2: La visitante más molesta

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Narra Jaden:

Nick me tomó de la mano. Supongo que el pensará que estoy triste, pero mi diminuto cuerpecillo sólo alberga enfado en éstos momentos.

—Escucha, ya sabes cómo es Todey así que no tiene sentido que te pongas a pelear con él. Yo sí amaría verte con uno de los vestidos, luego me enseñarás.

Gruñí.

—Osea, ni que le hubiera dicho que me iba a hacer un tatuaje en el pene como para que se ponga así... —Eso es lo que me molesta, que exagere las cosas.

Nick se dobló de la risa.

—¿Dije algo gracioso? —pregunté algo molesto.

—Nada, sólo olvídalo. No te pongas así, ¿sabes? Con esa carita de ternura no puedo siquiera pensar que estás molesto —me hundió un dedo en la mejilla derecha, igual que hace con sus gatos.

—Bueno ya olvidémoslo. No vale la pena desperdiciar el tiempo tratando de entender al nerd de mi hermano.

Me acerqué más a Nick, que me tomó por la cintura. Amo a éste chico, es lo mejor que me ha pasado.

—Por cierto, has evolucionado mucho tu estilo de dibujo, es increíble lo rápido que avanzas —me halagó Nick.

—Gracias, me esfuerzo mucho. Aunque no me parece complicado, es algo que me gusta hacer.

—Eres mi pequeño artista.

Nos abrazamos.

Mientras tanto en casa de Todey.

Narra Todey:

Tocaron la puerta, por los frenéticos golpes adiviné de quién se trataba...

Al abrir la puerta me encontré cara a cara con una chica vestida de vampiro. O eso me parecía a mí, al menos. Llevaba una gargantilla que la hacía parecer decapitada, una blusa blanca de cuello cerrado, y encima un abrigo de lana negro. Y con el sol que hacía me sorprendí de que no echara humo...

—Hola Lizett.

La chica alzó una de sus depiladas y negras cejas como respuesta. Así era ésta chica... Mi ex.

—Vine a ver cómo estabas...

Me sorprendió que no dijera un comentario sárcastico hiriente.

—Qué amable de tu parte... Entonces supongo que debo invitarte a pasar ¿No?

—Como quieras...

Me hablaba quedito y desplazaba las últimas dos letras de cada frase.

La vampiresa caminó hacia el interior de la casa, haciendo un escándalo con sus tacones que resultaba molesto. Recorrió mi casa como pedro por su casa y al final se sentó con ademanes presumidos.

—¿Te ofrezco un café? —le pregunté fingiendo una sonrisa, lo que más quería es que esa chica de fuera lo antes posible.

—Mejor una copa de vino... ¿Puedes?

—No, está reservado para personas que sí amo.

La chica hizo una mueca, curvando sus negros labios. No recuerdo que antes abusara tanto del maquillaje como ahora.

—Como quieras...

—¿A qué veniste? ¿No tienes una tumba que visitar?

Ahora me dirigió una mirada llena de odio. Sus iris marrones apenas y eran visibles a través de las toneladas de pestañas postizas y rímel. Cuánto había cambiado...

—No. Soy una vampira, no un enterrador. Ya dije. Quería ver cómo estabas. Y traerle algo a tu hermano... ¿Está aquí?

—No, salió con su novio. Pero yo le daré lo que le trajiste.

Lizett se contempló las afiladas y postizas uñas negras. ¿Había algo en ella que no fuera postizo?

—Es muy lindo que Jaden tenga novio y se amen tanto... Aunque me hace recordar cuando nosotros teníamos algo así...

—Mejor no sigas Lizett, ambos sabemos que no estaba funcionando.

—Porque no pusiste de tu parte... Pero está bien, ya pasó. —la chica metió una mano a una bolsa de su abrigo y sacó una paquete que me entregó con cuidado —Se lo das a Jaden de mi parte, es un juego de pinceles de alta calidad.

—Está bien —dejé el paquete en el lugar de Jaden en la mesa.

La chica bajó la cabeza.

—Yo te amaba.

La miré y en ella no ví a la chica que había amado tanto.

—Yo también pero tú decidiste cambiar. Y no pude traerte de regreso.

Lizett se levantó con cuidado y se dirigió a la salida.

—Ten un buen día...

—También tú, cuídate.

Justo cuando se dirigía a la puerta un pensamiento repentino me vino a la mente...

—¡Lizett espera!

Fue en vano, su zapato de tacón infernalmente alto pisó la rebana de pizza que Jaden había tirado y la hizo derrapar, como un jabón sobre el hielo, Lizett se resbaló y aterrizó en el umbral de la puerta, con la amplia falda negra totalmente levantada.

—¡Lizett que sorda estás te dije que esperaras!

Me acerqué para ayudarla y me llevé un susto al contemplar que la falda levantada revelaba una ropa interior de monja.

Intentando no ver esa horrorosidad levanté a Lizett con enorme esfuerzo.

—¿Estás bien?

Lizett me miró con odio puro.

—Ya me voy.

Salió de la casa sacudiéndose la ropa.

La chica se alejó, atrayendo las miradas de mis vecinos, que la miraban como a un fantasma en plena luz del día. Ese era el efecto que provocaba Lizett.

Cerré la puerta.

Extrañaba a la Lizett que amaba los colores, las hamburguesas y los animales. Pero ésta Lizett amaba los cuchillos, las gargantillas y el color negro. Ya no sentía nada por esa Lizett. Que se quede con sus cosas vampíricas raras. No la necesito.

Tanto desgaste significaba hablar con ella que me dio hambre. Tomé una bolsa de papas fritas de la alacena. ¡Mierda! Yo que quiero dejar de comer tanta chatarra y ella visitándome.







Mi hermano usa falda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora