Cita Doble | Ragoalmaia

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—¿Te queda mucho?

Raoul llevaba unos 40 minutos preparándose, era incapaz de conseguir que su pelo se viese como él quería, a pesar de que Agoney le había dicho más de 17 veces que estaba bien así. Pese a las insistencias de su novio porque se diera prisa, él seguía intentando darle forma a su tupé. Iban a un restaurante de lujo y sabía que le juzgarían por cualquier mechón mal peinado.

—O te das prisa o me voy yo solo —le gritó Agoney desde la otra punta de la casa que compartían desde hacía apenas un mes.

—Sí, sí —contestó Raoul, resoplando —Ya va.

—De todas formas estás más guapo despeinado

Raoul sonrió.

—Eso tú —le dijo— Yo parezco una cabra.

Agoney no tenía ni idea de por qué Raoul decía que parecía una cabra, pero no pudo evitar reír. Supuso que aún tardaría en acabar de prepararse, así que se tiró en el sofá y miró la hora.

Las 8 de la tarde.

Habían quedado con Alfred y Amaia a las 9:30 y aun así estaba convencido de que llegarían tarde. Por su parte Raoul parecía más calmado. Ya te digo que parecía calmado, como que llevaba 10 minutos con el mismo mechón.


En la otra punta de la ciudad, Alfred y Amaia no tenían este problema. Es más, de no ser por la alarma del móvil de Alfred, que sonaba justo en ese momento, aún estarían durmiendo la siesta. En cuanto la música de jazz, la cual tenía puesta como alarma, sonó en los altavoces del móvil, Alfred pegó un saltó de la cama y se giró a mirar a Amaia, esperando verla igual de despierta, aunque sabía que, como de costumbre, seguiría dormida. En efecto, estaba acurrucada y tapada con las sábanas, como una niña pequeña que acaba de llegar de jugar en el parque. Alfred la observó durante un tiempo, era la persona que más calma le transmitía y no quería nada más que estar con ella.


A las 9 Raoul ya se había vestido y peinado, cosa que no hubiera sido posible si Agoney no le hubiera estado metiendo prisa. Estuvo un tiempo más mirándose al espejo, pensando en todo lo que le cruzaba la mente. Era la primera vez que quedaban con Alfred y Amaia de esta manera, y no sabía cómo actuar. Sería como una cita normal pero con otras dos personas, ¿no?

Salió del baño y lo primero con lo que se encontró fue con la mirada directa de Agoney.

—Wow —fueron las únicas palabras que salieron de la boca de ambos, seguidas de una leve risa que les provocó el hecho de haber dicho lo mismo.

Raoul no mentía cuando decía que Agoney estaba precioso con su pelo rizado al natural. Y el traje le quedaba estupendo, se veía tan bien que Raoul se preguntaba cómo era posible. Por su parte, Agoney no salía del asombro de tener delante a la persona que más quería, y de que este fuera tan guapo, tan asombroso.

Estaba claro que sólo tenían ojos el uno para el otro.

—Estás guapísimo —dijo Raoul, sin poder ocultar la sonrisa que se le había dibujado en la cara.

—Tú sí que estás guapo —contestó Agoney, con la misma sonrisa.

Agoney se acercó a Raoul y, sujetándole la nuca con delicadeza, le dio un beso tan tierno y puro como sus sentimientos hacia él, haciendo que el otro sonriera aún más. Apoyaron sus frentes y se mantuvieron así, medio abrazados, acariciando el uno la cara del otro.


Mientras tanto, Amaia ayudaba a Alfred con la corbata, y este abrochaba la cremallera del vestido rojo que llevaba ella. Al igual que sus amigos, estaban sin palabras ante el aspecto del otro. Alfred no podía dejar de mirar a Amaia, y ella no podía dejar de mirarlo a él.

OT | One ShotsWhere stories live. Discover now