Aquello que es mejor ignorar

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A Ichimatsu no le gustaba su poder.

Lo odiaba.

Detestar era poco.

Así que cuando Osomatsu le decía que no lo usaba como se debía, el solo chasqueaba la lengua y se alejaba.

Ver el interior de las personas no era bonito, más repugnante que ver su propio interior lleno de tripas, preferible, mil veces más soportable.

Lo había hecho un par de veces, más de lo que hubiera deseado.

Y siempre considero que era espantoso.

Cada persona tenía una habitación en su cabeza, un cuarto que podía ser tan grande o pequeño como deseará su inconsciente.

Ichimatsu al principio, cuando recién descubrió su poder, los recorría con facilidad, movía cajones, cajas, cuadros, hurgaba en los armarios, movía los trapos sucios, encontraba la información que deseaba y se alejaba con el pequeño recuerdo que tomaba diversas formas en sus manos.

A veces el dueño de la morada se alteraba, otras lo dejaba pasar, muchas veces ni se daba cuenta cuando Ichimatsu no movía ni tomaba nada, en la realidad, su anfitrión no se enteraba que había un intruso si era lo suficientemente cuidadoso.

Era curioso, al principio era hasta bonito.

Una habitación reflejaba el interior de cualquiera, Ichimatsu podía saber que tan mierda podía llegar a ser una persona sin esforzarse por conocerla, todos eran así, todos guardaban sus lados oscuros en su cabeza.

Pero mientras recorría la cabeza de sus hermanos con diversión y hasta algo de malicia pensaba con felicidad que no era tan diferente a lo que mostraban en la realidad.

No había nada que ocultar.

La habitación rosa, linda y demasiado femenina de Todomatsu ocultaba detrás de un cuadro de un conejito un cuarto lleno de gavetas, computadora, y archivos con información que podría destruir la vida de una persona, sentado cómodamente se encontraba Todomatsu viendo a Ichimatsu con un adorable puchero.

Demonio.

La mente de Jyuchimatsu era su favorita, un eterno verano, sus recuerdos estaban regados con forma de flores y el dueño jugaba beisbol con naturalidad, había una zona algo alejada donde el sol no tocaba, pero cuando deseo acercarse una mano lo detuvo, su compañero ya no cargaba la sonrisa de siempre y lo miraba con seriedad.

Ichimatsu decidió no ir.

Choromatsu era tan transparente, una oficina totalmente ordenada, detrás de un escritorio estaba el tercero de los sextillizos coordinando todo, había varias puertas que daba paso a amplios libreros que se dividía en el instituto, sus padres, Idols, todo impecable, Ichimatsu rió con fuerza cuando abrió la habitación con la palabra "hermanos" y noto el desorden.

Eran el caos en la vida del pulcro Choromatsu.

Cuando llego a la mente de Karamatsu una noche que aprovecho en colarse mientras el segundo dormía, con frustración pensó que esta no podía ser más aburrida.

Era su habitación, la habitación donde siempre pasaban juntos, en medio estaba sentado Karamatsu en su silla con forma de mano sosteniendo un espejo, sonreía alegremente aún al ver a un intruso.

Aburrido.

Fue lo primero que pensó mientras revisaba entre el pequeño librero, el ropero, los cajones, y mientras más buscaba, mientras más hurgaba, un sentimiento de extrañeza se iba instalando en su pecho.

Rolling BoyWhere stories live. Discover now