Falling Down - Capítulo 14

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Salí de la ducha envuelta en una toalla blanca. Había utilizado el tiempo en la ducha para repasar en mi mente todo lo que había pasado en estas dos semanas. Sí, ya llevaba dos semanas viviendo con Tom y trabajando para Rogelio.

El día en el que fui a ver a Giovanni y Lana la semana pasada, vino a mi mente.

FlashBack

—¡Kiana!— Exclamó Giovanni al verme entrar en el edificio.

Me abrazó con fuerza. Lana apareció poco después y también me abrazó.

—Vaya, linda ropa.— Dijo mirándome de arriba abajo.

Llevaba una falda ajustada a la cintura y ancha en la parte baja hasta un poco más arriba de las rodillas de color negro. Un top manga larga color verde oliva y unos zapatos bajos color negro. 

—Si bueno... Tengo mucho que contarte.— Dije haciendo una mueca y ella soltó una carcajada.

Los tres nos encaminamos a la habitación de Lana con una sonrisa. Al llegar me senté en la cama junto a ella y Gio se sentó en el suelo frente a nosotras.

—Primero que todo, quiero saber cómo los ha tratado la bruja.— Dije seria.

Ellos compartieron miradas antes de responder.

—Bien.— Dijeron al unísono.

—¿Seguros? Siento que no me están diciendo la verdad.

—La bruja no nos ha puesto a trabajar, Kiana.— Dijo Lana y mis ojos se abrieron de par en par.

—¿Qué dices?

—Dijo que esta semana nos perdonó por simple despiste, pero que ahora empezaremos normal.— Hizo una mueca.

—No nos tocó ni un pelo de la cabeza, Ki.— Dijo Giovanni haciendo otra mueca.

No me olía nada bien todo esto. Solo esperaba que no los lastimara por nada del mundo.

—Deben prometer que si los llega a tocar, me lo harán saber.— Dije seria.

—¿Eso qué arreglaría?— Dijo Gio desviando la mirada a un punto ciego en el suelo.

—Mi estadía con ese enfermo mental.

—¿A qué te refieres?— Preguntó Lana confundida.

—¡Kiana!— Escuché la voz de Tom desde afuera.

Rodé los ojos.

—Prometo contarles la próxima semana.— Dije y antes de salir le di dos besos en la mejilla a cada uno.

Fin del FlashBack

No había sido nada. Necesitaba pasar más tiempo con ellos, conversar. Y hoy era el día. Por eso estaba arreglándome desde la mañana. Eran tan solo las ocho. Busqué en mi clóset algo para ponerme.

Toda la ropa estaba arreglada por color y los zapatos estaban alineados perfectamente en la parte baja. Carolay había hecho un buen trabajo. Mi ropa vieja estaba también entre esa. Opté por unos shorts color crema con encaje transparente del mismo color y una blusa color rojo con manga hasta el codo. Me coloqué unas sandalias color crema y recogí mi cabello en una cola de caballo.

Tomé mis zarcillos redondos color negro, un bolso del mismo color y salí de la habitación luego de colocarme los zarcillos.

Al entrar a la cocina, Carolay ya me estaba esperando con el desayuno en la barra. Le sonreí amablemente y Tom no tardó mucho en aparecer. Me dio un beso en los labios y se sentó a mi lado a comer.

La sensación de asco que recorría mi cuerpo cada vez que me tocaba no había cambiado, pero había aprendido a disimularla. Empecé a comer en silencio.

—Te ves hermosa esta mañana, cariño.— Dijo Tom y traté de ignorar el apelativo que me había puesto.

—Gracias.— Sonreí falsamente.

—¿A dónde vas?

—Quiero pasar a saludar a Giovanni y Lana. En realidad quiero pasar el día con ellos. Hablé con Chester y dijo que no tiene problema en llevarme y en la tarde llevarnos a almorzar tal vez.— Dije encogiendo los hombros.

—Ya veo.— Dijo asintiendo.

—Espero que no te moleste.— Dije con cautela.

Realmente, lo menos que necesitaba era sacarlo de quicio y que me dejara encerrada aquí. En las dos semanas que llevaba viviendo con él, ya lo había hecho unas tres veces. Siempre llegaba disculpándose, pero no servía de nada. Simplemente seguía dándome asco y hacía que un sentimiento de rabia se desatara en mi interior.

—Para nada, es solo que he estado pensando en algo.

—¿Se puede saber en qué?

—En que no he estado cumpliendo del todo mi parte del trato.

—¿A qué te refieres? ¿Les ha pasado algo que yo no sepa?— Pregunté en seguida.

—No, preciosa, me refiero a que tú has dicho que quieres tener contacto con ellos todos los días y la verdad no has podido.— Dijo mirándome a los ojos.

Este tipo en serio era raro.

—Cierto.

—Por eso he decidido darte algo.— Dijo sonriendo esta vez y se levantó.

Salió de la cocina y en menos de un minuto volvió con una caja blanca en sus manos. Me la entregó y vi la palabra iPhone en uno de los lados de la caja. Fruncí el ceño y la abrí. Me encontré con un hermoso teléfono color blanco.

—¿Un teléfono?

—Sí.

—No entiendo.

—Así podrás llamar a la oficina de Teressa para hablar con ellos siempre que quieras.— Sonrió.

Saqué el teléfono de la caja y sonreí con sinceridad. Nada me ponía más feliz que tener contacto con ese par de imbéciles. 

—Tengo unos asuntos que atender, pero estaré aquí antes de que te vayas a trabajar, ¿vale?— Dijo antes de besar mi mejilla.

—Vale.

—Nos vemos.— Dijo sonriendo y salió de la cocina.

Yo me quedé mirando el teléfono un momento y luego saqué el manual de la caja. Comencé a leerlo mientras me terminaba el desayuno. Nunca había tenido un celular, y la verdad este era más que perfecto. Tendría que agradecerle con sinceridad por regalarme todo esto.

Luego de desayunar salí del apartamento para ir a encontrarme con Chester y el hermoso Lamborghini. Amaba ese auto y había convencido a Chester para que me enseñara un poco cómo manejar. 

—Buen día, señorita Grimaldi.— Dijo sonriendo.

—Hola, Chester.

Me abrió la puerta del auto y entré con cuidado. Rodeó el auto y se sentó en el asiento del conductor. Le dije hacia dónde debía ir y de inmediato arrancó. Saqué la caja de Camel de mi bolso y prendí un cigarrillo.

Chester abrió la ventana automáticamente. Ya estaba acostumbrado a verme fumar dentro del auto. A veces él me acompañaba, pero para él era muy temprano.

—Espero que el Sr. Brunette no se entere de esto.— Dijo sonriendo sin quitar la mirada de la carretera.

—Tranquilo Chester, si se entera, ya me ocupo yo.— Le guiñé un ojo cuando volteó a verme rápidamente y seguí fumando con calma.

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