Sesión 8: Hadas, sirenas y gigantes.

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      El agua caliente escurre por mi cabello mientras froto cada parte de mi cuerpo en un intento por relajarme. Ya no sé cuánto tiempo llevo en la ducha, seguro han pasado al menos cuarenta minutos y aun así, siento que falta un trecho largo por lavar.

     Sigo enumerando en mi cabeza las cosas que me faltan por comprar en la tienda, la ropa que debo llevar a la tintorería, la cita en el veterinario de Harley, la reunión en la policía que tengo en menos de una hora y medito si debo o no soltarles de tajo las últimas cosas que Emma me ha contado.

     Se supone para eso me llevaron a la chica, detalles para saber lo que pasó en el bosque, claro que solo quieren encontrar culpables y no debo decirles todo lo que sé, va contra mi ética realmente. Pero siento que aún no está claro, ni para mí, lo que ocurrió. Antes de señalar con el dedo a los responsables siento que es mi deber averiguar lo que de verdad pasaron esos niños.

    Quisiera poder hablar con alguno de los hermanos de Emma, conocer otro punto de vista, y así quizás tener un mayor enfoque de la situación. No dudo del todo lo que me cuenta Emma, en sus ojos se vislumbra la tristeza, la rabia, el temor y la desesperanza que sería típica de una persona que atravesó una situación como la de ella, pero algo en la forma en que me la cuenta es lo que pone en tela de juicio todo este argumento. Quizás es su tono de voz, quizás es la forma en que sus ojos se ensanchan al hablar o la forma en que aprieta sus puños con la mención de lo que recuerda. Debo seguir averiguando antes de enjuiciar a la chica. La policía puede esperar un poco más. 

     Salgo al fin de la ducha y me visto rápido para emprender mi camino a la comisaria. Peter se encuentra en su trabajo por lo que pretendo pasar por su trabajo al salir de la estación. Tomo mis llaves, mi teléfono y mi cartera y me apresuro hasta mi auto. 

     Avanzo con normalidad hasta la estación. 20 minutos tarde cruzo las puertas dobles sin sentir remordimiento. Me acerco a la recepción y la secretaria me mira con una sonrisa.

— Claudia, querida ¿cómo estás? –Saluda Beatriz, la secretaria—  Bastante tiempo sin verte.

—Hola Beatriz, ¿qué tal te ha ido? –respondo tranquilamente—  Estoy buscando a Marcus, ¿lo has visto?

—Claro cariño, lo buscaré para ti. — Se levanta y zapatea rápidamente hasta la oficina de Charles. 

     Miro a mí alrededor sintiendo un nudo en la garganta. Recuerdo con nostalgia las veces anteriores que me encontré en este lugar. Parece ser hace tanto tiempo que todo se ve diferente, sin embargo tres años no es demasiado.

—Claudia –Marcus me llama y me sorprendo saliendo de mis pensamientos— , llegas tarde para variar.

—Lo lamento, Charles –respondo— . Tuve un par de asuntos que arreglar.

—Imagino que sí. Sígueme –respondió como si nada y caminó de vuelta hasta su oficina. Lo seguí mientras despedía con un gesto de la mano a Beatriz quien sonería afablemente.

     Cruzamos la puerta en silencio, la incomodidad creciendo en mi interior. Marcus cruzó la sala y rodeó su escritorio para tomar asiento, indicándome con su mano que hiciera lo propio frente a él. 

—Siéntate –confirmó señalando la silla al frente. Caminé y me senté un poco renuente, dejando que mi mente de nuevo deambulara en los recuerdos que se adjuntaban a aquel lugar.

     Marcus no me mira. Está distraído buscando en las carpetas de su escritorio, asumo ubicando la carpeta de Emma. Lo miro y de nuevo siento pena. Su cabello ha encanecido un poco, sus rasgos se ven mayores, cansados, abatidos y duros; ya no resaltan tanto los hoyuelos que antes estaban ni sus ojos parecen tener ese brillo que antes lo caracterizaba. Es increíble como el amor, o el desamor en este caso, pueden cambiar tanto a alguien.

La habitación más oscura© Secretos del bosque ‪#1. COMPLETA.Where stories live. Discover now