8. STEPH LOUGHTY

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Te estoy viendo de cerca, tus ojos tienen un secreto y te juro que lo voy a descubrir.

—Becca. —grité desde mi pieza.

Abrí mis ojos, estaba en mi cama con pereza y no tenía ganas de levantarme. Ayer a la noche luego de aquel extraño suceso, estaba pensativa y me sentía extraña.

Cerré mis ojos y abrí mi mente, me puse a pensar en mil maneras de haber cambiado lo de anoche pero todo terminaba en un solo final y no era exactamente uno que me gustará.

Lo que fueron unos cinco minutos acostada, escuché el crujido de la puerta principal. Me alarmé y luego entre mis sabanas recordé algo me pareció curioso.

Dormir es lo que pensaba Becca que yo hacía cuando ella entraba a mi pieza a hurtadillas la mayoría de las noches, me besaba la frente y decía entre sollozos.

—Pequeña si supiera...me odiarías. Recuerda que nada es lo que parece y...

Siempre quise preguntarle qué era eso que no terminaba de decir, pero caía en un sueño profundo cuando se alejaba.

Salté de la cama, me vestí con un pantalón corto de chándal y una remera suelta que me llegaba al ombligo. Siempre tengo que buscar yo las soluciones al parecer. Corrí por las escaleras, y encontré a Becca haciendo el desayuno.

— ¡Buen día mi niña! —dijo ella sorprendida. Sus ojos llenos de rímel corrido me examinaron de arriba abajo. Estaba nerviosa.

— ¿A dónde habías ido? —pregunté de una manera casual.

Sus ojos se movían de un lugar a otro, escuchaba los engranajes de su cabeza girando a una velocidad inigualable y el temblor en su voz me confirmo lo que creía. Me estaba mintiendo al igual que cuando era niña.

— Fui a comprar al centro un poco de cosas para hacerte el desayuno, querida.

Mi mirada se transformó en hielo en su estado más puro, mis labios fueron una sola línea y mi ceja izquierda se levantó en un reto.

— No quiero desayuno, Becca. —suspiré sintiendo mi angustia desplazarse—Me voy.

Sintiendo mis pies pesados, caminé a la puerta principal hasta que me acordé de su rímel corrido. Ella nunca se maquilla a no ser que...salga. Regresé a la cocina y en un ataque de valentía le dije.

—Dijimos nada de secretos entre ambas y es lo primero que haces Becca. —mi cuerpo temblaba, me sentía debilitada y traicionada—. Ah, me olvidaba límpiate ese rímel de los ojos y saluda de mi parte con el que te estás viendo.

Tomé una manzana y salí con la cabeza en alto, me sentía ligera como una pluma. Así que tomé corriendo a la plaza de mis recuerdos, aquella que presenció todo de mí.

 Así que tomé corriendo a la plaza de mis recuerdos, aquella que presenció todo de mí

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El sonido de los pájaros, la sombra del árbol, el césped y la calma del lugar era todo lo que necesitaba. Me acosté y miré las nubes desplazarse, creando arte, destruyendo, compartiendo, fusionándose y ser cada una original. Ninguna era igual, todas se adaptaban con su forma y su velocidad de moverse.

Nunca me iba a cansar de ellas, me daban fuerzas y esperanzas.

Me senté y puse mi espalda más cerca del tronco del árbol. Mis manos a cada lado de mi cuerpo, las moví apenas hasta que una de ellas encontró una hoja toda arrugada y en círculo.

DEJALA DONDE ESTABA, NO LA TOQUES, gritaba mi conciencia.

Poco a poco fui abriéndola, me sentía una metiche pero es que la curiosidad me picaba y vi una perfecta caligrafía. Lo que causo que mirara a todos lados como perseguida, la abriera en un abrir y cerrar de ojos y comenzará a leer.

Lo sé porque nunca me había quedado despierto hasta la seis de la mañana, sin poder dormir, porque estaba pensando en una chica. Nunca me había sentido así. Nunca había interés en ninguna chica, pero cuando te conocí todo cambió: de repente, las noches eran más largas, y si estaba con vos el tiempo volaba. Recuerdo la primera vez que sentí celos, el mundo se hizo pedazos y lo escondí con una sonrisa de cabrón egoísta, cuando moría por dentro. Deseaba tanto besarte, te deseaba de todas las maneras existentes que hay para desear a alguien. Cuando he interpretado tu rostro, me ha dado un vuelco al corazón. Me sentía... menos solo que de costumbre. Creo que no lo vas a entender. . No es normal lo que yo siento por vos pero ese maldito secreto me mantiene a raya.

Supera límites y, solo yo sé cuánto te necesito en mi jodida vida.

Tuyo, siempre.

Recorrí con mis dedos la impecable caligrafía, la manera en la que dibujaba la "a" me sonaba conocida. Lo que más me llamó la atención fue el modo de amargura de sus palabras, como si estuviera aún sufriendo.

Me gustaría ser esa chica por la cual esta tan enamorado, me gustaría saber quién es él. Ayudarlo a enfrentar sus secretos, amarlo. No podía dejar esa carta ahí, una fuerza sobrehumana me decía que ya era mía y, lo lamento pero la agarre con fuerza.

Iba caminando con lentitud a casa, no estaba totalmente consciente del camino que estaba tomando; solo sabía que iba a llegar a casa y eso me era suficiente. Mi ánimo estaba por el suelo, creo que es muy cruel hacer sufrir a un chico y él se notaba tan sincero.

Muy a mi pesar levante mi vista y había elegido el camino más largo a casa, quedaba a unas cuantas cuadras de más pero me hacía falta un poco más de ejercicio.

Luego de lo que fueron unas cuadras la carta cayó al piso, me agache a recogerla pero se levantó y quedo de frente a una casa. Mucha importancia no le tome hasta que levante la carta y a su vez mi mirada, en este momento mi cuerpo reacciono de una manera un poco extraña. Está casa hace meses estaba vacía y al final tenía inquilinos, pero justamente un deslumbrante hombre que me observaba de la ventana.

Morocho, ojos verdes, un cuerpo trabado, lindo rostro y con gafas

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Morocho, ojos verdes, un cuerpo trabado, lindo rostro y con gafas. Me estaba mirando, justo a mí y por apurada a irme me resbalé y caí. Tomé un momento en levantar la carta y una mano varonil, grande y suave me ayudo a levantarme. 

—Un gusto soy Malcom Ferrad, soy nuevo. —dijo sensualmente. 

DIFFERENT STORMWhere stories live. Discover now