¡Adiós!

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Hasta este punto solo he reflexionado sobre como duele el corazón en situaciones como estas, pero no he dedicado tiempo a meditar sobre el lugar en el que me encuentro, intentare describir un poco este extraño sitio: hay una linda chimenea donde cada día y a cada hora intento prender y mantener el fuego, existe una cocina de leña en la que solo he preparado café (ni siquiera me atrevo a preparar más comida), en esta vieja cocina existen unos calderos bastante antiguos, los cuales prefiero mantener al margen por su aspecto delicado (me parecen raros para ser honesta). También hay muchos libros pero están en otros idiomas, así que no logro comprenderlos, pero tienen dibujos de plantas, me imagino son recetas o algo por el estilo. Hay un mueble rojo en el que me recuesto para escribir, no hay luz, pero si tengo muchas velas en muchos candelabros por toda la cabaña. El techo es de madera al igual que el piso y las paredes de piedra, hay pocas ventanas pero todas son circulares. Hay muchas cosas particulares, y es que por las noches me visita una linda lechuza la cual se posa en un árbol fuera de la cabaña, ¡ah! y también un gato amarillo, pero ya no viene con regularidad, seguramente es porque sabe que no soy su dueña.

Cada mañana me despiertan los ruidos de muchas ranas, su cantar me recuerda que es hora de prender el fogón para hacer mi café y empezar a cantar con mi guitarra; y claro, recordarle a él una y otra y otra vez. Tomo mi maleta y al revisarla esbozo una sonrisa que termina por convertirse en una carcajada, encuentro algunos elementos que metí en ella de afán, tal vez mi loca mente me jugo una broma. Dentro de ella encuentro mi corsé rojo que tanto me gusta, me trae tantos recuerdos de bandas musicales de estilos mucho más fuertes en las que solo dejaba salir mi lado más descomplicado y salvaje. Encuentro esa falda de tul rosado que compre en mi viaje a Japón aquella vez que tuve la loca idea de ir en busca de mi padre. Aprovechando la soledad en la que me encuentro decido probar esa excéntrica combinación, me gusta como se ve, pero hace demasiado frio para quedarme así, así que me coloco un hermoso gabán asiático. Me siento junto al fuego y le canto a mi amado esa hermosa canción que le compuse.

Bueno, llegado el momento es hora de irme de este loco, místico y frio lugar. Así que tomo mi maleta, mi guitarra, me coloco mi boina roja y me dirijo a la casa de la señora que me alquilo este lugar, le pago y me despido de ella, por sorpresa; me toma de la mano y me hace un rezo extraño, sin más que decir, me determino a tomarlo como una bendición, a su vez me regala un lindo crucifijo de plata.

No entiendo nada, la anciana casi no habla muy bien español o por lo menos yo no logro entenderla, me mira con los ojos grandes como lámparas y puestos en la nada como si pudiera ver más allá de mi alma o de mi futuro, le agradezco agachando la mirada tomo mi maleta y me dirijo al viejo camino de tierra que me trajo hasta aquí, este hermoso pero extraño lugar.

De nuevo estoy de vuelta en la carretera, con los trigales por un lado, la colcha de retazos al fondo verdes montañosos al otro, y frió mucho frió. Poco a poco me alejo de aquel paraje cuando ¡oh! Sorpresa: El carro en el que voy se detiene, al parecer el motor fallo. Tengo dos opciones: Esperar que puedan repararlo y quedarme dentro del automóvil esperando, o caminar hasta llegar a algún otro punto donde pueda tomar otro transporte. Algo me dice que el lugar más próximo no debe ser muy lejos, así que prefiero caminar, después de todo y a pesar del frió: hoy si salió el sol. 

https://www.youtube.com/watch?v=B3QD7kwmup0


A tu lado ya no hay SolWhere stories live. Discover now