Muerto en mi día.

8 0 0
                                    

La verdad, salí de casa esperando nada. Solo tenía la mochila puesta ya que sin esta me sentía incompleto. Camino raro, siempre con la cabeza tambaleando de un lado a otro, riéndome de lo que pienso e imagino y obviando lo que veo y vivo. 

Tenía tantas metas, me sorprende aún seguir aquí, en el mismo lugar a mis 20 años. Lo único que agradezco de seguir aquí es que un cielo naranja me recibe a la misma hora en el mismo lugar y enmarcado por las mismas flores de mi techo. Estoy enamorado del infinito pero al igual que esa chica que llamó mi atención cuando entré a la universidad, él también se luce para otras personas además de mi.

Hace un rato acabo de llegar a la facultad y  no sé como es que puedo soportar el intenso y molesto viaje de más de dos horas. Creo que es por el momento en el que las personas me ven sorprendidos y admirados por el gran sacrificio que hago para estudiar, como si asistir a una universidad que está tan lejos de casa me hiciera un estudiante más aplicado, la verdad, odio estar aquí, no es para nada lo que esperé, ni siquiera estudio lo que quería estudiar, fui un cobarde y no sé cuando dejaré de serlo.

Llevo más de tres años aquí y aún no encuentro la razón por la que en un principio me decidí a realizar esta odisea cada día, lo peor de todo, esa razón tiene nombre, apellido y todos esos días enteros que utilicé pensando en ella. Ahora ya no es ella, es otra, otra mujer la que me mantiene atento y con ganas de venir a diario aunque tenga que pelear constantemente con mi talento de abandonar todo lo que empiezo. Madre, discúlpame, pero no sirvo para esto.

Sin embargo, nunca hablo, nunca le digo a nadie lo que pienso, solo dejo que mis sentimientos se pierdan dentro de mi cabeza, que caigan en lo más profundo de mi mente, de mi médula y de el punto más lejano al que mi miopía me permita ver a través de la ventanas de los 3 carros que tengo que tomar religiosamente. Odio usar lentes.

Por favor, termina ya, nunca había querido que un día se termine tan rápido pero justo cuando veo el reloj y me doy cuenta de que ya es hora de irme a casa, veo a esa segunda chica, la veo parada afuera de la facultad, con una cabellera tan larga como las palabras que se crean en mi mente y que, según yo, me permitirán acercarme a ella y que no se espante. Lleva la misma camisa verde con negro que la primera vez que la vi y está cerrada, al igual que mi boca, lo cual hizo que ese día se acabase sin nada diferente, tan solo me fui a seguir pensando en lo que pudo haber sido si es que yo no hubiese sido tan yo.

Llego a casa y es más de lo mismo, mirarme en el espejo y recordar todo, absolutamente todo, desde que empecé a pensar en lo que quería ser hasta que no eché llave a la puerta de la casa y mis padres vendrán a decirme lo mismo de siempre. No queda más que meterme a mi cuarto, pensar, pensar tanto que callo por completo todas las voces circundantes a mi persona. Solo quiero irme, lejos, no me importa donde pero sí me importa cuando y quiero que ese cuando sea ahora.

Ahora que mi cuerpo está recostado pero mi mente está arriba, me siento sobre un pilar, el pilar más alto de ese desierto marrón oscuro de mi mente, me gusta mirar como el sol, parecido al de una caricatura, se va guardando pero hace que siluetas aparezcan a mi alrededor, son personas que se sientan y que son mejores que yo, ellos saben que hacer, ellos saben porque estoy aquí.

Se ríen cuando me equivoco y discuten cuando acierto, tengo tanto miedo de fallar porque sé que ellos siempre estarán ahí, diciéndome que no debí haber hecho lo que hice. No sé si es lo que normalmente llaman conciencia o soy solo un idiota. Sea como sea, debo bajarme de esa torre y traer una silla, tengo tarea para mañana.

Muerto en mi día.Where stories live. Discover now