Capítulo 5

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El sabor del tocino crujiente y salado, mezclado con el ligero sabor dulce de la salsa de arándanos y la canela picante, hizo explosión en su lengua. Camila cerró los ojos por un momento. Aquella hamburguesa sabía a Navidad, eso era, después de todo, lo que le gustaba de aquella fiesta. Volvió a abrir los ojos y notó que Lauren la miraba como si nunca hubiera visto a una mujer comiendo una hamburguesa. Rápidamente se llevó la servilleta a la boca, quizás había se había manchado la barbilla con la salsa sin darse cuenta. Pero aparentemente no era eso, porque Lauren aun la miraba fijamente.

― ¿Te gusta? ―preguntó.

―Sí, gracias. ―Se dibujó una sonrisa en su cara, pero estaba bastante segura de que fue más bien una mueca. Si no hubiera tenido aquella gruesa barriga y no llevara puesta unas prendas tan feas y sin forma, podría haberse atrevido a coquetear con ella. Pero parecía que no hacía otra cosa en todo el día que atiborrarse de comida rápida. Solo de pensarlo casi se le quitó el apetito. Pero luego decidió disfrutar de su comida. No estaba allí para impresionar a una mujer. Menos aún para coquetear con Lauren.

―Cuando la camarera nos ofrezca café, podemos preguntarle ―dijo Lauren. No necesitaba dar más detalles sobre lo que quería preguntar. Ya estaba claro. Como Lauren sospechaba, no podía esperar a deshacerse de ella.

―Sí, por supuesto ―murmuró. La idea de quedarse sola le resultaba un poco incómoda. Estaba acostumbrada, porque siempre trabajaba sola, pero aquel día se alegraba de tener compañía. Cuando cogió el dinero, no había pensado que Austin se vengaría de ella o intentaría arrebatarle de nuevo los treinta mil dólares. Para ser honesta, no lo había meditado mucho. Actuó espontáneamente. Solo cuando vio a la gente de Austin en el centro comercial, se dio cuenta de la situación en la que se encontraba. Austin era un ciudadano influyente de Lac-Mégantic. Las empresas de alquiler de coches, el comercio de coches usados, eran solo algunos de los sectores en los que trabajaba. Tenía que desaparecer de aquel lugar, pero al mismo tiempo no podía arriesgarse a coger un autobús o alquilar otro coche, porque sin lugar a dudas eso hubiera puesto a Austin sobre su pista de inmediato.

Como si eso no fuera suficiente, Austin también tenía una compañía de seguridad en la que daba empleo a hombres que parecía que tomaran esteroides por la mañana, al mediodía y por la noche. Y luego estaba la facilidad con la que la había localizado. Además de su móvil, también había dejado el coche de alquiler en el centro comercial. No estaba segura de cómo la había encontrado allí Austin, pero que la hubiera localizado mediante el móvil o un dispositivo de rastreo colocado en su coche, había sido su primera sospecha cuando vio a su gente. Esperaba que lo que se suponía fuera cierto. Si no, Austin había logrado encontrarla por otros medios, y eso era algo en lo que prefería no pensar.

La camarera, cuya placa la identificaba como Ally, se acercó a su mesa y puso delante de ellos un plato decorado a la manera navideña.

―Con los mejores deseos del Silver Diner ―dijo―. Les deseamos una feliz Navidad. ―Luego les ofreció un café. No había colocado el plato en el medio, sino que lo había acercado más hacia el lado de Camila. No era de extrañar, ya que Lauren se había revelado como un auténtico fanático contrario a la Navidad.

―Muchísimas gracias. Oh, mint snowballs. ―Camila cogió uno de aquellos dulces blancos. Le encantaba su sabor a menta con un ligero matiz de coco. Otra vez la Navidad se encarnaba para ella en su forma más pura. Hubiera preferido no tener que abandonar el restaurante.

Lauren se aclaró la voz.

― ¿Hay una estación de autobuses o un concesionario de coches usados aquí, Ally? ¿O algún particular que quiera vender su coche? ―Intentó esbozar una simpática sonrisa, pero era demasiado tarde para eso. La camarera ya lo había puesto en su lista negra.

Tormentas y amor en Navidad - Adaptación CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora