Capítulo 23: "¿Y si no regreso?"

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Sam se observó en el espejo. No era algo extraño para él verse vestido de aquella manera, elegante y... vamos, cualquiera diría, guapo. Y es que, hasta él mismo lo sabía, los chicos se veían mejor en traje. Además, era algo que había escuchado decir a muchas chicas, en reuniones y eventos.

El motivo por el cual estaba acostumbrado a aquella ropa formal era debido a su padre. Viéndose que tenía una agenda apretada llena de eventos importantes a los que nunca dudaba en llevarlo. Aun así, no dejaba de hacerlo sentir ligeramente fuera de su zona de confort, después de todo, llamaba más la atención y Sam odiaba tener los ojos sobre él.

Suspiró e intentó no pensar demasiado en aquel mensaje que perforaba su mente, mientras hacía su camino escaleras abajo. Sus padres estaban en el piso inferior, conversando tranquilamente y Amanda debía estar descansando en su habitación, agotada con su quimioterapia del día.

―Oh, voy a llorar ―anunció su madre, poniéndose de pie y prácticamente corriendo hacia él.

―Mamá ―gruñó, avergonzado―. Me ves así al menos cuatro veces al mes ―le recordó.

Ella negó con la cabeza, ignorándolo y se puso de puntillas para besar su mejilla.

―Te ves guapísimo, cariño ―susurró, dándole un suave apretón a sus dedos.

Sam le mostró una sonrisa. Era más fácil mirarla a los ojos, era así desde que Asher había comenzado a ayudarlo con aquel tema. Ahora tenía más seguridad en sí mismo, quizás no la suficiente, pero estaba llegando ahí.

Su papá apareció a su otro lado y palmeó su espalda.

―Todo un Black ―anunció.

―Oye, que también tiene algo de Stone, ¿eh? ―interrumpió su madre.

Él rodó los ojos, pero no tardó en escabullirse hasta detrás de ella y rodearla con sus brazos. Sam observó, un tanto soñadoramente, como sus padres se daban un pequeño beso, antes de volver a centrar su atención en él.

―Diviértete ―dijo su padre.

―Ten cuidado ―dijo su madre, al mismo tiempo.

―Demuestra de qué estamos hechos los Black ―agregó él.

Su mamá golpeó el antebrazo de su esposo, que seguía envuelto alrededor de ella y él la alzó del suelo ―vaya fuerza para tener cincuenta años― sin ninguna clase de esfuerzo.

―Ahora, si me disculpas, voy a aprovechar mis horas a solas con tu madre.

Sam soltó una carcajada.

―¡Alex! ―exclamó ella, volviendo a golpear su antebrazo, pero él ya estaba llevándosela escaleras arriba y Sam, aun sonriendo, se dirigió a la puerta principal, asegurándose de que tenía todo lo necesario: llaves del auto, el pequeño presente para Pey Pey... y nada más, hasta donde él sabía.

Encendió su auto y tomó una larga respiración. Y ahí estaba de nuevo, Matthew, en todos lados. El mensaje. Vaya mensaje. Aquel que había llegado en respuesta al suyo, varios días después.

Y había dolido como el demonio.

¿Y si no regreso?

Aquellas cuatro palabras seguían pasando frente a sus ojos una y otra vez. Y no quería seguir pensando al respecto, porque tenía que concentrarse en hacer que Peyton tuviese una gran noche. Pero no podía apartarlo de su mente. Algo le decía que sería él quien terminaría perdiendo la apuesta que había hecho con ella, porque siendo sinceros, pensaba tomar hasta que su cuerpo estuviese adormecido y su cerebro no recordase absolutamente nada.

Sam (Mayores 2.5°)Where stories live. Discover now