34

567 46 5
                                    

Abrí muy poco los ojos. Las pestañas me tapaban todo el campo visual y, además, tenía la cara totalmente llena de mechones de mi pelo pelirrojo. Mi mente soltó (o pensó, mejor dicho) un par de maldiciones no muy agradables y, a pesar de haber levantado medianamente la cabeza al despertarme, volví a tumbarme.

Pero, de repente, llamaron a la puerta con urgencia. Al principio me hice la dormida, como siempre, pero siguieron llamando y no me quedó más opción que arrastrar los pies hasta la puerta. Arion parecía emocionado. Parecía que le iban a salir estrellas en los ojos, y todo.

—¡Katsue, que hoy es la final!

Uhm.
Hoy.
La final.
Sí.

—¿Eh?

La final...
¡Ah, sí! La final.

Oh, vaya.

—¡Mierda, la final! —me llevé las manos a la cabeza y le cerré la puerta en las narices a Arion Sherwind—. ¿Cómo se me ha podido olvidar? ¡Si lo dijo ayer el entrenador?

Pregunta estúpida. Si se me había olvidado hasta lo que había cenado el día anterior.

Me puse la equipación del Raimon lo más rápido que pude. Hubo un momento en el que llegué a ponerme la camiseta del revés (mi madre decía que cuando te pasaba eso alguien te iba a regalar algo, pero nunca me lo había creído), pero por suerte me di cuenta al mirarme en el espejo y corregí el error con rapidez. Miré mi bolsa vacía y maldije no haberla preparado la noche anterior. Abrí el armario y metí lo primero que vi: ropa de recambio, un neceser y... me quedé mirando las vendas, pensando en lo que Cronus me había dicho en la ribera hacía unos días. ¿Sería verdad lo que decía de que el gran Emperador sabía perfectamente que yo era una chica? El Camino Imperial no era mixto, supuestamente. Metí las vendas en la bolsa y la cerré, saliendo de la habitación y encontrándome a un Arion confundido. Me dio pena haberle dado con la puerta en la cara.

Bajamos corriendo las escaleras sin mediar palabra: ese chico estaba temblando más que una gelatina de manzana.

—¡Adiós, ya me voy! —exclamó Arion para que Silvia le oyera bien.

—Nos vamos, querrás decir —añadí.

—¡Adiós! —respondió ella—. ¡Que te olvidas la bolsa!

Arion abrió la boca, sorprendido, y corrió de nuevo a la entrada del albergue. Me quedé en la puerta, viendo cómo mi compañero –y ahora capitán– seguía tenso como un palo mirando a su tía, la cuál tenía la bolsa en sus manos.

—Pero ¿por qué estás tan nervioso ahora? ¡Venga esos ánimos, capitán!

Corrimos hasta la caravana que nos llevaría al Estadio Cénit, donde nos esperaba todo el equipo ya sentado y preparado. Me senté al lado de Aitor y me puse el cinturón. Pude notificar que yo también estaba temblando un poquito. Pero solo un poquito, no vayamos a confundirnos.

El Estadio Cénit era enorme, aunque había algo en él que me resultaba un tanto extraño. De todos modos, lo dejé pasar y me concentré en la ilusión y los nervios de mis compañeros.

Mis compañeros. Al fin y al cabo, me alegraba mucho haber conocido a esta gente. Las bromas estúpidas de Aitor, la alegría de Arion, la paciencia de Gabi (que alguien le bendijera por ella), la inocencia de Lucien, el respeto de Ryoma y... bueno, había que admitirlo, la pasión de Riccardo. Ese chico desbordaba tanta ilusión como Arion. ¡Y Víctor! Hasta me había empezado a llevar bien con él, y todo. Los echaría de menos cuando me fuera con el tío Erik... cosa que no le había dicho a nadie todavía. Me metería en un lío, seguro.

Nos dirigimos al vestuario y empezamos a prepararnos. Cuando hube doblado mi chándal en mi sitio, cogí las vendas y colgué la mochila.

—Voy al baño, enseguida vengo —le dije a la señorita Hills, quien miró las vendas y asintió.

Cerré la puerta de los vestuarios, encaminándome por el ancho pasillo que llevaba hasta el baño. Giré la esquina y alguien me tomó de la muñeca, echándome hacia un lado.

Parpadeé.

—¿Cronus?

—Katsue Hartland, te dije que no hacía falta que te taparas el pecho ni simularas nada —dijo en tono obvio—. ¿Es que no confías en mí o qué?

—Pues no, la verdad es que no suelo confiar en gente que me acaba de conocer y me pega sustos por los pasillos —alcé las cejas—. Espero que no te moleste y eso.

Sonrió.

—Los datos no muestran ninguna supertécnica o Espíritu Guerrero. ¿Hay alguna razón para no haberlas usado?

—Pero bueno, ¿qué más te da? —rebatí, frunciendo el ceño—. Eso es asunto mío, Don Pizza.

—¿Don Pizza?

Ahora fui yo la que sonrió.

—Le copiaste el nombre a la pizza Cuatro Estaciones.

Me solté de su agarre y caminé a paso rápido hacia el baño. Por suerte no me siguió, cosa que me alivió.

Cuando salí al terreno de juego... wow. Tanta gente y tanta luz me sorprendieron. Los espectadores gritaban, animando a los dos equipos.

—Equipo, en este partido nos jugamos el futuro del fútbol. Aquí se decidirá si conseguimos recuperar el auténtico fútbol o no —decía el entrenador Evans—. Así que os diré una cosa: jugad como sabéis y divertíos a tope.

A todos nos pareció sorprender con sus palabras.

—¿Que nos divirtamos? —inquirió Arion.

—Esas fueron las palabras que nos dijo a todos el entrenador Travis hace mucho tiempo.

—¿El entrenador Travis? —exclamaron Arion y Jp, emocionados.

¿Quién? Ay, no me enteraba de nada.

—Tomad el primer puesto de Japón con vuestras manos. Provocad un estallido que se oiga por todas partes y tirad con todas las fuerzas.

De repente me sentía animada. Qué bien.

—Bien, Arion, así que ahora tienes que darnos un grito de ánimo —dijo Subaru. Se me escapó una risa por la cara que puso nuestro recién nombrado capitán.

—¿Eh? ¿Pero cómo? ¿Yo, dices?

—Pues claro —respondió Michael—, por supuesto que tú. Eres el capitán, ¿no?

Arion se situó delante de todos nosotros con todos los nervios encima.

—Esto... bueno, en ese caso —echó el puño al cielo, mientras nosotros nos preparábamos también—. ¡Vamos a ver si ganamos!

Nos quedamos en silencio un segundo y luego nos empezamos a reír como si la vida nos fuera en ello.

—Pero ¿qué grito es ese? —decía Aitor agarrándose de la barriga.

—Lo... lo siento chicos. Entonces, voy a probar otra vez —dijo Arion, rojo de la vergüenza—: ¡vamos a ganar el partido!

Eso sí que nos animó. Exclamamos en vítores junto a él y nos situamos en nuestras posiciones.

Esto acababa de empezar.

CCC Tokio [Inazuma Eleven Go]Where stories live. Discover now