VI

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Luego de los tres intentos fallidos por parte de la alarma de hacerme despertar, decidí abrir los ojos y al hacerlo me inundaron los pequeños rayos de sol que atravesaban las cortinas de la ventana, logrando por el acto sacarme la primera palabra del día... Mierda

Como odiaba las mañanas.

Agarré mi celular para ver la hora y me encontré con que ya se estaba haciendo tarde para llegar a mi último día de clases.
Entre maldiciones por tener que despegarme obligadamente de la cama me dirigí al armario a buscar mi uniforme.

Ya cambiada, me detuve frente al espejo para así poder "Arreglar mi cabello"  Suspiré frustrada al no ver resultados luego de cepillarlo una y otra vez, por lo que opté en recogerlo delicadamente.

Una vez que estaba todo en orden, dí un último vistazo a mi reflejo y algo de nostalgia se hizo presente al saber que esa sería la última vez que tendría puesto el uniforme de dicha institución.

Y pensar que ese día se veía tan lejano...

Aún recuerdo mi primer año de secundaria, en dónde veía a los chicos de cursos más altos como una clase de dioses, vaya locura.

Nunca pensé que pronto esa luz inocente se opacaria repentinamente. Pero no todo eran recuerdos feos, después de todo había conocido a Juan, al único que hasta entonces consideré como un gran y único amigo. 

Bajé rápidamente las escaleras, agarré mi bolso y me senté en la mesa frente a mi madre quien se encontraba desayunando en la espera de que me pasarán a buscar.

— Último día de clases cariño— comentó  mientras llevaba a sus labios una taza de café y le daba un sorbo.

—No me lo recuerdes —dije fastidiada—No estoy lista para lo que se viene

-—Y claro, comenzarás a independizarte— dejó la taza sobre la mesa nuevamente y clavó su mirada en mí — Sea el camino que elijas estaré allí para lo que necesites

—Lo sé —me levanté de la silla para acercarme a ella y dejarle un  beso en su frente —Te quiero mamá asalta cunas

—¡Es solo cuatro años menor!— agregó en su defensa dándome un suave golpecito en mi brazo.

No pude evitar soltar una carcajada al verla ponerse nerviosa por aquello, nunca la había visto tan enamorada y un poco se lo agradecía a aquel patético pintor que logró, después de tantos años de intentar, robarle el corazón.

Aunque no creía en eso del amor ellos me habían dado una pequeña esperanza de que si existía.

Continué haciéndole pequeñas bromas con el único objetivo de hacerla molestar, cuando escuché que tocaron el timbre, por lo que supuse que era para mí.

—A las siete es el acto de finalización de clases, te quiero allí puntal —Me despedí dejándole un beso en la mejilla.

Salí de casa encontrándome con Juan apoyado en su auto mirándome con una sonrisa pícara en su rostro, sus ojos verdes decían que algo estaba tramando por lo que decidí preguntar.

— Suéltalo—dije  haciendo que su sonrisa se ensanchara aún más.

—No tienes permitido negarte—se apresuró a decir y antes que yo pudiera hacer algún reclamo volvió hablar—  Sé que las fiestas no van contigo y prefieres mil veces quedarte  leyendo algún libro o simplemente viendo una película, pero esta noche haremos una en casa de Gonza por nuestra despedida— Hizo una pausa mirándome con ojos suplicantes mientras esperaba paciente por mi respuesta.

—Está bien, si el señor Juan lo dice, lo haré—le sonreí amablemente y aunque por dentro no quería ir por ningún motivo a esa fiesta, no pude decir que no.

Dulce PerdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora