¿Pueden dos mejores amigos arriesgarse a perderse el uno al otro por darle paso al amor?
Adrien y Marinette son amigos desde que eran unos inocentes y tiernos niños. Crecieron juntos y su amistad se fortaleció, volviéndose prácticamente inseparable...
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Unos suaves y tiernos besos me despertaron, yo abrí poco a poco los ojos, encontrandome con las intensas esmeraldas de aquel chico que me tenía encerrada en una hermosa burbuja color de rosa la cual suplicaba jamás fuera reventada.
— Adrien... — Susurré mientras llevaba una de mis manos a su rostro para acariciarlo, el sonrió y frotó su mejilla contra mi palma.
— Haces que mi nombre suene genial... — Musitó contra mi frente la cual de inmediato besó, yo solté una risita y me abracé a su cuello mientras volvía a cerrar los ojos, me sentía adormilada, levemente adolorida de las piernas y para ser sincera... Me encontraba en el jodido cie...
¡Mierda! ¡Debo de regresar a casa!
Me incorporé tan rápida y repentinamente que me golpee la frente con la de Adrien, provocando que ambos nos quejaramos del dolor mientras frotabamos la zona del impacto con nuestras manos.
—Hey ¿Que tienes? —preguntó mi amigo quien me miraba con evidente confusión. Yo intenté escabullirme por debajo de su cuerpo, pero él no me lo permitió.
—T-tengo que irme ¡Mis padres despertarán!
—Tranquila, aún es temprano.
—Pero tenemos que ir a clases ¡Y tenemos exámen! —exclamé consumida por el pánico. Él torció los labios en una sonrisa ladina y se incorporó, tomando su celular del tablero para después extenderlo hacia mi.
— Faltan 15 para las 3:00 am, tranquilizate ¿Quieres?
— Trinquilizit ¿Quiris? ¡Mamá me matará si despierta y no me ve!
— ¡No va a pasar nada! ¡Eres una paranoica!
— ¡No me llames así!
— Paranoica, paranoica, paranoica.
Rodé los ojos y posicioné una mano sobre su boca para callarlo, él lamio mi palma haciendome soltar una risita por las cosquillas.
— Eres un tonto.
— Soy tu tonto.
Mío, todo mío...
Ya un poco más tranquila, sonreí, lo tomé por el rostro y lo atraje hacia mi, uniendo mis labios con los suyos. Él no tardó en corresponder, comenzando así otro candente, tierno y apasionado beso. Su lengua era una delicia, su saliva tenía un sabor inigualable y lo hábil que era al besar me hacía estremecer de pies a cabeza.
—A-Adrien... Tenemos que...
— Shhh... — Siseó contra mis labios para después sonreír con cierta perversión — Dejate llevar bichita...
¿Necesitaba que me lo dijera para hacerlo? No. Mis piernas se enroscaron por detrás de sus piernas y mis manos deambularon libremente por su espalda mientras mis uñas trazaban un lento sendero hacia sus glúteos, mismos que apreté.
