[Capítulo 7]

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Cuando se hizo mi horario de salida, tomé mis cosas, me despedí de mi jefa y bajé en busca de algún taxi, pues los colectivos a esta hora saldrían llenos.

A penas salí de la empresa, me quedé parada en la esquina a la espera de que pasara un taxi. Los minutos pasaban y había comenzado a anochecer, cada vez había menos gente en la calle y la empresa ya había cerrado.

Tomé mi móvil y llamé a la empresa pero esta me dio ocupado, intenté con Selena y este me dio directo a buzón. Mi día iba de mal en peor. Al ver que ya se hacía de noche. Me palntie la posibilidad de llamar a Estefan, por más que no quisiera él era el único en este momento que me podía ayudar.

Asique lo desbloquié y marqué su número.

-¿Hola?

-Hola Estefan, soy...

-Maite. -Me contestó sorprendido- ¿Estás bien? ¿Dónde estás?

-Estoy en el trabajo, no consigo taxi.

-Quédate allí, no te muevas, ya voy a buscarte.

Después de cortar la llamada, guardé mi móvil y esperé a que llegara Estefan.

Quince minutos después estaba estacionando el auto frente a mí.

-¿Qué haces aquí parada?

-Estaba esperado un taxi. Pensé que pasaría alguno, pero tenias razón no pasa ninguno por aquí.

-Vamos, subamos.

Me abrió la puerta y una vez que subí, cerró la puerta y dio la vuelta para entrar él.

-Gracias por venir. -Digo mirando mis manos sobre mi falda, de pronto sentí vergüenza- De seguro estabas ocupado y yo te molesté.

-De nada, Mai. No estaba ocupado. -Respondió sin mirarme.

Estefan puso en marcha el auto y comenzó a conducir.

-¿Qué pasó con tu auto?

-Llamé al mecánico y me dijo que no tiene arreglo.

-Menos mal que me llamaste, te podría haber pasado cualquier cosa. ¿A tu casa no?

-Si, por favor.

Nos deslizamos por las calles de la cuidad hasta que llegamos a mi casa.

-Gracias de nuevo por traerme. -Digo esbozando una sonrisa algo tímida.

-No fue nada, en serio. -Dice mientras apaga el motor y se gira hacia a mi.

-¿Pensaste en mi invitación?

-¿Invitación? -Estaba tan nerviosa que se me nublaba la mente- Ha, tú hablas la de ir a cenar ¿No?

-Si, de esa misma. ¿Tenes algo que hacer ahora?

-No, la verdad que no. -Digo tragando saliva, aún me sentía nerviosa.

-Si quieres y no tienes drama ¿quisieras salir a cenar conmigo?

-Yo... -Después de un rato volví a hablar- ¿A donde vamos?

-Ya lo verás, conozco un lugar perfecto.
Puso el auto en marcha una vez más y salimos de allí.

Ambos sabiamos que nos debíamos una charla, sentarnos a hablar las cosas como dos personas maduras y tratar de arreglarlas y que mejor que hacerlo ahora.

Después de manejar durante un rato, llegamos a un restaurante elegante.

Al ingresar, vimos que había pocos comensales y que allí podríamos hablar sin interrupciones.

-Y dime Maite, ¿Cómo te está yendo en el trabajo?

-Bien, no me puedo quejar, trabajo para Claudia Blanco. -Digo pero me freno.

El mozo se acercó tendiendonos las cartas y tomó nuestro pedido una vez que elegimos.

-Ella era amiga de mi madre cuando aún vivía. -Ok, eso si no me lo esperaba.

-Es una agradable mujer. -Respondo con una sonrisa- Es amable. ¿Y a tí cómo te está yendo?

-Bien, no me puedo quejar o si, en realidad si, porque me hace falta mi antigua secretaria, ella era organizada y siempre tenía todo listo antes de que lo pidiera.

Sin poder evitar esbozé una pequeña sonrisa. La noche estaba resultando totalmente diferente a los que había imaginado, el ambiente entre nosotros resultó ser agradable.

-¿Que pasó con ella? -pregunto después de un rato.

-La perdí por imbécil.

-Ammm, claro. -Digo acomodándome en mi asiento ya que había vuelto el mozo con nuestro pedido y un champán.

Después de un largo silencio, Estefan volvió a hablar.

-La verdad estoy arrepentido de lo que pasó entre nosotros Maite. -Al decir esto toma una de mis manos entre las suyas logrando que se me disparara el pulso- No hay día en que no me recrimine lo imbécil que fui por permitirme haberte perdido, fuiste la única que logró que me acercara a mi madre.

-¿A tú madre? -pregunto desorientada.

-Si, de la vez que hablamos tú y yo de hacerle un hueco, hablé las cosas con ella y todo se ha arreglado gracias a ti.

-Me alegro por ti y tu familia. Marcela es buena, se merecía que le dieras una oportunidad.

-¿Cómo están tus padres?

-Bien, trabajando ambos. -De pronto me surgió un sentimiento de nostalgia, el fin de semana los iría a ver.

-Está bien. Cuando los veas mandarle saludos de mi parte.

-Se los daré. -Digo bebiendo lo que quedaba en mi copa.

-¿Te parece si vamos yendo?

-Si, es una buena idea.

Pagamos la cuenta y nos fuimos.

Todo el trayecto de regreso lo hicimos en silencio.

Contrato con una mortal.® Parte II✔Onde histórias criam vida. Descubra agora