Último mensaje | Ragoney

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Raoul y Agoney habían crecido juntos durante la mayor parte de su infancia, pasaban cada día jugando y divirtiéndose como todos los niños a su edad.

Eran inseparables.

Hasta que un día, la madre de Raoul tuvo que abandonar la ciudad por asuntos de trabajo, llevándose a su hijo con ella. Para entonces, Raoul y Agoney tenían 13 años y veían imposible vivir el uno sin el otro, lo que hizo que su despedida fuera, para ambos, la cosa más dura que habían tenido que hacer en su vida. Prometieron seguir en contacto, no dejar de hablar nunca y no olvidarse el uno del otro.

Pero las promesas se rompen.

En cuanto Raoul llegó a su nueva casa lo primero que hizo fue mandar un mensaje a Agoney.

Raoul: Hola ❤

Agoney: Te echo de menos.

Hablaban todos los días, se contaban todas las novedades, y cada vez notaban como se unían más. Demasiado. Tanto que les asustaba.

Seguían hablando.

Cada día se daban más cuenta de lo que sentían.

A los 18 años habían reunido el dinero suficiente para que uno de los dos viajara a ver al otro, tal como habían planeado en el momento en el que se despidieron. No sabían quién de los dos viajaría.

Agoney: vendrás tú?

Raoul: no sé si podré

Agoney: puedo ir yo

Raoul: ya veremos

Agoney conocía a Raoul, sabía que había algo que no le estaba contando. Y sabía que no se lo iba a contar. Y ese algo era que Raoul tenía miedo.

Tenía miedo porque estaba enamorado.

Pero no quería aceptarlo.

Los días pasaban y parecía que nunca tendrían la oportunidad de reencontrarse, de decirse todo lo que querían decirse cara a cara. A Agoney le asustaba el simple hecho de pensar en esa posibilidad, en la de quedarse sin ver a la persona a la que quería.

Agoney: Raoul?

Agoney: Raoul respóndeme

Cada día intentaba contactar con él, y cada día fracasaba. En ocasiones conseguía pequeñas victorias, respuestas simples como emojis o monosílabos, pero con eso bastaba. Sabía cómo era Raoul.

Raoul: tengo ganas de verte

Eso fue inesperado.

Agoney: en serio?

Pasaron tres días. No obtuvo respuesta.

Raoul: tenemos un problema

Agoney: cuál??? Que se te rompieron los dedos y no sabes teclear?

Raoul sonrió a la pantalla. Pero la sonrisa le duró poco.

Raoul: me voy aún más lejos

Raoul: a Mexico

Raoul: el dinero no nos sirve

Agoney lo sabía. Sabía que tendrían que haber quedado antes. Sabía que algo así pasaría. Por fin Raoul tenía el valor de reencontrarse con él, y pasa esto. O, ¿y si ni siquiera tenía el valor, y en vez de decir la verdad, se inventó esa historia de que se tiene que volver a mudar?

Tiró el móvil a la cama, frustrado.

Raoul: Ago?

Raoul: lo siento...

Pocos días más tarde, Agoney decidió responder, decirle que todo estaba bien. Pero no recibió ninguna respuesta. Lo intentó días más tarde. Tampoco. Esta vez Raoul no iba a volver a responder, lo sabía. Supuso que se había acabado lo que ni siquiera había empezado.

Pasaron los años, Agoney conoció a otro, alguien con quien estaba feliz, alguien de quien se enamoró.

Raoul conoció el valor. Se conoció a sí mismo.

Con 25 años, Raoul miraba orgulloso su hucha de cerdito, la que le regaló su abuela cuando tenía 3 años. Con la misma alegría que tenía a esa edad, le dio un martillazo a la hucha, rompiéndola en pedazos y liberando todo el dinero que tenía dentro.

Trabajar tantas horas había merecido la pena.

Vender su antiguo móvil había merecido la pena.

Iba a volar hasta España. Iba a ver a Agoney.

Se moría por darle una sorpresa, así que no avisó. Tampoco tenía un móvil con el que avisar. Sólo rezó porque siguiera viviendo en la misma casa.

Llegó a su antiguo barrio, del cual recordaba cada detalle, el olor, el color, cada esquina, a la perfección, y subió corriendo la cuesta hacia donde estaba la casa de Agoney.

Él quería darle una sorpresa.

Pero la sorpresa se la llevó él.

Vio como otro hombre le estaba pidiendo matrimonio a Ago. Al Ago del que llevaba enamorado años.

En ese momento no sintió nada. No sintió ni alegría, ni tristeza, ni dolor. Sintió como una sombra se apoderaba de su interior e iba matando todas sus emociones, una por una.

Supo que no pintaba nada allí.

Agoney era feliz.

Era feliz con alguien a quien amaba, y eso nunca lo hubiera conseguido si dependiera de él.

Porque él no supo mostrar sus sentimientos.

Llegó demasiado tarde.

No le odiaba. No le odiaba a él ni a su futuro marido. A él siempre le querría. A aquel hombre le agradecería eternamente el hecho de que hubiera conseguido hacer feliz a alguien tan importante para él.

La única persona a la que odiaba era a él mismo.

'Sed muy felices. Te quiero'

Ese fue su último mensaje.

OT | One ShotsWhere stories live. Discover now