II

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Nat y Bucky

Con un resoplido ante el rostro de Tony y la sonrisa tonta de Quill, la rusa se fue arrastrando al joven llamado Bucky.

— Disculpa, mujer sexy ¿Vas a echarme por la puerta? Puedo ir solo, camino desde el año de vida.

— ¿Te callas alguna vez?

— Sí. Sólo estoy nervioso.

Felizmente llegaron a su destino. Nat tecleo su código y lanzó a Bucky adentro. Luego de entrar también cerró la puerta.

— Bonita habitación. Queda contigo, tonos rojos y negros.

— Gracias. Ahora quiero hablar contigo. Y no quiero que me respondas más que lo que pregunte.

El castaño sólo juntó sus labios y sonrió.

— Bien ¿Cuántos años tienes?

— Voy a cumplir 24.

— Bien ¿Sexualidad?

— Hetero.

— ¿Prácticas sexuales?

— ¿Qué?

— Te lo diré más simple ¿Qué te gusta hacer cuándo estás teniendo sexo?

— He probado de todo. Aunque no estoy en látigos.

— Define todo. O mejor ¿Qué práctica te puso más dispuesto?

El joven dudó pero ya que la rusa frente suyo no conocía a la persona de la que hablaría supuso que estaba bien.

— Una vez una chica estaba traumada con su rostro en orgasmo. Dijo que era horrible y nada sexy. Me hizo ponerme una venda y me encadenó para que no pueda quitarmela. Me puso a cien. Estuve con ella hasta qu-

— Ya escuché suficiente. Por alguna cosa extraña de la vida tu olor me dice que debo tenerte.

— ¿Mi olor?

Bucky sonaba confundido ¿Tan bien olía que ésta bella y poderosa mujer lo deseaba?

—Mira niño, en la Tierra hay humanos pero unos somos más desarrollados. Con capacidades sobresalientes, por lo tanto necesitamos estar con seres que nos hagan aún mejores. Soy una de esos humanos y tú eres el que me hace mejor, supuestamente.

— ¿Por el olor?

— Efectivamente.

— ¿No tengo derecho a negarme?

— Lo tienes pero te advierto que soy mala con las negativas.

— Te creo.

El castaño sonrió. Daba miedo pero coincidía en el olor. Para él, ella olía maravillosamente. Pero debía expresar sus sentimientos también sí es que quería una sana relación con esa mujer.

— Podemos probar qué tal compatibles somos. Ya luego veremos sí hay oportunidad para algo más ¿Te parece?

— Justo mis pensamientos.

La pelirroja sonrió para moverse a su cajón de noche de dónde sacó su par de esposas preferidas que eran de vibranium brillante y forrado de gasa negra junto con una venda de seda del mismo color.

Bucky ya estaba posicionado en la cama. Sus manos juntas y arriba de su cabeza. El cuerpo relajado y sus piernas separadas.

— Sí que sabes qué hacer.

— Te lo dije. Me gustó y lo he probado muchas veces más.

— Esto será diferente.

— Sí, señorita rusa.

Nat llego hacia el joven, con gracia y efectividad colocó las esposas para pasar a la venda. No bien todo estuvo colocado el joven aumentó su temperatura, Nat reaccionó a eso subiéndose en el regazo de Bucky logrando que éste suelte un jadeo.

— Vamos a comenzar.

El joven sólo asintió y posicionó su rostro en dirección a dónde la mujer estaba.

Se veía tan bien que Nat no resistió y besó sus labios mordiendo, lamiendo y tomando posesión completa. Sus manos acariciaron el cuerpo tonificado prosiguiendo a desabrochar los jeans liberando la erección de tamaño considerable.

— Vaya, por aquí eres un chico grande.

Bucky gimio por el acento espeso que la mujer usaba en la intimidad. Aunque esa frase le había resultado graciosa.

Pero antes de que dijera algo listillo sobre ello, su erección fue tomada por dedos largos consiguiendo que sólo gemidos y gruñidos salieran de sus labios hinchados.

Cinco minutos y ya estaba a punto de llegar a la gloria pero Nat se detuvo.

— ¿¡Por qué?!

— Porque quiero algo más. Ahora calladito.

Bucky bufo pero hizo caso.

Y su recompensa llegó.

Calor apretado lo hizo retorcerse y morder los labios. Esperando el permiso de moverse. Después de unos segundos escuchó un sonido húmedo y la voz gruesa de la mujer le llegó a través de la neblina de la pasión.

— Hazlo, Vaquero.

Y vaya que lo hizo o mejor dicho lo hicieron tanto que terminaron agotados y con somnolencia  placentera. Hasta que el despertador sonó.

— Steveeee, apaga esoooo.

— No eres de mañanas, supongo.

La voz burlona de la mujer despertó totalmente al joven. La miró y encontró que ahora podía verle un símbolo en la mejilla.

— Es bonito.

Su dedo se alzó para tocar el lugar. Nat aguantó la respiración pero se compuso.

— ¿Qué ves?

— Es un símbolo, cómo una flor carmesí.

— Maldición, estamos apareados.

— ¿Qué?

— Casados para los humanos normales.

— ¡Sólo tengo 24!

— Y yo 30. Superalo y vamos a comer. Debo ver a los dos idiotas que tengo cómo amigos.

Bucky sólo se quedó viendo cómo un idiota más a la mujer que se dirigía a la ducha.

¿Cómo carajos se había casado una semana antes de su graduación?

Los problemas siempre te encuentran Bucky.

Le respondió una voz muy parecida a su madre fallecida.

Cuánta razón tenía.

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