenía miedo. O asco. O ambas.

—Lo siento.

—Yo también. Lo siento por ella porque sé que yo nunca le hice nada para que me tratase así. Algo debió de pasarle, algo que yo desconozco, para que se alejase de mí. Y siento mucho que no se atreviese a contármelo —tras otro silencio incómodo, Nerea rio—. Y también lo siento porque nunca va a encontrar otra amiga tan guay como yo —y Agoney soltó una carcajada también.

Se sentaron en el gran porche de la entrada mientras esperaban a los padres de Nerea. El canario volvía a casa andando puesto que su familia había alquilado un pisito a unas manzanas del instituto, así que decidió quedarse con su amiga hasta que la recogiesen. Se estaban comiendo un paquete de Donettes comprado en las máquinas expendedoras cuando llegó corriendo una chica de rizos de un tono rubio oscuro.

Y te estoy diciendo que no me voyWhere stories live. Discover now