Errante

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El viento arrastró el olor pútrido hasta su escondite, estaba cerca de una ciudad más que cayó en desgracia. Necesitaba combustible para una vieja, pero potente camioneta que lo llevaría lejos de ahí.

No se confundan, no buscaba algún refugio, existían, incluso sabía qué dirección debía tomar para llegar a ellos, pero no tenía interés en ver de nuevo la aberración en que se convirtieron las personas. 

Al principio los que sobrevivieron unieron fuerzas para mantenerse alejados de los muertos, pero la devastación fue tan grande que lo más razonable fue deshacerse de aquello que los volvía humanos, y quizá su cerebro no estaba infectado, pero su corazón lo estaba de miedo. Vio hombres correr dejando a sus hijos atrás, hermanos matarse entre sí por un trozo de pan. Él no era la excepción, aunque al menos decidió permanecer solo para no tener que sobrevivir a costa de alguien más, quería creer que eso lo hacía un poco mejor.

El sol estaba por salir y sus rayos eran tan destructivos para él como para aquellos muertos, aunque él tenía la facultad para pensar en protegerse con ropa especial y medicamentos. Eso no significaba que no le fueran a atacar en pleno día, pero el sol los debilitaba considerablemente y eso era de gran ayuda.

Esperó paciente y, desde la distancia, observó las calles desiertas. Se cubrió con las prendas que tomó de un hombre a punto de convertirse en un muerto viviente, y se encaminó a la ciudad con un arma pequeña en las manos.

Su olor pronto lo delataría, no había tiempo para dudar y corrió al primer departamento que vislumbró con aspecto de hace poco estar habitado.

Antes de la infección masiva e imparable, hubo otra inferior que puso alerta a la humanidad, por eso es que muchas personas se prepararon con alimentos, medicamentos y combustible. Fue una pena que los esfuerzos de muchos se vieran destruidos por aquellos que actuaron imprudentemente.

Sasuke era rápido y con buena puntería, quizá esa era una de las razones por la cual seguía con vida. Aunque no existiera más motivación que no ser uno de ellos, ni un muerte viviente, ni un viviente muerto.

Entró por la puerta del patio trasero, no escuchó los horribles sonidos guturales que salían de los infectados, y metiéndose al almacén, llenó la mochila que siempre cargaba a su espalda de comida enlatada y agua embotellada.

—Oye.

De un movimiento preciso se giró y apuntó con el arma al que creyó más peligroso de los dos tipos que aparecieron de repente a su espalda; un chico de cabellos rubios y ojos celestes, que sonrió sin una pizca de temor.

—Espera, espera, estamos limpios —declaró e intentó conversar con Sasuke—: ¿Estás buscando un refugio?

—Quizá no hable —susurró su compañero, un tipo pelirrojo de expresión apática.

—No te haremos nada, baja el arma —pidió, pero el otro no tenía intención de obedecerlo—. Mi nombre es Naruto y él es Gaara.

Esperaron una respuesta.

—¿Está sordo? —preguntó el pelirrojo perdiendo la paciencia.

—Yo encontré primero esta casa —dijo sin más, deseando que se marcharan.

—No tienes que ser tan agresivo —contestó el rubio—, queremos ayudarte.

Fuera se escuchó como golpeaban la puerta para intentar entrar.

—Imposible —dijo el que tenía un tatuaje en la frente sacando el arma de sus pantalones—, no hay forma de que nos encontraran, nuestro olor está cubierto.

Al instante los dos amigos miraron al receloso chico con el que se toparon.

—No debieron acercarse. —Suspiró.

Sálvate a ti mismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora