8. Mia Luna

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"La brillante luna esférica, es la musa de toda alma poeta, su luz irradia una magia que a todo el que la mire, llena. Es como si su sola presencia te hablase y dijera, aquellos secretos ocultos que por tu mente pasean".

-Mia, ¡recoge tus cosas de la sala! ¡¿Por qué eres tan desordenada?!

"Ese grito acaba de cortar mi hipnótico diálogo con la luna... gracias madre"- me dije llena de sarcasmo, volteando los ojos con desdén, aunque dentro de mí, sabía que ella tenía razón.

Recogí mis libros de la escuela y las zapatillas de danza que había dejado ayer, miré a mi alrededor a ver si aún faltaba alguna cosa por llevarme, pero ya era lo único que había "desordenado la sala". Llevé todo a su lugar y continué con mi escrito, me decidí a dar un paseo y escribir a la luz de la luna, pero sería inútil intentar ver las letras en la oscuridad, a lo que preferí dar una caminata y darme el tiempo necesario para llegar a casa y saber qué plasmar en el papel. Tomé las llaves y le avisé a mi madre que daría un paseo.

-¡Joder! Está el ambiente muy frío...- me devolví por el abrigo, y seguí mi destino... ¿Destino? ¿Acaso sabía a dónde llegaría? Según yo en ese momento pensaba en que sólo sería un corto paseo, unas cuantas vueltas por la residencia y estaría de regreso.

Cosa que así no sucedió.

El cielo color carbón y la luna vestida de plata, formaban un contraste perfecto que les unía como la carne se une a los huesos. Apenas se apreciaban unos cuantos luceros, opacados por la estela celestial que la dama nocturna estilaba. Las hojas secas crujían a mi paso, el sonido del viento cada vez se escuchaba más cercano.

Por suerte llevaba mi abrigo en mano, para cubrirme lo necesario.

A veces me gusta pensar que mi mente es un cuaderno, en donde mis palabras son el lápiz que relata mis versos.

Continué en búsqueda de esa magia repentina que a todo artista alienta a seguir. Su musa, en mi caso, la luna.


Comencé a caminar, sintiendo el frio traspasar mis huesos. Intenté cubrirme con mis brazos pero era imposible, aquella oleada ligera de viento comenzó a tomar fuerza, hasta ser insoportable. Mi vista empezó a nublarse, humo y neblina tomaron posesión de la atmósfera. Luna... brillante luna ¿A dónde me has conducido?

No me detuve, pero mis pasos cada vez se hacían más débiles, mis piernas comenzaron a temblar y luego todo mi cuerpo. Mi respiración se había agitado, mi corazón sentía una puntada aguda por la falta de oxígeno, en algún momento pensé que perdería la conciencia.

No pude más, caí rendida entre lo que parecía pasto y hojas crocantes de árboles. Mis párpados se hacían más pesados en cuestión de segundos, a la vez que sentía todo mi cuerpo estremecerse y aquella extraña sensación dentro de mí, que me hacía sentir morir lentamente, sentía mi sangre congelarse.

Un suspiro salió de mi boca, lo que me hizo pensar que éste sería mi fin.

La temperatura comenzó subir de forma inesperada. La fuerte neblina fue desvaneciéndose, el frio atosigante se convirtió en aire cálido y ligero, lo cual me ayudó a estabilizarme. Abrí mis ojos aún estando en el suelo, reaccionando delo que había ocurrido.

Una luz me cegó por momento. Aquella luz que emanaba refulgente y su piel tan blanca como la nieve, sus cabellos oscuros cuan firmamento sin estrellas y ojos tan grises como la niebla.

-¿Quién era él que el frio le obedecía? ¿Cómo podía controlar la atmósfera sólo abriendo la palma de sus manos?-Me cuestionaba... en mi mente.

ESCRITOS CORTOSWhere stories live. Discover now