Un filme snuff

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Era una noche siniestra, con niebla a los alrededores, y una intensa luna llena dorada se posaba en los cielos. Por los contornos se extendían infinidad de bosques. Había un complejo de edificios residenciales a lo lejos, donde residía la mayoría de las personas, en un lugar un tanto apartado de la ciudad. En lo profundo de la porción de bosques que había, a un lado de los edificios residenciales, surgían infinidad de caminos que llevaban a lo más profundo. Por allí, entre las entrañas de las frondosidades verdes, aparecía una gran casa, abandonada, tan inmensa, como una mansión.

De tiempos de antaño, con el paso de los mismos años había ido quedando abandonada, cuando la familia seguramente poseedora de ella, se había ido dispersando con el tiempo. Ahora esa casa había estado desocupada por varios días, hasta que una noche, dos jóvenes habían corrido a refugiarse allí, escapando del susurro de la persecución de la policía, a lo lejos.

Esos dos jóvenes eran, rebeldes, criminales, que habían necesitado un refugio donde esconderse. Entonces, cuando habían encontrado dicha casona abandonada, pensaron que no podía haber lugar más perfecto, y se habían adentrado a la fuerza, a la edificación que estaba ya casi cayéndose.

Aunque las noches siguientes que se quedaron, fueron robándose muebles de la ciudad con los cuales cubrieron los espacios vacíos del lugar, y fueron haciendo que aquella casa se fuera pareciendo más a un desaseado hogar para ellos, bastante desordenado y sin cuidado. Pero como sólo la necesitaban para pasar las noches y tenerla como refugio, no se preocupaban más, y aunque la casa parecía estar derrumbándose, se veía que aguantaría unos cuantos años por venir.

Y a decir verdad, en sus tiempos seguro, había sido una casa bastante cara y algo atrayente tenía, incluso ahora, que reflejaba lo que anteriormente había sido, y que también generaba una intriga, porque parecía una casa fantasma, por lo tan abandonada que se veía.

Esa noche entonces, los dos jóvenes venían volviendo a su improvisado hogar, y se preparaban para entrar. Víctor uno de ellos, era el mayor, con un rostro indiferente, sombrío, que parecía que nada le podía afectar, ningún sufrimiento. Y por Dios que estaba acostumbrado a ver personas desgarrándose del dolor y retorciéndose, pero estaba acostumbrado, por su otro compañero, Vaslav, el más joven y desquiciado, sin escrúpulos por supuesto, con una frenética pasión por derramar la sangre con sus manos.

Era el más descontrolado, el más perturbado, el más cruento. Y Víctor que lo acompañaba a todos lados, como se ha mencionado, estaba ya usado a contemplar la crueldad de su compañero. Vaslav en su prontuario llevaba unas cuantas muertes ya de víctimas inocentes, civiles, personas normales. Pero aspiraba a más. Y hace algunos días, Víctor, que casi nunca metía sus manos en los asesinatos de las víctimas, sino que siempre participaba como fiel cómplice en las atrocidades de su compañero, había traído hacía dos días a la gran casa una videocámara que se había robado.

Ésta les iría a servir, y con ella pensaban, podían grabar sus crímenes, sus fríos asesinatos de personas que no tenían culpa alguna. Así luego, pensarían publicarlos, y quizá podrían recibir algún dinero por ellos. Cuando Víctor le había entregado la cámara a Vaslav, éste había sonreído complacido con ella en sus manos, con unas pupilas que parecían dilatársele por el odio y sus ya ansias preliminares a matar. Entonces su risa macabra y apagada se comenzaba a perder por los pasillos de la gran casona. Aquella noche entonces, ambos se habían dispuesto a dormir en una habitación que habían preparado, para no pasar la noche sobre el suelo. No tenían luz eléctrica en la casona.

Sólo habían puesto dos colchones sin siquiera frazadas, que les bastaban para dormirse. Pero Vaslav esa noche no podía cerrar los ojos, y estaba pensando en todo momento en la videocámara, y en las muertes que quería registrar en ella. Estaba intranquilo y no cesaba de dar vueltas sobre el colchón. Tenía ansiedad, por hacerlo, poner en uso la cámara. Entonces, pasada la medianoche, le había dicho a su compañero Víctor, que todavía estaba despierto pero reposaba silenciosamente:

Creepy history VOL. 2Where stories live. Discover now