Capítulo treinta y cinco (Parte I)

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Holis, intensas

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Holis, intensas. Tuve que dividir el capítulo porque quedo larguísimo. Publicaré la segunda parte en unos segundos. Recuerden votar y comentar en ambas partes.

El universo premia a las lectoras que votan y comentan, les manda a un Pablo que viva para complacerlas jajajaja. 

La mirada de Luciana reflejaba expectación mientras observaba por la ventana la casa frente a nosotros. Mi angustia creció de golpe ante la vulnerabilidad que evidenció el largo suspiro que salió de sus labios. Odié que estuviera enfrentándose a algo tan complejo a su corta edad. Me había prometido protegerla de todo. La frustración de no poder evitarle aquel trago amargo me punzó en el pecho.

—Mi consentida, ¿quieres bajar ya?

El tono dulce de Camila suavizó la expresión en el rostro de Lu. El temor pareció desdibujarse poco a poco mientras su mirada encontraba la de Cami. Hasta ese momento habíamos pasado más de cinco minutos en absoluto silencio, aguardando que Luciana se sintiera lista para salir. La tensión se hizo menos sofocante ante su asentimiento.

Me tomé mi tiempo para bajar y abrir la puerta trasera. La pequeña y delicada mano de Luciana estaba helada, fijé mi vista en ella mientras se apoyaba en la mía aceptando mi ayuda para bajar.

—Tranquila, mi amor.

Su respuesta a mi desesperada petición fue en asentimiento rápido y enérgico. Forzó una sonrisa mientras esperaba que Camila sujeta de mi brazo saliera de la camioneta.

—Tú también tienes que estar tranquilo —susurró Cami.

Le di la razón en silencio entre tanto alargaba el brazo para sujetar a Luciana y colocarla en medio de ambos. Tenía la necesidad de hacerla sentir arropada y a salvo de cualquier cosa que le hiciera daño. Me encargué de tocar el timbre actuando como si la rabia no estuviera atascada en mi garganta. Entendía que estábamos haciendo lo correcto por ella, sin embargo, no dejaba de sentirse como un error.

Di un paso hacia atrás esperando en silencio que la puerta fuera abierta. Me fue inevitable deslizar la mirada hasta Camila. Me preocupaba su estado emocional después de un día cargado de tanto estrés. No solo se había enfrentado a Mariano, ver a mi hermana llorar la afectó más de lo que quiso mostrar. Las lágrimas silenciosas que recorrieron sus mejillas la pusieron en evidencia.

—Buenas tardes —sonó la voz de una señora. Puse mi atención en ella para ofrecerle una sonrisa que no correspondió. Se encontraba absorta en Camila, observándola con una expresión de sorpresa absoluta que me tomó desprevenido—. ¿Camicruella? —soltó de la nada y entonces entendí todo.

—Hola, sí, soy yo.

Aunque me estaba familiarizando a la creciente fama de Camila, la amabilidad con la que atendía a las personas que la reconocían no dejaba de sorprenderme.

—Se ve igual de bonita que en la tele. Disculpen, pasen —sonrió cediéndonos el paso, mientras tanto, Luciana apretó mi mano, haciéndome volver a la realidad.

Malas DecisionesWhere stories live. Discover now