XXV

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—  ¡Oye, Cielo! — levanté la mirada de mi café y la clavé en Eliot— ¿Nos dirás cual es el motivo para que nos trajeras a este lugar?— concluyó mirando los alrededores con desagrado.

Fruncí el ceño molesta— Lamento no haberlos invitado a un lugar de primera— volví mis ojos al café— Ahora déjame desayunar tranquila, tengo hambre— traté de esquivar el tema.

— Cielo...— habló impaciente Christian.

Suspiré resignada dejando mi taza a un lado y levantando la vista nuevamente, pero está vez dirigida al magnate.

— ¿Saben que día es hoy? Sí, DOMINGO— empecé mi famosa guerra de palabras — ¿Y qué hace alguien un día como este? Exacto, DESCANSAR

Ambos Clark me miraron con cierta molestia haciendome soltar una pequeña risita que rápidamente disimulé porque estaba interpretando un papel de "enojada".

— Podríamos solucionarlo cualquier día de la semana, pero a ustedes se les ocurre venir un maldito domingo — una vez terminada mi queja volví a beber café.

— Lo siento — se disculpó Eliot primero.

— Perdonado — miré a Chritian esperando su disculpa, pero como siempre este no era alguien que las diera a la ligera.

— Cielo, suficiente de dar vueltas y dinos para qué nos trajiste a este lugar — típico suyo, directo al grano.

— Si quieres puedes irte— lo desafié — Quizás los haya traído por nada

— Te conozco, tú no eres así —elevó una ceja— Sé que algo tramas

— Touché — sonreí — Te concedo la victoria

Un carraspeo de garganta se hizo oír logrando interrumpir nuestra charla.

— Cielo, si lo que piensas es arreglar las cosas entre nosotros — se metió Eliot — Eso no va a suceder

— ¿Quién dijo eso? Ustedes hacen de su vida lo que quieran — los miré divertida — Y yo haré de la mía lo mismo

Podía ver en la cara de Christian que sabía hasta donde quería llegar, por esa razón una curva pícara se  posó en sus labios dejando mostrar su perfecta dentadura. Por otro lado, Eliot, aún estaba muy lejos de la respuesta.

— No vine a hablar sobre sus problemas familiares, no me interesan

— ¿Entonces?— preguntaron ambos al mismo tiempo que se miraban con desconfianza.

—  Punto número uno, no soy ningún medio para vengarse de nadie — miré al mayor— Punto número dos, tampoco soy ningún premio para consagrarse victorioso — ahora mi mirada estaba en Christian.

— ¿Y cuál es el número tres?— agregó  con burla el seductor.

— Nunca dije que habría— continúe nuestra pequeña pelea.

— Siempre hay uno— relamió sus labios haciendome titubear.

— Esta bien — me levanté de mi lugar— Y por último, el punto número tres— me puse en el medio de ambos para agacharme cerca de sus oídos y así poder susurrarles  — No me molesten en mis días libres —sonreí satisfecha— Eso es todo

Sin darles lugar a protestar me alejé de ellos y me dirigí a la salida.

Esperaba haberles dejado en claro que nunca podrían usarme para salirse con la suya a menos de que yo obtuviera algo a cambio.

Me encontraba algo dolida con Christian por la noche anterior y con respecto a Eliot no tenía ningún problema, después de todo la que había iniciado el beso era yo misma, pero no le daba derecho a utilizarme para vengarse de su hermano, eso no se lo permitiría.

Dulce PerdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora