XII

1.2K 171 48
                                    

Alice

Mierda esto duele más de lo que pensé —digo acto seguido de que Adam se marche.
Nunca lo quise dejar, nunca le quise hacer daño, pero no tenía más opción era lo mejor para él. Creo que no es conveniente trabajar con Charme, pero dedo superar el pasado y esta es una buena forma. —Diosito ayúdame porque esto no va a ser fácil —y terminado de decir esto limpio de mi cara unas cuantas lágrimas, y me dispongo a arreglar unas cosas de mi cuarto.

...

Ya ha pasado una semana desde que empecé a trabajar en la empresa de Adam, las personas aquí son encantadoras, sobre todo Marta es un amor me hace recordar mucho a mi mamá a la cual extraño cada día con más fervor que en el anterior, pero bueno todo pasa por algo. Con la única que no me he podido llevar bien es con Daisy, siempre la saludo pero ella siempre parece estar de mal humor pero es justificable, según me contó Marta la relación con su novio va de mal en peor, en verdad espero que ese tal novio valga todas las lágrimas de Daisy, ella es una buena mujer según me cuenta Marta, y yo también lo creo.
En fin, lo que más me sorprendió fueron dos cosas, la primero es que me dieron una oficina, ni muy grande ni muy pequeña apenas para mi. Y la segunda es la cantidad de papeles que he tenido que traducir, ya cuando Liz me llama para almorzar le contesto como en tres idiomas de lo ensimismada que estoy en los papeles.

—Alice apúrate que vamos a llegar tarde —grita mi hermana desde el primer piso, si supiera que hasta ahora me voy a meter a bañar, creo que me mataría.

—En cinco bajo —le respondo a mi hermana y eso tiene otra traducción la cual es en media hora bajo.

—Gracias a Dios no había tráfico, logramos llegar apenas —dice Liz con una mirada de reproche por mi demora.

—No me vuelvo a tardar, pero es que para rendir en el trabajo y ganarme la papita tengo que tener muchas energías.  —respondo en defensa, mientras caminamos por el pasillo de la empresa.

—Si solo es para la papita, entonces no me imagino cuantas energías necesitas para ganarte la ropita, la casita y la... bendita boquita de ese bom bom que esta ahí. —comenta Liz mirando hacia el ascensor.

—No Liz, tampoco me pidas que de mi alma por esa bendita boquita, mejor te tapo los ojos para que tú tampoco la des. —respondo observando al simpático chico que nos da una media sonrisa cuando se cierran las puertas del ascensor.

—¿Y por qué darías tú alma, cuando le puedes dar tú cuerpo? —en serio a veces dudo de que yo sea hermana de Liz es muy pervertida.

—Porque esa bendita boquita le pertenece a Marta, y antes de que yo pueda darle mi cuerpo, ella ya me habrá convertido un alma en pena. —respondo haciendo una cara de resignación, mientras nos montamos en el ascensor.

—Que lástima era una buen partido para ti hermana, pero ¿Por qué un alma pena? —comenta ella algo confundida.

—Por no haberme comido esa bendita boquita, ni Dios me lo perdonaría. —digo y Liz se comienza a reír. —Pero hablando serio, ese no es para nada nuestro prototipo de hombre.

—Si, tenes razón después de todo no nos gusta los bombones de sesenta años—dice ella muy seria y no puedo de la risa, Dios amo a loca de mi hermana.

Liz se baja en el sexto piso, mientras yo sigo hasta el último.

Mientras llego hasta allá, no puedo evitar pensar que si me he sentido relajada estos días es porque Adam no ha estado, pero cuando llegue creo que será diferente, espero que le guste Italia y se erradique allá. —Los milagros existen —digo pensando en las probabilidades de que eso suceda, el sonido de los puertas me hace despavilar, y dejo de pensar en idioteces me dirijo hacia mi oficina no sin antes saludar a Marta la cual esta coqueteando con el bombom se sesenta, saludo a Daisy la cual solo me mira mal y se va, esto es el pan de cada día, bueno ya que. Entro a mi oficina, y juro que cada día traduzco montañas de papeles pero siempre sigo viendo la misma o hasta mas cantidad.
—Bueno comencemos.

Maldición me toco salir a almorzar sola, al parecer Liz tuvo que salir a ver unas telas y todo ese rollo. Marta me invitó a ir con ella y su novio, pero me sentiría muy incómoda así que opte por ir mejor sola. A unas dos cuadras de la empresa queda el restaurante en el que siempre solemos comer con mi hermana, así que en este momento me estoy dirigiendo hacia allá.

Me siento al lado de una ventana, y pido lo de siempre. Mientras llega mi orden miro a las personas del lugar rápidamente, y me percató de que a unas cuantas mesas de la mía se encuentra Daisy y un hombre, que por lo visto es su novio ya que se acabaron de besar. Ella se ve feliz, espero que se hayan arreglado.

Mi comida llega, así que dejo de observarlos y me concentró en comer.

Dios amo la comida, pienso mientras reposo cinco minutos más.

—¡Dije que nos vamos! —grita el novio de Daisy golpeando la mesa donde se encuentran, y atrayendo la atención de todos.
Al parecer ella le dice algo, pero desde donde estoy no alcancé a escuchar, el la toma del brazo, tira el dinero sobre la mesa y se la lleva casi a rastras.

Todo ocurre tan rápido que quedó un poco en shock, pero pagó rápidamente y me voy detrás de ellos.
Después de seguirlos durante unos minutos, se perdieron de mi vista mierda.
Busco por todas partes, pero un grito es el que me alerta. Corro hacia donde proviene el grito, y efectivamente encuentro a Daisy tirada en el suelo con su labio ensangrentado.

—¡Daisy! —grito agachándome para ayudarla a levantar. —¿¡Qué mierda te pasa idiota!? —le digo al troglodita de novio que esta parado al frente de nosotras con un total cinismo.

—Vete —susurra Daisy.

—¿Qué? —preguntó confundida, aún intentadola levantar, pero ella no hace ningún esfuerzo en hacerlo. —Ven levántate, y vamos a la empresa para que te cure el labio, todo esta bien yo estoy conti...
—¡Que te vayas maldita sea! —grita ella empujándome, mientras sus lágrimas empapan su cara.

—Pe... —intento refutar pero una voz horripilante nos interrumpe.

—No oíste sorda que te vayas —dice el novio de ella, con una sonrisa de triunfo, siento como una cólera recorre mi cuerpo con tan solo verlo. La tiene tan atemorizada o tan manipulada... Maldito pero esto no va a seguir así.

—Ya lo oí, pero no me voy a ir hasta que ella se vaya conmigo —digo volviendo a intentar ayudarla, veo como ella me observa estupefacta pero vuelvo y le sonrió, ella comienza a llorar más fuerte pero esta vez si se intenta parar.
Antes de que pueda levantarla, el maldito ese nos empuja fuertemente  a las dos, haciéndonos caer a las dos.
Toma del brazo a Daisy, e intenta pegarle un puño de nuevo en la cara, ella solo cierra los ojos, pero el impacto nunca llega hacia el rostro de ella, pero si al mío. Ya veo los pajaritos, caigo al suelo y ella se suelta de su novio e intenta ayudarme.

—Por favor no le hagas nada, hago lo que tú me pidas pero a ella déjala en paz —dice ella llorando, mientras me intenta levantar.

—¡No, tú no te vas a ir con este troglodita animal! —digo intentado pararme cosa que logro.

—Por favor para... —dice ella sonriendo me tristemente —gracias, pero es mejor que no te metas en una relación de dos. —y acto seguido de esto ella se da la vuelta y comienza a caminar de la mano junto con el troglodita, el cual camina tan rápido, que la hace tropezar provocando que ella se raspe todas las rodillas. Ahora si este maldito se ganó la tumba.

—¡Mierda no sirves para nada puta! —dice el maldito troglodita y justo cuando va a propinarle una patada, yo le salto encima y le comienzo a jalar con todas mis fuerzas el cabello.

—¡Daisy vete! ¡Corre! —grito mientras forcejeo con este animal, el cual me choca contra una pared, haciéndome golpear en la cabeza, mierda eso si que dolió. Yo me suelto de él y caigo en el suelo

—Maldita puta entrometida —dice él mirándome con odio, que cara más aterradora.

—Y a mucho orgullo —digo con una sonrisa mientras siento un liquido bajando por mi cabeza.

—¡Ayuda! ¡Por favor alguien! —grita Daisy cuando el animal me propina una patada en el abdomen, se ve que lo termine de provocar. El dolor se va apoderando de mi cuerpo y poco a poco voy perdiendo la conciencia.

Los golpes cesaron, y mientras entrecierro los ojos, alcanzó a ver a Adam, supongo que ya estoy yendo hacia la luz.

—¡Alice! ¡Alice! ¡No me dejes corazón! —fue lo único que alcance a escuchar antes de quedar inconsciente.

Si te hubieras quedado Where stories live. Discover now