Parte 1

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     Se escucharon los gritos, el dolor estaba plagado en ellos. De un momento para otro, lo que había sido el cielo azul se tiñó de un color grisaseo. Durante años el pueblo callado estuvo bajo el zapato de sus opresores, quienes clamaban ser libertadores de la dictadura dentro de mentiras que quizá por ignorancia o resigna fueron aceptadas por el pueblo. Durante años mantuvieron la cabeza a gachas, con los ojos en el suelo pero su corazón en el cielo. Durante años escucharon de las injusticia, de la opresión e incluso del desasosiego de sus vecinos. 
En alto se había alzado el gobierno, sus escaleras no eran más que los cuerpos de dolor y las lágrimas de agonía que nuestros padres, abuelos y bisabuelos habían dejado atrás bajo la esperanza de no heredarnos una dictadura. 

    ¿Por qué se levantaron? ¿Qué les llevó a sacarse la venda de los ojos? ¿Qué ocurrió que el pueblo decidió alzarse, recuperar la voz que les habían arrebatado? Tiempo fue el indicado, el dolor su motor y la rabia la espada.

    De la noche a la mañana, los estudiantes descubrieron un temor más grande que perder una clase o un examen, y un motivo para luchar mucho más que el conseguir un espacio en las rutas día con día; el pueblo convirtió a jóvenes prometedores, a su futuro, a quienes escribirían la historia luego de su tiempo en guerreros dispuestos a derrocar el dolor de un país entero. Les habían criado bajo el temor, bajo la resigna de no poder moverse, que se quedaran con lo poco que tenían los 'más afortunados'. Les criaron bajo a consciencia de que no debían meterse en problemas que no fueran de ellos, en dividirlos en individuos en señalar las diferencias en lugar de notar sus similitudes. 

     Sin embargo, aunque tarde llegue el karma siempre encuentra la forma de entrar en una historia. Para todos aquellos que pierden la llama que ilumina su vida, pero el grito de su voz aún sigue resonando en los corazones de quienes les vimos partir como héroes.

    Por muchos años los dividieron. Por mucho tiempo hubo líneas imaginarias entre ciudades que no solo separaba nuestras vidas, sino también la esencia que todos y cada uno tenían al pertenecer a una sola patria, representados por dos colores que en aquella tarde se tiñeron de rojo. "Ya no ruge la voz del cañón, ni se tiñe con sangre de hermanos", dijeron aquellos sentados sobre el poder, rascándose los huevos y soplándose con la mano observando a sus ovejas estar cedidas bajo un bastón que nunca existió. Promulgaban la paz, hablan de amor, decían de solidaridad de cara al mundo; pero para aquellos que supuestamente debían defender y representar les atacaban con sus peores armas. Atacaban a niños cantando que el pueblo era unido, golpeaban a ancianos promulgando el respeto, callaban a la juventud indignada celebrando la libertad de expresión.

   Aquella tarde fue diferente. No fue que el cielo se tornó en otros colores, ni que el azul desapareció de la vista de todos. No fue un cambio tan espontáneo, siquiera un acto de magia que para a todos tiñó. En su lugar, la población arrancó la venda de sus ojos que les hacía ver su realidad como perfecta, impoluta y sincera. Arrancó la mentira que por tantos años había germinado en sus mentes, convirtiéndose en un árbol sin raíz. Vieron la verdad, vieron lo gris que estaba el cielo justo frente a sus narices. Se alzaron, inhalaron profundo y continuaron. 

   Los policías llegaron cual ejército de demonios comandado por una bruja. Disparaban sin piedad para callar la sorpresa de todos por la realidad en la que estaban. Trataban de amarrar a todos la venda que por tanto tiempo les hizo pensar que vivían bien, ¿pero por qué iba el pueblo a conformarse con el vivir de apariencias cuando la verdadera paz puede ser conseguida?

   "¡Que se rinda tu madre, patria libre o morir!" exclamaron con puños alzados, banderas en mano. Blanco que poco a poco se teñía de sangre. 

Dolor del puebloWhere stories live. Discover now