Tu Propio Reflejo

8. Chaqueta

A diferencia de Ale, quien llevaba un vestido corto y suelto de color rosa, con un peligroso escote; yo había optado (sin importar las muchas protestas de Ale) por un lindo suéter de cachemir, junto con unos vaqueros.

Dicho suéter se encontraba empapado en la parte delantera. El líquido comenzaba a escurrirse por el bordillo de mi pantalón y desprendía un fuerte olor a alcohol, proveniente de la bebida de la persona con la que había impactado.

En mi estado de estupefacción por el desastre, no me había percatado de quien había sido el causante del mismo. Aparte mi oscuro pelo, ahora pegado a mi cara por la humedad y levante la vista.

—Tenía que ser el idiota egocéntrico —de todos los clubes de la ciudad tenía que venir precisamente a este, y tenía que ser precisamente él quien me tirara encima la bebida—. No te basta con hacer mi vida miserable en la escuela, ¿también tienes que hacerlo fuera? —espeté, obteniendo una sonrisa burlona de su parte.

Vestía unos ajustados pantalones negros, con zapatillas Vans del mismo color, junto con una camiseta blanca. Completando su atuendo llevaba la típica chaqueta de cuero, de esas que te daban un aire oscuro y misterioso, que era seguramente el efecto que quería causar. Eso, combinado con su pelo desordenado y sus ojos azules, brillantes por el alcohol. Hacían de Tyler una visión realmente atractiva.

Tyler

La chica con la que había estado bailando, me dejo para ir al baño, aunque por la forma en la que se movía contra mí, diría que era yo el que necesitaba "ir a vaciar". El club estaba considerablemente lleno para un jueves por la noche, pero era el único día en que las bebidas eran bajadas de precio.

Me abrí paso entre la multitud hacia la barra para pedir el que sería mi tercer coctel. A mi derecha una chica se estaba besuqueando con un tipo unos cinco o seis años mayor, pronto se marcharon hacia la pista... o a un hotel.

Decidí que era un buen momento para un cigarrillo, a pesar de que evitaba fumar a toda costa, hacia un frió de cojones, que me obligo a sacar lo que sería mi primer cigarro en una semana. Era lo más lejos que había llegado en mi intento por dejarlo, pero cuando pasabas tres años respirando mas humo que oxigeno, era difícil hacerlo.

Por alguna razón, probablemente por el alcohol en mi sistema, mi mente comenzó a divagar, hasta el año en el que decidí dejar de fumar. A mi madre acababan de diagnosticarle cáncer de pulmón en un estado terminal por la misma razón.

Un fuerte golpe que casi me tira el suelo me trajo de vuelta al presente, mi cigarrillo se resbalo de mi mano y mi bebida voló por los aires, bueno, voló hacia el rostro y la ropa de la chica con la que choque. Ella se quedo paralizada admirando el caos que era su cabello y su ropa. Al instante en que puse mis ojos en ella me di cuenta de su identidad, sin embargo ella no se dio cuenta sino unos segundos después.

—Tenía que ser el idiota egocéntrico.

Roberts. En un club. Entre semana.

Y gracias a mi, mojada. De nuevo

—No te basta con hacer miserable mi vida en la escuela, ¿también tienes que hacerlo fuera?

Se veía claramente molesta. Si las miradas matasen... de pronto su mirada pareció concentrada, de la forma en la que ella solía mirarme cuando me analizaba.

—¿Ves algo que te guste? —la provoqué. Intente acercarme a ella, pero paso por mi lado dándome un fuerte golpe el hombro. Iba en dirección al baño, probablemente a intentar limpiar el desastre que yo había causado. La seguí.

En cuanto se dio cuenta se giro bruscamente, haciendo que me echara para atrás. Sus ojos con esa intensa mirada que siempre me daba, pero esta vez albergaba un poco mas de furia de lo habitual. Bueno... casi siempre, la noche que pase en su casa fue un extraño caso en el que ambos dejamos caer las barreras, no tengo ni la menor idea de por qué le confesé todo aquello a Roberts, pero hubo algo en su mirada cuando me contó lo de su madre que me hizo sentir, extraño, casi... vulnerable. Nah estos pensamientos son efectos del alcohol.