Falling Down - Capítulo 46

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Narra Tom

Bien, supongo que habrá que destacar que siempre he sido un hombre bastante decidido con mis cosas. Cuando quiero algo, lo obtengo. Y la verdad no creo que haya razón para pensar que eso es algo malo, al contrario, es algo de lo que hay que estar orgulloso. Con ello, demuestro poder y no hay nadie que decida llevarme la contraria.

Aunque, sólo hay una persona que lo ha hecho y por eso me tiene completamente loco.

Kiana Grimaldi.

Desde que la vi por primera vez enfundada en ese vestido y maquillada de esa forma que resaltaba sus preciosos ojos verdes, no pude resistirme aún sabiendo que era muchos años menos que yo. Sin embargo, nunca le he visto como una niña. Para mí siempre ha sido mucho más que eso, y ella debe saberlo.

Comenzaré diciendo que siempre había querido tenerle a mi lado, siempre había querido darle hasta el cielo desde la primera vez que le tuve entre mis brazos. Era una fascinación que ninguna mujer lograba en mí y muchas veces había intentado convencer a Teressa de ello ya que, no soy estúpido, y muy bien me daba cuenta de todas las cosas que le hacía.

Me daba cuenta de cómo sufría. Y siempre quise aplacar ese sufrimiento. Así que, por fin el día que Teressa aceptó darme a su hija bajo sus condiciones, busqué darle lo mejor que podía. Le compré ropa, le di mi mejor dormitorio luego del mío, le compré todas las cosas que podrían hacer feliz a una mujer y acepté sus condiciones de protección a sus seres queridos.

Le hacía el amor todas las noches, dejándola satisfecha, la alimentaba como quería y prácticamente la trataba como una reina.

A pesar de ello, la muy ingrata decidió comenzar a desobedecerme saliendo sin mi permiso. Nunca me ha gustado que rompan mis reglas y mucho menos estando bajo mi maldito techo, por lo que simplemente le di una pequeña lección que no se volvería a repetir si ella comenzaba a colaborar.

Decidía llevarla a visitar a sus seres queridos una vez a la semana para que se sintiera feliz y completa, pero eso no le bastó. Simplemente, una noche luego de hacer el amor con eterna pasión, me invitó a salir de su habitación para poder descansar sola. Por supuesto, lo que ella pedía yo se lo concedía, así que salí y me dirigí a mi habitación.

Si hubiese sabido lo que iba a hacer, nunca hubiese salido de allí.

A la mañana siguiente de eso, me levanté temprano para ordenarle a Carolay que hiciese el desayuno. Luego, al llegar a la habitación de Kiana con el desayuno en una bandeja, me encontré con la habitación vacía y la cama completamente revuelta, justo como había quedado la noche anterior.

Mis manos apretaron la bandeja con fuerza y la tiré al suelo, corriendo hacia el armario donde sólo quedaban unas pocas prendas, entre ellas, el costoso collar que le regalé. Mi puño golpeó con fuerza la pared, haciendo mis nudillos sangrar un poco.

Corrí hasta mi habitación, me di una rápida ducha y me vestí para luego ir al estacionamiento por mi auto. Fue allí donde pude darme cuenta de que mi Audi R8 no estaba. La ira creció y tuve que optar por mi Lamborghini. Al estar dentro, arranqué el auto a toda velocidad y me dirigí al primer lugar que se me ocurrió.

Estaban muertos. Ese jodido niño y la rubia estaban muertos. ¿Quería jugar con fuego? Bien, se quemaría antes de volver conmigo. Aparte de todo la amaba, y no podía hacerle daño. Simplemente quería que aprendiera una lección.

Estacioné fuera del edificio de Teressa y divisé mi Audi en el callejón que estaba al lado. Bien, si estaba dentro del edificio le daría una lección y la llevaría a casa. Pero si no estaba, esos dos enanos pagarían por toda la mierda que estaba haciendo.

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