Capitulo XXXVIII

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Aún no puedo creer que estuve apunto de besar a Miguel ¿Que diablos me había pasado? ¿En que pensaba? o quizás no pensaba. Porque realmente no entiendo, lleva un mes aquí y nunca lo había visto de manera diferente, es verdad que había notado que era guapo pero sólo eso, yo estoy con Eduardo, solo falta que sea de esas zorras a las que tanto detesto, «anda Monique, lo único que te falta» susurra mi subconsciente.

Dan las seis de la tarde y yo no he puesto un pie fuera de mí oficina, también he pedido comida para no tener que bajar al comedor. Incluso he hablado a recursos humanos para comunicar lo de Alexa, de paso he estado buscando quién la sustituya poniendo un anuncio en la web. Todo ésto tratando de mantener ocupada mi mente, y también de no toparme con Miguel. De pronto un sonido en la puerta llama mi atención.

—Emmm Monique —Es Miguel —.¿Podemos hablar? —Apelo a todo mi autocontrol para tratar de  tranquilizarme y no mostrar ni un solo atisbo de nerviosismo.

—Adelante Miguel —hablo calmada.

—Yo... —se remueve nervioso en su sitio —. Quiero pedirte disculpas por lo sucedido hoy, por todo, desde lo de Alexa hasta lo de... —carraspéa, y se aclara la garganta— lo de la enfermería.

—No te preocupes Miguel, no ha sido culpa tuya, Alexa ésta loca, no pasa nada, ya he tratado de solucionar ese asunto, hable a recursos humanos y expliqué las cosas, cuando llegue Eduardo hablaré con él. —Trato de desviar la charla de el incidente de la enfermería, y quiero que él se de cuenta.— Miguel asiente un poco incómodo, se dió cuenta, bingo.

—Esta bien, yo... me voy, hoy mi pequeño cumple años.

—Oh ¿Si? que bien, ¿Y cuántos cumple?

—Cuatro —sus ojos se iluminan al hablar de él, parece que lo ama mucho.

—Entonces su madre ya estara preparando todo supongo... —¿Dios porque pregunté eso? No quiero que él crea que estoy interesada en su vida.

–Emmm no, en realidad es mi madre quien le ha preparado una pequeña fiesta con sus compañeros de preescolar, yo... bueno soy padre soltero. —Su mirada se llena de tristeza— pero somos felices, ambos. —Me atragantó con el agua que estoy bebiendo y me pongo a toser como can con neumonía. De inmediato se acerca Miguel y comienza a palmearme la espalda, los ojos me lloran.

—Lo siento —hablo tratando de aguantar la tos. —Deberías —tos— irte, no se te vaya a hacer tarde, —trato de sonreír con aún algunas lágrimas en los ojos.

—¿Segura estás bien? —pregunta con el ceño fruncido.

—Si, si. —le quito importancia con la mano—. Claro, tú no te preocupes, vete, yo aún tengo que hacer algunas cosas —miento.

—Muy bien, muchas gracias. —se debate entre acercarse y despedirse de mí o simplemente marcharse. Yo simplemente extiendo la mano y se la estrechó el menor tiempo posible, haciéndole más fácil su decisión, sonrió cortésmente y tomo asiento nuevamente. Me posicionó frente al computador, y comienzó a teclear algo al azar, Miguel no deja de mirarme, ésto comienza a ser muy incómodo... después de lo que parecieran horas solo se gira y se va cerrando la puerta tras de sí. Exhaló todo el aire que estaba conteniendo, ¿Por qué me puse nerviosa? mi celular comienza a sonar, lo tomo y veo el identificador de llamadas.

«Eduardo: llamándo» 

—Hola, Edi.

Hola cariño, ¿Cómo estás? Ésta mañana no pude llamarte, era demasiado temprano cuendo me levanté  y he estado ocupado durante todo el día. Apenas voy llegando al hotel —suspira—si todo sale como espero mañana mismo estaré de regreso. Ya te extraño demasiado.

La fuerza del destino (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora